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Cree que su hijo murió por negligencia luego de estar en dos hospitales

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Cree que su hijo murió por negligencia luego de estar en dos hospitales

Thiago, de apenas 1 año y y 5 meses, ingresó al Hospital Pasteur el domingo último y luego tendría que ser trasladado al Hospital de Niños de la capital provincial. Ayer su cuerpo fue devuelto a Tío Pujio en una ambulancia de una empresa fúnebre

Pablo Alberto Ferrara, ayer por la mañana, en EL DIARIO, junto a dos de los tres hijos que le quedan con vida

En la mañana de ayer Pablo Alberto Ferrara llegó a las puertas de EL DIARIO en compañía de dos de sus hijos. El periodista pudo ver a través de los cristales que se secaba las lágrimas al bajar de su Peugeot 504, antes de ingresar…

Traía en sus manos una carta que había dictado un rato antes, al pie de la cual, con dificultad, puso su firma y su número de documento. Le temblaban las manos y, al rato, le llovían nuevamente las lágrimas.

En los momentos en los que se tranquilizaba, le repasaba a su interlocutor los párrafos: “Me dirijo a usted como padre del niño Thiago Ferrara, el bebé de 1 año y 5 meses que fue llevado al Hospital Pasteur el día domingo 12 al mediodía con vómitos. Al pediatra de guardia se le informó que el niño tenía hidrocefalia severa. El médico le preguntó a la madre por la cicatriz que tenía en la panza, a lo que se le contestó que tenía una válvula de drenaje intestinal…”.

A reglón seguido, el escrito indica que “el médico le colocó un inyectable de Reliverán, una inyección contraindicada para un niño con hidrocefalia, que puede ocultar síntomas al tener la válvula tapada, tales como somnolencia, insuficiencia cardíaca, vómitos, y retención de líquidos. Y le colocaron dos reliveranes en menos de cinco horas. En las dos oportunidades el remedio fue llevado por nosotros”.

“El día lunes, el niño fue llevado nuevamente a la Guardia por nosotros mismos y lo atendió otro pediatra distinto, quien fue también advertido de los síntomas que tenía el niño por miedo a la válvula; y nos indicó que le diéramos agua con una jeringuita cuando él lo pidiera e indicándonos que le diéramos 10 gotas cada ocho horas si seguía con vómitos, lo que se lo dimos en dos ocasiones”, continúa. Y el padre comenta entonces, con la voz quebrada, que “no sabíamos que el remedio que le dieron, para él era veneno…”

Más adelante, la carta señala que “el martes Thiago fue llevado al Hospital con una pediatra por consultorio, y la doctora nos indicó realizarle análisis de sangre y orina”, que “se hicieron y los resultados dieron que tenía una gran infección, aunque no se sabía dónde estaba esa gran infección”.

“El mismo día decidieron trasladarlo para internarlo en Córdoba en un estado desesperante y deplorable. Tenía muy bajo el ritmo cardíaco y arritmia, por lo que decidieron hacerle una tomografía, anestesiándolo. En el trayecto de Villa María a Córdoba iban la madre y una enfermera al lado del bebé. Y kilómetros antes de llegar a Córdoba, la mamá, siempre atenta a su hijo, y sin conocimiento de qué es un paro cardiorrespiratorio, vio que su hijo hizo dos o tres suspiros profundos que le llamaron la atención. Le tocó la pancita y notó que el pequeño no respiraba. Se lo dijo a la enfermera que iba atrás con su celular en la mano y dormida. La mamá la despertó y le informó que su hijo no respiraba. La enfermera decidió darle vuelta la cara al niño que tenía la lengua afuera y los labios morados. Se dio cuenta que tenía un paro cardiorrespiratorio. Le avisó a la doctora que iba adelante. Decidieron reanimarlo… Al Hospital de Niños ya entró con muerte cerebral debido a la negligencia y a la mala praxis”, dice la carta firmada por Ferrara, reafirmada además por su relato ante el periodista.

 

Era tarde

Opina entonces que “el primer día, aquel domingo que Thiago ingresó al Hospital, tendría que haber sido trasladado a Córdoba de urgencia porque los síntomas que tenía son causados por la válvula tapada”. Y agrega: “Ninguno de los pediatras que lo vieron se percató. Recién se dieron cuenta de la disfunción de la válvula cuando ya era tarde”.

Cuando el periodista le preguntó cómo sabía de los efectos secundarios del Reliverán en un cuadro de hidrocefalia, respondió que “un médico del Hospital de Niños pidió hablar conmigo por teléfono y me dijo que lo que hicieron con mi hijo es una barbaridad”.

Sobre el final de la misiva que deja al comunicador, con pedido de publicación, Ferrara dice: “Nosotros, sus padres, tenemos dos hijos con certificado de discapacidad” (uno de ellos, el fallecido Thiago).

Allí hace una serie de quejas en contra de la Municipalidad de Tío Pujio, de su “área de Servicio Social” porque anteriormente “negaron traslados del hijo fallecido al Hospital Pasteur, a la parte de Rehabilitación para el tratamiento específico”, como así también “a un hijo de mayor edad, también discapacitado, para que pudiera ir a la escuela y estar integrado, que es un derecho que tiene”.

Pablo Alberto Ferrara dice finalmente que en el Pasteur pudo recuperar la historia clínica “para darla a conocer y que se sepa la verdad”.

“Yo no tengo abogado ni nada; la vida de mi hijo no tiene precio”, comenta, mientras que los dos pequeños intentan calmarlo, antes de partir los tres hacia la sede de la Empresa Paviotti.

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