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Del tiempo en que «Juan Moreira» aún iba a los pueblos

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Del tiempo en que «Juan Moreira» aún iba a los pueblos
Oscar y Jorge Videla junto a Susana Temperley, artífice de la llegada de los hermanos a nuestra ciudad

Descendientes de una familia de artistas, los hermanos Videla son los últimos referentes de una de las creaciones culturales más importantes de nuestro país. Conocieron la gloria y el ocaso del género y tras su retiro, trabajaron en televisión con Marrone y Balá. Desde 1980 dirigen en Buenos Aires la única escuela circense de ese estilo en el continente

Oscar y Jorge Videla junto a Susana Temperley, artífice de la llegada de los hermanos a nuestra ciudad
Oscar y Jorge Videla junto a Susana Temperley, artífice de la llegada de los hermanos a nuestra ciudad

Una vez leí un libro sobre los aborígenes onas (sel’knam), que habitaron Tierra del Fuego hasta hace más de un siglo. Aquella cultura de 10 mil años de antigüedad fue exterminada en menos de 20 con el “visto bueno” de los gobiernos de turno.

En aquel libro, la antropóloga francoamericana Anne Chapman entrevistaba a Lola Kiepja, la última sobreviviente de un pasado remoto.

Lola era la última persona del universo que hablaba el selk’nam y Chapman la grabó cantando ancestrales plegarias religiosas. Los cantos de Lola aún dan vueltas en Internet como una desesperada botella al mar que jamás obtendrá respuestas.

Si hago esta introducción un poco extensa (y les pido perdón a los amables lectores) es porque me acordé de Lola Kiepja al entrevistar a los hermanos Videla en su paso por Villa María.

Es que, a su modo, ellos también son parte de los últimos sobrevivientes de una creación cultural extinguida. Los únicos que saben de la religión de armar una carpa bajo las estrellas y los únicos que aún hablan el idioma de un

Como aquellos cantos de Lola, valga esta nota periodística; el testimonio de estos hombres que acaso siga girando como un satélite en torno a un pasado irrecuperable.

 

Jorge y Oscar Videla en la inauguración de la muestra de Circo Criollo en la Medioteca
Jorge y Oscar Videla en la inauguración de la muestra de Circo Criollo en la Medioteca

Nacer y morir en la pista

“¿Qué si nací en el circo? ¡Mi mamá casi me parió en la pista! -dice Jorge emocionado-. Al punto que se descompuso bailando el pericón y de ahí la llevaron al hospital, donde nací yo, hace 76 años.

Mi primera actuación fue a la semana en la obra ‘Marcos Laguna’. Era la historia de un bebé que abandonaban en el cementerio y alguien lo recogía. Y yo ‘actué’ de ese bebé. Como berreaba y lloraba, le daba más realismo a la escena (risas)”.

-¿Su mamá venía del mundo del circo?

Jorge: -¡Nada que ver! Ella era una mujer de campo, hija de italianos cerca de Junín. Pero se enamoró de mi viejo porque lo vio actuar y se vino en el circo con él. ¡No sabés el pedazo de actriz que terminó siendo después!

-¿Y su papá?

Oscar: -Nuestro papá nació en el circo, igual que nosotros. Y mi abuelo entró a los 12 años, en 1880. O sea, que somos la tercera generación de Videla arriba del escenario. Y fijate qué curioso, cien años después del debut de mi abuelo, fundamos la Escuela de Circo Criollo en Buenos Aires. Somos el único país, de Alaska a Tierra del Fuego, donde hay una escuela de circo.

-¿El artista de Circo Criollo necesitaba más formación?

Oscar: -Totalmente. Y eso era porque el Circo Criollo te exigía muchas competencias. En la primera parte tenías trapecio, acrobacias y malabares; en la segunda parte tenías que actuar. Pero para hacer “Juan Moreira”, por ejemplo, tenías que saber esgrima, bailar el malambo y montar muy bien a caballo.

 

Como niños jugando

-¿Y la formación teatral?

Oscar: -¡Muy bien! Esa es una pregunta que no nos hacen nunca y es la más importante: “¿De dónde aprendíamos a actuar?”. Escuchá bien. En los años 40 o 50 no había escuelas de teatro como ahora. Pero en Buenos Aires había 10 teatros de primera que hacían la temporada. ¿Y qué hacían los directores que se quedaban sin trabajo en Buenos Aires? ¡Se venían al circo con nosotros! Mi viejo les decía “estamos en Junín, en Córdoba o en Corrientes”. Y ellos se venían corriendo. Como se pagaba a porcentaje, nunca había problemas de plata. Esa fue nuestra escuela.

Jorge: -Hemos tenido señores directores. Te puedo nombrar a “Chinche” Fernández o Juan Brunero, que estuvo años con nosotros. Era religión todos los días a las tres de la tarde repasar las obras. El director te marcaba el tono, las entradas y las salidas. O sea, que sin saberlo, íbamos a la escuela de teatro.

-¿Y qué obras hacían?

Oscar: -Teníamos un repertorio de 40 ó 50 obras. Los martes y miércoles, por ejemplo, hacíamos piezas para llorar, como “El calvario de una madre” o “Cuando los hijos se van”. Los fines de semana era algo con más acción. Podía ser el “Juan Moreira”, “Hormiga Negra”, infinidad de obras.

