
Mariano Lescano pasó por la ciudad en medio de un viaje que empezó hace 17 años. Desde hace cinco, se subió a la VW con sus dos fieles amigos sin un destino, pero con el corazón dispuesto a encontrar lugares que lo inviten a quedarse

Escribe: Damián Stupenengo
DE NUESTRA REDACCION
Tiene la tonada de aquel que no pertenece a ningún lado. O, quizás, de quien ha absorbido una porción de impronta de cada rincón por donde el impredecible camino que transita lo ha llevado.
A Mariano Lescano se le cruzó Villa María frente al parabrisas de su vieja combi y estuvo acá por dos días. Llegaba desde Río Cuarto. Mientras usted lee esto, ya maneja por la ruta que lo llevará a su próximo destino, que ni él sabe cuál será.
El marplatense de 37 años estacionó frente al “Poli”, abrió las puertas de par en par y desplegó un muestrario de pulseritas con las que pretendía juntar unos 300 pesos para el combustible que le permita continuar.
-¿Viajás solo?
– No.
Al recorrer con la vista el espacio que lo rodea no se puede apreciar cuál es su compañía y, antes que se le vuelva a preguntar, responde: “Viajo con los canes”.
Dos perros de buen tamaño recorren la costanera con el hocico por el piso, como analizando el terreno al que acaban de llegar. “Viajaba con tres, pero uno falleció hace algunos años en Las Grutas”, contó, y recordó: “Hace cuatro años y medio compré la combi porque tenía los perros. Este vehículo era el más apropiado para viajar, porque hay repuestos en todos lados, es fácil la mecánica y los perros van chochos acá arriba”.
En realidad, el viaje de Mariano, dijo, comenzó hace 17 años y “sólo quiero seguir y seguir”. “De chico viajaba, me iba a Buenos Aires de mochilero o a La Plata, me gustaba andar, agarraba al bicicleta y me iba por ahí cerca. Siempre tratando de buscar aventuras”, aseguró y resaltó que el tiempo le enseñó que “para buscar una buena aventura no necesitás hacer 10 mil kilómetros; por ahí, al toque de tu casa, encontrás algo o alguien que te hace pensar, que te hace disfrutar de un momento diferente”.
A los 20 entendió que necesitaba ir un poco más lejos. “En todos estos años he parado por distintos lugares, pero sólo he vuelto a Mar del Plata unos días, como turista. He vivido en España, en Alemania, en Brasil, he andado por Perú. Acá en Argentina he estado por todos lados, y este año no he salido del país. Llevo recorridas 35 ciudades”. Miró para el interior de la combi, pensó por unos segundos, y señaló un papel: “Creo, debería fijarme bien, las tengo anotadas por ahí”.
Muchas de las frases que Mariano soltó parece no pensarlas y cargan de la espontaneidad de quien habla con un envidiable entusiasmo por contar cada detalle de lo que vive y de cómo vive: “Cuando uno más anda, más cuenta se da de que menos conoce, es muy loco sentir eso porque uno conoce un montón de ciudades y sin embargo siempre decís: ‘¡Cuántos lugares que hay todavía para descubrir!’”.

