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Conmoción en la ciudad: un joven degolló a su padrastro

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Conmoción en la ciudad: un joven degolló a su padrastro
El fiscal Atienza, en el centro de la calzada, cruzando del lugar donde se encontraba el cadáver al sector en el que se hallaba el detenido. Al fondo, decenas de curiosos

Una pareja que vivía en la estancia La Negrita y un hijo de la mujer, se vieron envueltos en un tremendo hecho de sangre que acabó con una muerte en medio de la calle y a plena luz del día. El asesino se sentó en el lugar del hecho a esperar su detención, como ocurrió en otro sonado caso de 2011

El fiscal Atienza, en el centro de la calzada, cruzando del lugar donde se encontraba el cadáver al sector en el que se hallaba el detenido. Al fondo, decenas de curiosos

 

Daniel Alfredo Airasca tenía 50 años. De chico vivía en la calle La Rioja al 1300, entre Chile y Lisandro de la Torre, en la zona céntrica de la ciudad. Entre la adolescencia y la juventud dejó el colegio secundario para irse a trabajar al campo de su padre, entre Tío Pujio, James Craik y Los Zorros, aunque regresaba los fines de semana para salir con sus amigos. Ya luego volvió definitivamente y se integró en muchas actividades sociales que lo hicieron más conocido, al punto de haber integrado en las elecciones de 2007 las listas de Juntos por Villa María, como candidato al Tribunal de Cuentas. En los últimos tiempos se dedicaba como monotributista a la venta de tarjetas de telefonía celular y al alquiler de campos.

María Cecilia Bonangelino, tiene 51 años. De chica vivía con su familia frente a Plaza Centenario, en el centro, en una casa ubicada en los altos de un banco que ya no existe. Con sus padres y sus hermanas se mudaron luego al barrio Palermo, desde donde partían a sus colegios y regresaban para compartir los ratos de ocio en los clubes de sus amores, el Sport Social Club y el San Martín Rugby Club, donde cultivaban sus pasiones: la natación y el rugby. A fines de los 70 emigraron hacia los Estados Unidos, desde donde regresaron luego de una década, aproximadamente.

Daniel Alfredo y María Cecilia eran pareja desde hace más de diez años, luego de que ella concluyera su matrimonio con Ben Alves Carneiro, con quien había tenido dos hijos, Leandro y Joaquín.

“Hace unos años se los veía bien juntos. Los recuerdo disfrutar de la fiesta de los 80 años del San Martín, donde el padre de ella, `El Gringo´ Rubén, era un prócer. Era por el año 2014”, dijo un allegado a ambos.

 

Salieron de casa

Ayer, ambos dejaron la casa en la que vivían en un barrio cerrado en la Estancia La Negrita, y se dirigían hacia el centro de la ciudad. Iban a bordo de un Ford Ka negro, dominio HWC 731. El conducía, ella viajaba en la butaca del acompañante y el asiento trasero era ocupado por Joaquín Alves, el hijo menor de María Cecilia, de 26 años, que vivía con ellos.

Hacia las 12.30 el rodado circulaba por la calle Tucumán a la altura del 1750, entre Martínez Mendoza y Lamadrid, en barrio Lamadrid, cuando a raíz de una aparente disputa verbal, el joven extrajo de entre sus ropas un arma blanca.

 

“Una discusión”

En este punto, citamos textualmente el parte emitido por la Departamental San Martín de la Policía de la Provincia de Córdoba: “Este último (por Joaquín Alves) venía manteniendo una discusión con la pareja de la mujer y por causas que se tratan de establecer toma la decisión de realizarle un corte a la altura del cuello, con una cuchilla de unos aproximados 25 centímetros”.

“Por ello, el lesionado detiene la marcha inmediatamente, descendiendo del rodado, realizando varios metros de infante (caminando) en busca de ayuda, cayendo precipitadamente sobre la carpeta asfáltica a raíz del corte sufrido, aparentemente sin vida… Deceso, a posteriori, constatado por el médico policial de turno”.

El comunicado oficial echa por tierra las versiones iniciales recogidas en el lugar, en el sentido de que el joven se desplazaba en una moto que se hallaba estacionada en las proximidades, la que habría abandonado luego conseguir detener el automóvil. No fue así. Viajaba en el asiento trasero del Ford K con la madre y su concubino.

El mismo parte policial expresa seguidamente que “el joven agresor intento darse a la fuga, siendo aprehendido de inmediato a metros del lugar por personal de la Patrulla Preventiva”, aunque el periodista de este medio no pudo corroborar ese dato con ninguno de los testigos presenciales. Todos ellos señalaron que Alves se quedó sentado a la espera de ser detenido.