Jorge: -Muchos nos dicen que tenemos mucha memoria porque nos acordamos de obras enteras, ¿pero adónde íbamos los chicos del circo a las 10 de la noche? ¡Nos enrollábamos con la alfombra de la carpa y nos dormíamos abajo del escenario escuchando toda la obra! Otras veces hacíamos de apuntador y cuando el actor se empantanaba, le tirábamos la letra. ¡Mirá si no nos vamos a saber las obras de memoria!

-¿Qué significaba el Circo Criollo para los pueblos?

Jorge: -El circo no era sólo diversión, sino que reflejaba las vivencias y los anhelos de la gente. Incluso la moda de Buenos Aires llegaba a los pueblos a través del circo. Las mujeres iban a ver cómo se vestían las actrices. Además, incentivaba la cultura del teatro. Y la gente se veía dos o tres obras en un mes. ¿Quién se ve hoy tres obras por mes?

Oscar: -Si otro circo había pasado la otra semana con la misma obra, la gente nos venía a ver igual. Querían saber cómo representábamos al galán, cómo se portaba el viejo y cómo actuaba la damita joven. Eso era maravilloso y hoy se ha perdido.

-El circo siempre formó parte de la sociedad donde desembarcaba, ¿no?

Jorge: -Totalmente. El circo siempre se quedaba un mes en un pueblo y te conocías con todo el mundo. Eras parte. Los chicos íbamos a la escuela y eso nos hacía interactuar con todos. Durante la función siempre cargabas algún conocido o hacía de extra gente de teatro vocacional. Cada función era muy íntima, casi familiar. No es la cosa fría del Cirque du Soleil, donde los artistas no tienen nombre y no saludan al público.

Oscar: -Los artistas del “Soleil” son atletas fabulosos y muchos han participado en Juegos Olímpicos, pero no hablan ni saludan al público; y tampoco hay payasos. Y un circo donde no hay pasayos ni chicos que se ríen, ¿qué clase de circo es?

 

Con Marrone en la tele

-¿Por qué se extinguió el Circo Criollo?

Oscar: -¡Porque no hubo forma de poder pagarlo! Había 20 ó 30 personas en escena, ¿cómo hacés? En nuestro tiempo nosotros hacíamos todo: las acrobacias y las actuaciones. Los dos hicimos trapecio y payaso. Pero hoy tendrías que pagar dos elencos y es imposible. El Circo  Criollo se terminó igual que el radioteatro.

-¿Hasta cuándo duraron ustedes?

Oscar: -Hasta el año 62. Pero hubo otros que cerraron después. Era tristísimo verlos porque ya no respetaban al público y hacían obras de 12 ó 15 personajes con tres actores. Ese fue el último coletazo del circo criollo.

-¿Y cuándo se dieron cuenta de que no iba más?

Jorge: -Estábamos en Corrientes y hacía rato que estábamos casi fundidos. Por suerte teníamos un buen número y lo fuimos a presentar a Buenos Aires. Tuvimos suerte de entrar en el circo de Marrone y con él anduvimos por todo el país. En el 66 no paramos de hacer televisión con Marrone o Balá, o en programas como “El Show de la Alegría”.

-El de Marrone fue el primer circo televisado. ¿A qué se debió?

Oscar: -A que en Inglaterra había salido “El Show de Benny Hill” y tuvo muchísimo éxito. Entonces se lo replicó en formato local. Pero a partir del 80, si bien seguíamos haciendo cosas con Marrone, nos decidimos a empezar con la escuela y fue un boom. Hoy tenemos más de 200 alumnos de todo el mundo.

-Si hoy volviera el circo criollo, ¿creen que andaría?

Jorge: -¿Que si andaría? ¡Se llenaría todas las noches! Pero se terminaron los actores con ganas de andar por los pueblos. Y para mantener un elenco habría que cobrar una entrada que no todos podrían pagar.

-¿Qué me pueden decir de la muerte del circo?

Jorge: -Siempre es difícil hablar de la muerte, pero te puedo decir que cuando alguien del circo muere, se quiere llevar algo con él. Una vez falleció un compañero, Pedrito Elías. Lo estábamos velando en la pista porque estábamos en la ruina. Y a eso de las tres de la mañana se cae un pedacito de la carpa adentro del cajón. Uno la quiso sacar y yo dije: “¡No toquen nada! ¿No se dan cuenta de que se quiere llevar la carpa?”. Cuando lo enterraron, el circo empezó a repuntar y en dos meses teníamos carpa nueva. ¡Al final se la había llevado con él! Y cuando murió Marrone, pasó algo parecido. Antes de que soldaran el cajón, le dije a su esposa Juanita que hay una costumbre en el circo que algo te tenés que llevar de tu rutina. Así que le pedí que me dejara ponerle una naricita roja y me dejó. ¡Y Marrone se fue de este mundo cag… de risa! ¡A eso lo logran sólo los payasos y el Circo Criollo! Porque nosotros también nos fuimos cag… de risa de las pistas. Y si no, que te lo diga la gente de los pueblos, a la que le llevamos tantas obras y tanta alegría.

Iván Wielikosielek
Especial para EL DIARIO