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El Estado ausente

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El Estado ausente

Los semáforos de estos tiempos ya no sólo tienen la función del control de tránsito de vehículos y personas, sino que se han convertido en puntos donde, para algunos, son escenarios para actos circenses a cambio de una propina, generalmente mayores de edad y que están de paso por la ciudad. Pero también están los niños y jóvenes, provenientes de los barrios de la periferia, que en algunos casos no superan los 12 años, que buscan la moneda limpiando vidrios.

Esta situación nos debe hacer reflexionar y es un llamado de atención a las autoridades municipales, para que intervengan y le busquen una salida para estos jóvenes en situación de calle, que en algunos casos tienen una historia familiar compleja, donde se requiere una fuerte presencia del Estado para no terminar lamentando males mayores. No basta con los reconocimientos de la Unesco y hacer marketing político, está claro que la Ciudad del Aprendizaje no está llegando a todos los barrios por igual.

Estos niños y jóvenes se encuentran en una situación de vulnerabilidad que nos debe llevar a hacernos la siguiente pregunta: ¿qué se puede esperar de su futuro? La respuesta la podemos encontrar en la historia familiar de uno de los jóvenes que habitualmente vemos en las esquinas. Lo más probable es que siga el mismo camino de sus hermanos. Dos están procesados por robo; un tercero está internado en Oliva con esquizofrenia por causa de las drogas, de quien no se puede esperar recuperación e inserción social por el estado de deterioro de las funciones mentales.

Por el estilo de vida que llevan inevitablemente parecen estar condenados al fracaso, a ser una víctima más del sistema, que está preparado para la represión, pero no para brindarles las herramientas que le permitan salir de ese círculo vicioso. En época de vacaciones no hay actividades que los pueda contener, tampoco pueden conseguir trabajo por ser menores de 18. Entonces quedan a la deriva esperando un milagro o un desenlace trágico.

Hoy vivimos en una sociedad que se moviliza más para pelear por derechos que en muchos casos pueden hasta sonar banales, que dignificar a seres humanos en situación de vulnerabilidad. Como sociedad los ignoramos, miramos para otro lado y hasta tratamos de ocultarlos, pero sin darnos cuenta que estamos sembrando el germen de la violencia, hoy serán dos o tres a los que se les niega una moneda, mañana serán 10 o 15, pasado serán 30 o 40, cuando queramos darnos cuenta ya será demasiado tarde. Pero tampoco seamos ingenuos de creer que son sólo los que vemos en las esquinas, porque en los barrios hay muchos más en las mismas condiciones, que no trasponen los límites de los barrios, que aparecen ignorados y olvidados. Hoy la calle tiene muchas ofertas y tentaciones para seguir el camino del mal, con altísimos riesgos de caer en las garras de los dealer que le ofrecen poder y dinero fácil, o de aquellos inescrupulosos que pretenden aprovecharse de la situación.

Es menester la acción del Estado para encontrar una salida digna y brindarles la protección y las oportunidades que se merecen como seres humanos, porque es función esencial asistir a los más desposeídos, brindando educación, trabajo y el acompañamiento en la formación personal y la contención familiar. Todavía estamos a tiempo, actuemos rápido para no llegar tarde y para que la sociedad no tenga que lamentar otro fracaso.

Marcelo Barotto,

presidente UCR

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