El joven detenido, en el piso, con las manos sobre sus espaldas, esposado

 

“Estoy tildado…”

Los vecinos avisaron de inmediato a la Policía. Se trata de las mismas personas que indicaron a este medio que Alves bajó del auto y se sentó en el cordón de enfrente de la vereda donde se desangraba Airasca, observando el sangriento cuadro que había provocado. “Estoy tildado… Que la Justicia me juzgue”, le escucharon decir.

Un pintor que volvía de trabajar fue el primero en pasar por el lugar, vio que la mujer temblaba y se le acercó. Ella le pidió que le ayudara a llamar a su otro hijo, Leandro, que se apersonó a los pocos minutos.

Los agentes de la Policía, al mando del oficial Diego Gallo, ya habían rodeado y encintado todo el escenario del asesinato, cortando el paso a gran cantidad de curiosos.

“Tu mamá está en la ambulancia”, indicó el pintor al desesperado recién llegado. El joven fue corriendo hacia el móvil sanitario y, a la pasada, vio a su hermano Joaquín ya esposado boca abajo en el suelo (así permaneció al menos por 45 minutos, hasta la llegada del fiscal Gustavo Atienza, que ordenó su traslado al Departamento de Psiquiatría Forense de la ciudad de Córdoba, para que se le practiquen las pericias correspondientes).

Leandro tomó de las manos a su madre, a quien después ayudaron a descender de la ambulancia y, ya en la vereda, le ofrecieron una silla en la cual escuchó a los integrantes del equipo técnico del Poder Judicial que la asistieron y contuvieron.

Luego llegaron dos hermanas de Cecilia, acompañadas por sus respectivos esposos, Lorenzo Gilli y Guillermo Martoglio.

Los funcionarios de la Fiscalía de Instrucción del Segundo Turno, a cargo de Atienza, por secretaría de Elba Oyola, realizaban las pericias y quedaron a cargo de la investigación, bajo una carátula de “homicidio simple”, figura que es reprimida por el artículo 79 del Código Penal, con condena que puede ir de los ocho (8) a los veinticinco (25) años de prisión. En tanto, este medio pudo saber que la familia del joven Alves ya designó como defensores a los abogados Marcelo Martín Silvano y al nombrado Gilli, su tío.

 

Crimen por WhatsApp

A poco de ocurrido el tremendo crimen de ayer en la calle Tucumán al 1700 comenzaron a viralizarse audios de WhatsApp de distintas personas que circunstancialmente tuvieron algún tipo de cercanía con el hecho.

Un taxista, una vecina de una vivienda ubicada en esa misma arteria que tenía “la dantesca escena” ante sí…

Rápidamente la ciudad comenzó a tomar contacto con este nuevo hecho de sangre por esa vía (con errores incluidos), antes que por los portales digitales y que por las redes sociales.

¿Dolor? ¿Estupor? ¿Morbo? Difícil afirmar que una misma sensación sea la que motivó a tantos a “reenviar”.

 

Desde septiembre de 2011, la ciudad no se estremecía de manera semejante

Cristian y Claudia. El purga en la actualidad una condena a cadena perpetua

El 29 de septiembre de 2011, también cerca del mediodía, más precisamente a las 11.15, en la calle Antonio Sobral, entre Mendoza y Tucumán, un hombre llamado Cristian Moschitari cometió un terrible hecho de sangre, el femicidio de su esposa, Claudia Rodríguez. Y allí, a unos pocos metros, se quedó esperando ser detenido, como lo hizo el joven Joaquín Alves ayer, tras cometer el hecho, ocho cuadras y media más allá, por la misma calle Tucumán.

La ciudad de estremeció en aquel entonces ante semejante violencia asesina en medio de la calle y a plena luz del día.

El hecho colocó un señalador en la historia criminal de la ciudad. Cobraron fuerza a partir de ese día todas las voces que venían advirtiendo sobre la violencia de género y, en ese sentido, surgió una suerte de grito de “nunca más” villamariense que cada 8 de marzo vuelve a resonar en nuestras calles, puesto que no se detuvieron los ataques de esa naturaleza, varios terminados en muerte, aunque ninguno tuvo ribetes tan espeluznantes como el sufrido por Claudia.

Ayer, al mediodía, la violencia en el seno de una familia volvió a golpear a la opinión pública local, con una escena violenta y sangrienta.

Hubo otro hecho el año pasado, cuando Carlos Sebastián Heredia (20) mató a cuchilladas a su tío, el conocido comerciante Juan Carlos “Peine” Heredia (62), ocurrido durante la Navidad en barrio San Martín, pero no causó el mismo grado de conmoción en la ciudadanía.

El ocurrido hace algo menos de seis años y el de ayer, en cambio, golpearon durísimo y por igual. Causaron perplejidad, conmoción. Nos cuesta reaccionar, entender que esas cosas nos pasan a la vuelta de la esquina.

 

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