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Educación terciaria en la cárcel: primer egresado del Inescer

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Educación terciaria en la cárcel: primer egresado del Inescer
“No me considero un ejemplo, porque estudié por mí y si bien me costó, estoy contento con el resultado”, dijo E.M., el primer egresado del Inescer que inició sus estudios en el contexto de encierro

E.M. rindió en diciembre del año pasado la última materia de la Tecnicatura Superior en Ciencias Agrarias. Inició sus estudios cuando estaba detenido en la cárcel de Villa María y se convirtió en el primer egresado de la institución que estudió en el contexto de encierro

“No me considero un ejemplo, porque estudié por mí y si bien me costó, estoy contento con el resultado”, dijo E.M., el primer egresado del Inescer que inició sus estudios en el contexto de encierro

El proyecto de vinculación entre el Inescer y la Unidad Penitenciaria local permite a los internos estudiar las carreras del terciario. Si bien son más los que inician, pocos pueden terminar la carrera por distintas razones: la principal, es que muchos son de ciudades distantes y al obtener la libertad, vuelven a sus lugares de origen.

Pero E. M. logró superar todas las dificultades y hoy puede exhibir con orgullo el título de Técnico Superior en Ciencias Agrarias.

El camino fue sinuoso, pero “la confianza que depositaron en mí cuando nadie confiaba, ni yo mismo, fue lo que me impulsó a seguir”, dijo E. M. a EL DIARIO.

Prefirió no dar a conocer su identidad porque “la verdad es que cuando uno cumple una condena en prisión, sabe cuándo empieza y cuándo termina; pero la condena social para el que sale en libertad, no sabés hasta dónde puede llegar”, indicó el hombre que hoy ya está trabajando en tareas relacionadas con su profesión, pero sabe que si más personas conocen su pasado tras las rejas, podrían cercenarle oportunidades.

Su historia en la Penitenciaría comenzó en diciembre de 2011, cuando fue detenido. El mundo se le vino abajo y no encontraba la forma de asimilar su condición de privado de libertad. “Me ayudaron mucho la psicóloga y la asistente social; porque en la primera entrevista me preguntaron que quería hacer con mi condena, si pasarla sin más o hacer algo. Yo les dije que quería salir cuánto antes y me explicaron que la llave estaba en la buena conducta, en colaborar en los trabajos, en el tratamiento psicológico y en el estudio. Me di cuenta que la verdadera llave era estudiar, porque eso te posibilita aprender todo lo demás”, dijo.

Influyó mucho también la confianza que depositó en él Mirta Vilella, coordinadora del Inescer: “Después que terminé, me di cuenta que estudié por mí, pero mientras rendía las materias pensaba que no podía defraudarla”, explicó.

Así fue que en el año 2012 inició sus estudios terciarios. “Yo había terminado el secundario hacía diez años, no me fue fácil empezar a estudiar. Y la gente puede decir que un preso tiene todo el tiempo del mundo para hacerlo, pero quiero que sepan que no es fácil. Estás en un lugar, con 60 personas y sos el único que hacés una carrera. ¿Cómo hacés para pedirle silencio? Imposible. Yo aprovechaba las horas del aula y el resto del tiempo, trataba de estar como en una burbuja, concentrado en el texto que leía”, relató.

Así fue que ese primer año rindió tres materias y otras tantas el siguiente.

Luego, al comenzar el nuevo período, logró avanzar más. “Obtuve el permiso para salir de la cárcel y asistir a clases. El primer día fue muy difícil. Salí caminando y cuando me paré al frente del Inescer, sentí tantas cosas que no encuentro palabras para describirlo. Lo cierto es que me iba a volver, pero vino Mirta a buscarme, porque me estaba esperando, tomamos un café y me tranquilicé. Así fue que empecé a cursar con mis compañeros, que hoy ya están todos recibidos, a los que les estoy muy agradecido porque jamás me discriminaron ni apartaron por mi situación”.

Hoy, en libertad, superando el pasado que lo llevó a purgar esos años de cárcel, tiene dos convencimientos. Uno, que “nadie tiene derecho a dañar a otro” y el segundo, “que todos tienen derecho a una oportunidad”.

“Te confieso que yo antes pensaba que no había que darle nada a un preso, que no lo merecía. Hoy entiendo que todos necesitamos una oportunidad. Dentro de la cárcel hay personas y muchas pueden salir mejores si alguien confía en ellos. Yo aprendí que estudiar, que fue mi oportunidad, fue la llave no sólo para acortar la pena; sino la llave que me mejoró a título personal”.

Hoy, lo único que desearía es no tener que cargar con la condena social y les pide a todos que aprendan a valorar “la libertad y el tiempo, que son las cosas más valiosas que tenemos”.

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