
El “Gringo” es desde 1974 el maestro de ceremonia del evento mayor de los villamarienses y a poco menos de un mes de volver a cumplir esa función hizo un balance de la historia del evento, contó anécdotas y relató cómo se prepara para trabajar en cada edición

El viernes 5 de febrero se pondrá en marcha la 49ª edición del Festival Internacional de Peñas de Villa María, evento que, como viene sucediendo ininterrumpidamente hace 42 años (desde 1974), es conducido de manera ininterrumpida por el villamariense Miguel Borsatto.
A poco menos de un mes de volver a pisar el escenario “Hernán Figueroa Reyes” del Anfiteatro Municipal para ser una vez más el maestro de ceremonia de la fiesta, habló con EL DIARIO sobre su experiencia dentro del evento mayor de los villamarienses.
En un primer momento sostuvo que “desde que el festival se internacionalizó, mi expectativa es mayor que en otras oportunidades porque la puesta en escena es diferente”.
“A pesar de eso, uno siempre responde a un público que es el que manda y es soberano, más allá de que el evento sea internacional o no”, aclaró.
A la hora de hablar de las modificaciones que ha ido sufriendo el espectáculo con el pasar del tiempo, opinó que “las etapas más importantes que he visto durante mi trabajo en el festival fueron cuando se pasó del folclore a un pop ‘tímido’, en lo que significó los primeros intentos de cambio, y luego cuando se produjo la mutación efectiva hacia el estilo que tiene hoy el espectáculo”.
“Eso se debió a que ha cambiado el escenario musical en la Argentina. Ya no están más los folcloristas que antes había”, analizó.
Al respecto, agregó que “el Festival cambió por una demanda del público y no porque a alguien se le ocurriera cambiarlo así porque sí”.
“Llegó un momento en el que no iba más nadie al evento y la razón era que se estaba necesitando un cambio en el estilo, que no fue brusco y se fue desarrollando con el correr de los años”, manifestó.
El trato con sus colegas
En otro orden de cosas, Borsatto habló acerca de la relación que tuvo con los conductores con los cuales le tocó compartir escenario. Ante la consulta de este medio al respecto, expresó que “las relaciones generalmente se establecen por el tiempo que llevan en curso. Hay profesionales que vinieron solamente una vez, con quienes uno no pudo establecer una relación más profunda, y con quienes vinieron más veces consecutivas uno estableció un vínculo más afianzado”.
“Creo que la presencia de Valeria Lynch y de Rony Vargas fueron las que más sellaron en mí una relación afectiva. Con los demás compartí el trabajo muy amenamente y con mucho respeto”, manifestó.
También señaló que “nunca me puse a pensar si me gustaría conducir al lado de cierto profesional. Yo soy convocado cada año y luego espero para conocer junto a quién debo trabajar”.
Su relación con los artistas
En referencia a su relación con los miles de artistas que acudieron al festival, el conductor dijo que “han sido muchos y hay algunos con los que parece que nunca se podrá tener una buena relación, pero termina sucediendo lo contrario”.
“Por ejemplo, el grupo Maná parecía inalcanzable y, sin embargo, con el cantante de la banda pude establecer una buena relación. Esa fue una grata sorpresa para mí.
Con los demás, somos todos amigos por igual. Tenemos el mismo trato y la misma deferencia, ya sea si nos encontramos en Villa María o en otros festivales, y mantenemos una relación sana y cordial”, relató, y recordó que “con quien tuve una relación más prolongada y doméstica fue con Marcelo Simón, cuando venía al Festival en la década del 70”.
Las cábalas
En la última parte de la entrevista aseguró que “no tengo cábalas especiales para antes de subir al escenario. Sólo apunto mucho a la fe. Yo me preparo para trabajar como siempre, en base a una responsabilidad que es la que merece y exige el público”.
“Siempre me preparo para estar a la altura de las circunstancias, después a veces la cosas salen 10 puntos, otras 8 y algunas 5”, culminó.