-¿Por qué viajas?
– Porque uno tiene el espíritu, creo, aventurero. La gente siempre me dice que esto que hago es su sueño, y la verdad que mi sueño es enamorarme, casarme, tener muchos animales… por ahí pasa más por ese lado, pero cuando sea más grande. Pero ahora este es mi estilo de vida. Porque cuando me compré la combi, no compré un vehículo, compré un estilo de vida. Y está bueno porque te abre muchísimas puertas, aprendés a hacer muchísimas cosas. Salís a aprender de la vida.
-¿Y de qué vivís?
– Mi oficio es la joyería de diseño, trabajo metal y piedra o, cómo todos le llaman, hago artesanías. Hace 17 años que aprendí a trabajar un montón de materiales, pero con el que más me siento atrapado es el metal y la piedra. Puedo estar en el taller trabajando 10 ó 12 horas y capaz que si me decís que tengo que atender un quiosco 12 horas te digo que no puedo, pero esto sí, lo disfruto mucho. El taller de joyería lo armo cuando me quedo en un lugar por más tiempo. Por ejemplo, en Villa Mercedes estuve un mes y medio y ahí aprovecho a producir, porque como que necesitás un lugar más estable para armar el taller y quedarte a trabajar. Ahora puedo sacarlo y hacer un anillo, pero no una producción.
La combi no parece demasiado fiel. Hay una cubierta sobre el techo y una bolsa de alimento balanceado a su lado. En el interior de la chata se observa una cocina, una cama desarmada y un ventilador. Tengo una compu, un tanque de agua, la guitarra, el longboard y una tabla de surf. Busco cosas para hacer para las cuales no necesite dinero y entre esas cosas creo que el deporte es la opción más bonita, más saludable y más divertida, afirmó Mariano.
-¿Por qué te acompañan los perros?
– Estudié algo de veterinaria, estudié en la escuela agraria, amo el campo, los animales, en especial al caballo, pero para viajar con un caballo está complicadísimo, jajaja. Estos dos nunca tienen un no, siempre están dispuestos a acompañarte. Son las 3 de la mañana, decís vamos, y al toque saltan de la combi. Aparte me hacen sentir protegido también. Y si alguien se acerca a la combi yo me entero enseguida porque me lo hacen saber. Además no son una preocupación porque todo el tiempo son libres, se saben manejar, no pelean con otros perros, no tienen mala onda con la gente, con ellos me siento súper acompañado. No hace falta viajar con otras personas porque todo el tiempo estás en contacto con gente al llegar a un lugar, por ejemplo, ahora estoy hablando con vos.
Mariano no maneja los tiempos de su viaje. “Yo puedo decir, me quedo una semana acá, o me quedo un mes. Si uno la está pasando bien… igual por ahí digo que me voy mañana y la combi es la que dispone, y si ella no quiere salir mañana, no se sale y te tenés que quedar porque no anda”, rió, y enfatizó que para el 5 de septiembre quiere estar en Brasil, donde vive su hermano, para reencontrarse también con su hermana y su mamá. “Eso es lo lindo de esto también, que uno dice tengo ganas de ir a visitar a tal, me voy a visitar a aquel otro, voy sin una ruta fija, espero también que la vida misma me vaya sorprendiendo, porque si uno se encasilla conque tiene que ir a un lugar, y estar tantos días, como que ya te estás poniendo un montón de trabas vos solo, que no hay necesidad”, subrayó.

-Después de tantos kilómetros, ¿te han sucedido cosas malas o que te hagan replantear este estilo de vida?
-Algo complicado que me pasó es cuando vivía en La Plata, que me entraron a robar en mi casa. Y ese fue el detonante para decir “yo no puedo estar acá. Devolví la llave de la casa, vendí los muebles que pude, los que no los regalé, el resto de las cosas las saqué a la calle y arranqué. Porque si en el lugar donde más seguro tenía que estar, que era en una casa, me entraron a robar y no me mataron de pedo… la verdad que viajando nunca me pasó nada. No me robaron nunca, a lo sumo se puede romper la combi, pero es parte del viaje, es un vehículo que tiene más de 30 años, es lógico que se rompa”.
El paso del tiempo cambió el contexto de sus viajes. “Ahora con Facebook es más fácil porque publicás donde estás y alguien te invita o te ayuda. Me acuerdo cuando empecé a viajar, en el año 99, llamaba a mi familia creo que desde un locutorio. Hoy te quedás en la ruta y ponés que estás tirado en tal kilómetro en la ruta y viene uno y te ayuda. Es increíble. Te preguntás: “¿Y este Chapulín Colorado de dónde apareció?”. Y en todos lados hay un “Chapulín Colorado que te ayuda”, sonrió.
Pegó un chiflido para invitar a Túpac a sumarse para la foto y miró para los costados. La costanera villamariense lo recibió con un sol a pleno y recuerdo que el año pasado también estuvo algunas horas de paso.
-¿Cuándo termina tu viaje?
– Es muy difícil saber eso, porque uno está abierto a que sucedan cosas. Enamorarse. Pero ojo, de un lugar, incluso. Si me encuentro conque un lugar tiene una magia que hace que quiera quedarme, me quedaré. Pero no sé por cuánto tiempo tampoco. Y tampoco me engancharía que me digas que tenés para mí un laburo copado para que me quede a vivir en un lugar, porque laburo copado es el que hago ahora. Hoy no tengo ganas de parar de viajar. Tengo 37 años. No sé cuándo voy a parar, porque siempre aparece algo que te motiva a arrancar de nuevo.