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El «Nene» Miranda se fue a jugar junto a los ídolos imborrables

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El «Nene» Miranda se fue a jugar junto a los ídolos imborrables
Iván "Nene" Miranda

Fue todo en Alumni, desde las inferiores hasta consejero de los dirigentes. Notable goleador y técnico exitoso, pasó a ser leyenda del club y dejó su nombre para siempre

Fue notable goleador, técnico exitoso, dirigente, socio, hincha, colaborador. Fue todo desde, por y para Alumni, resumido en la palabra símbolo… Iván Miranda, el popular Nene, le dijo adiós ayer a este mundo y dejó al fútbol local en estado de luto, aunque enfundado en los colores rojo y blanco.

Hoy lo llora todo el Fortinero con la misma inmensidad e intensidad con la que siempre anduvo el Nene por la cancha o por los pasillos del club.

Murió a los 72 años, después de una neumonía que lo tenía internado en la Clínica San Martín desde hace un par de semanas, cuando alcanzó a mejorar un par de días, pero sin poder salir de la terapia intensiva.

Atrás dejó una huella imborrable, cientos de goles y miles de amigos, una vida de alegrías y de golpes que sobrellevó hasta que la salud le dijo basta.

Más allá de ser archiconocido en la ciudad por su Semillería, fue el fútbol quien le abrió la puerta a la eternidad de su nombre.

Empezó desde pequeño, cuando vivía en el campo, cerca de la Estancia La Negrita, frente a la actual Universidad Tecnológica Nacional, y se escapaba para jugar con sus amigos, uno de los cuales lo invitó a jugar en el Fortinero.

A fines de la década del 50, el Nene entró directamente a la quinta división que conducía Isidoro Luna.

En los entrenamientos en los campos frente a la ruta pesada, entre las calles San Luis y Santiago del Estero, Miranda “era uno de los primeros en llegar a los entrenamientos porque quería elegir el mejor botín”, como lo recordó una vez.

De quinta pasó a Reserva y con poco menos de 15 años alcanzó a debutar en Primera, mezclándose con sus ídolos.

Corría 1961 y el Nene tiraba paredes con el Ratón Martínez, Pelusa Guyón, Tito Ibarra, el Toto Perazzi y su hermano el Pelado, el Perro Alaniz, el Cordobés López y el Tula Bertino, así como los supo enumerar en el libro “Alumni, 80 años de pasión” que, como corresponde, le dio un espacio acorde a su estatura.

Es que el Nene llamó la atención rápidamente. Sus casi dos metros no pasaban desapercibidos y, aunque siempre dijo que el cabezazo no era su fuerte, usaba su cuerpo para batallar contra los marcadores centrales que pretendían neutralizarlo.

El esfuerzo de los defensores era en vano. Miranda se encargaba de romper redes por más que lo apretaran en banda.

“Me dejaban un claro y ‘pum’, al arco”, decía, para darle argumento a su pegada furiosa, que parecía biónica. De hecho, antes que Palermo o que Chilavert, Miranda ya había regalado aquí un gol desde el otro campo, como sólo los elegidos podían hacerlo.

Casi 50 años más tarde, contó aquella proeza: “El más memorable gol que hice fue en cancha de Alumni, creo que en un Nacional. Comenzó el partido, sacamos de mitad de cancha y después del primer toque que me llegó la pelota, desde esa distancia, observé que el arquero todavía estaba acomodándose y metí un zapatazo que fue un golazo”.

Entre aquel gol y otras gestas imborrables, el Nene jugó al fútbol más de 18 años y colgó los botines tras el retorno de la gira internacional de Chile.

A partir de allí comenzó su camino en la dirección técnica. Fue ayudante de campo de Hernán Ríos, consejero de Miguel Brindisi y director técnico en diferentes etapas.

“Era la primera y rápida alternativa que los dirigentes siempre tenían”, reconocía.

Aunque los amigos lo cargaban porque, supuestamente, no quiso a José Luis Villarreal como refuerzo en uno de sus equipos, el Nene condujo a Alumni dos veces a una final del Nacional.

El paso del tiempo y las cuestiones personales lo hicieron a un lado de la línea de cal, pero jamás del club por donde vio a pasar a sus amigos, los hijos de sus amigos y a sus sobrinos, entre tantos futbolistas que fue marcando con pasión.

