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Los lectores también escriben

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Los lectores también escriben
La historia relatada por nuestra lectora sucedió en un campito de la ciudad donde los niños todavía tienen la dicha de poder correr detrás de una pelota (foto ilustrativa)
La historia relatada por nuestra lectora sucedió en un campito de la ciudad donde los niños todavía tienen la dicha de poder correr detrás de una pelota (foto ilustrativa)
La historia relatada por nuestra lectora sucedió en un campito de la ciudad donde los niños todavía tienen la dicha de poder correr detrás de una pelota (foto ilustrativa)

Genaro, un ejemplo a seguir

Señor director:

Cuando finaliza agosto, mes del Día del Niño, quiero acercar este relato sobre un hecho que sucedió hace poco en una canchita de fútbol de nuestra ciudad, en uno de sus tantos barrios, y sus protagonistas fueron dos amigos, pintando de cuerpo entero lo que puede hacer un niño frente a la adversidad.

Esto fue lo que pasó: uno de los niños llevaba puestas unas zapatillas de su hermano mayor, porque él mismo no tenía calzado, y en el trámite del partido las zapatillas gastadas también se rompieron. Eso lo llenó de angustia, porque justamente era un préstamo y llevarlas rotas no era el mejor regreso a casa.

Sentado en el pasto, con las risas del grupo como escenario, la impotencia y la tristeza le llenaron la cara de lágrimas y desconsuelo. En ese momento se le acercó Genaro, quien con un simple abrazo trató de darle ánimo y espontáneamente le dijo: «No llores, no llores más, yo te voy a dar una de las mías…», y con limpia sencillez sellaron el pacto con una sonrisa de igual a igual.

Cuando su madre me contó la historia pensé que sí existían en este mundo, a veces tan mezquino y otras veces tan cruel, niños de la estatura de Genaro.

Hay esperanzas ciertas de que no todo está perdido, sino que es cuestión de rescatar estos gestos. Más allá de su pequeñez, estos niños nos acercan a la grandeza del espíritu de un ser humano de tan sólo 9 años de edad y que felizmente pudo llevarle a su amigo un par de zapatillas nuevas.

Esto fue lo que escribí para él, para que la palabra escrita no deje escapar la anécdota y pueda ser leído por otros niños y padres, como Genaro y su familia, «Tere», Horacio y Sofía, quienes definitivamente tienen mucho que ver con su conducta.

Fin de la historia. Como digo, la llevo al papel absolutamente conmovida porque como sociedad necesitamos ejemplos tan bellos y espontáneos como el de Genaro y su almita buena.

A continuación quiero transmitirles estas humildes palabras que escribí como un pequeño homenaje a este ser tan maravilloso:

Mi pequeño Genaro:

Si las lágrimas de tu amigo te conmovieron…

Si le ofreciste tu abrazo ante las burlas ajenas…

Si prometiste tu ayuda con palabras de aliento…

Será… porque tu alma es dulce, sensible, generosa…

Será… porque te acunaron con un amor sin retaceos…

Será… porque tus padres te vistieron con profunda ternura…

Por todo eso brindo por tu almita buena, para que sigas vibrando en el amor puro y compasivo, para que la vida te devuelva mil veces tu gesto de bien nacido, para que sirva tu ejemplo en otras almitas buenas, para que la infancia se mantenga en tu corazón, latiendo y latiendo en sintonía fina con los demás, con tus amigos, con tu gente querida.

Dios te bendiga, pequeño Genaro, rayito de luz, alitas de ángel, corazón de miel.

Con cariño, Marta.

Marta Francisetti de Genero

DNI 12.489.486

 

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