Siguió de cerca el ascenso y el descenso de los torneos Argentino y Federal, trabajó desde el anonimato y acompañó a cientos de delegaciones en cada viaje por el país, concentrado como si fuese a calzarse el mejor botín que buscaba desde niño en la previa de los entrenamientos.

A su casa fue a visitarlo Brindisi varias veces después de la fama, y también el Zurdo López, un amigo inseparable de los últimos tiempos.

Dicen quienes lo conocían que ya no era el mismo Nene y que su mirada se había deslucido, entristecido, por el amargo sabor de un error humano que se produjo en el círculo de sus afectos.

A pesar de esto siempre estuvo acompañado, así sea por su compañera, por sus innumerables amigos o por el café de las mañanas, cuando se ocupaba de leer el diario, buscando -antes que nada- las últimas novedades del fútbol.

Ahora que se fue de este mundo, dicen que le hicieron un lugar en el equipo de los inmortales, en ese mundo donde no sobran los goleadores ídolos, allí donde el Coco Daher ya lo anotó en la planilla y que Lalo Rodríguez y Daniel Esper le organizan las giras, no sin antes enviar a prender el fuego para el asado, Mientras, en las tribunas, el Pato Cortez infla los pulmones para darle el tono mágico a su trompeta.

 

Frases de un símbolo

En el libro del Club Alumni, donde dialogó con Jorge Daher y el profesor Omar Toscano, el Nene Miranda dejó algunas frases importantes:

– “Los goles que hice fueron, siempre digo, por mucha suerte, estaba en el momento justo, en el lugar adecuado y todos eran valiosos.

– “Alumni es una institución que hay que sentir como propia. Siempre tuvo una mentalidad diferente”.

– “Las épocas buenas van y vienen, pero los dirigentes que tuvo Alumni fueron distintos, siempre querían más”.

– “Es imprescindible el apoyo de la gente, para eso se necesita un buen equipo, un equipo competitivo que esté dentro de los primeros puestos”.

– “No podés cambiar todas las temporadas los once jugadores, pero para eso se necesita una buena cantidad de dinero, fruto de dirigentes que tengan relación con la ciudad, que sean empresarios que puedan avanzar en un proyecto más o menos definitivo.


Tenía la camiseta pegada

Opina Antonio “Tono” Daher
(dirigente de Alumni, socio y amigo)

El Nene era una persona muy apasionada y muy tenaz; a veces exageraba la medida, en ambas características. Fuimos socios durante 40 años. Se proponía algo y no paraba hasta conseguirlo, tanto en el deporte como en la vida. Nos conocimos en 1957, cuando vino al club a jugar en la cuarta división. Jugó 18 años en la Primera división del club; tenía la camiseta pegada o pintada en la piel. Vivía en el campo, en la Estancia La Negrita, y muchas veces venia a caballo o en sulky a entrenar. En 18 años como jugador sólo fue expulsado una sola vez de la cancha. Era un jugador sano, no fue malintencionado. Dejó muchas amistades, tanto en el fútbol. Después de ser jugador, fue ayudante de campo de Hernán Ríos y desde 1980 quedó sólo dirigiendo la Primera división. Era un hombre con mucho fervor.


Puso todo por Alumni

Opina Miguel Angel Juan
(periodista y relator)

Miranda fue uno de los hombres más representativos de Alumni. Marcó la historia más importante del club. Fue parte del Alumni que trascendió las fronteras de la Liga y de Villa María. Fue un gran tipo, un gran amigo, una gran persona. Un gran habilidoso de la vida, que puso todo por Alumni. Decir Alumni es decir Miranda, al igual que un pequeño grupo de hombres que dieron su vida por el club. Miranda fue jugador, técnico y dirigente. Como técnico fue parte del Alumni de mayor trascendencia y fue un hombre que aportó permanentemente a la función dirigencial. Fue un delantero con mucha fuerza. Llegó a hacer un gol de saque; es decir, sacaron, pateó al arco desde la mitad de la cancha y marcó el gol. Cuando los amigos lo cargaban, el sólo contestaba “lo mío está escrito”, siempre contestaba lo mismo. Era un gran lector de EL DIARIO. Miranda no fue jugador, ni técnico, ni dirigente: en Alumni fue todo.

 

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