Liliana vivió una década con una pareja violenta. Lejos de su familia, no encontraba la forma de salir del infierno. Hoy puede contarlo y lo plasmó en un libro que presentó recientemente. “La idea es decirles a otras mujeres que se puede”
“Yo no sabía que a los 54 años se podía volver a nacer”, dice la autora del libro “Volver a vivir”, en el que relata la experiencia de violencia que vivió y la forma en que pudo dejar todo atrás.
Disfrazado de la mejor sonrisa, un manipulador entró a su vida cuando ella estaba instalada lejos de su Villa María natal. Sin familia cercana y separada, él se acercó buscando los aspectos que la hacían vulnerable. Uno de ellos era el compromiso que se nota que Liliana tiene por el prójimo. Por eso, el primer paso para manipularla fue decirle que padecía una enfermedad. Inexistente, por cierto. Pero así fue como comenzó tejiendo una red en la que la violencia y las humillaciones se volvieron cotidianas. “No es mi intención hacer un relato morboso de lo que viví en esos 10 años”, dijo la mujer a EL DIARIO. “Escribí este libro con la finalidad de decirles a otras mujeres que se puede salir del infierno”.
“Yo sentía que estaba muerta, que no tenía salida. Día tras día me había anulado, terminaba amenazada y presionada para actuar como si fuera otra persona. Hasta que un día, con la ayuda de una amiga, me animé a denunciarlo”, dijo.
En la provincia donde estaba radicada le dijeron que volviera a los dos días para que formalizaran la orden de restricción y pudieran retirar del
hogar al violento. “La verdad, elegí otro camino. Pensaba cómo iba a ser mi vida si estábamos en la misma ciudad, cómo iba a evitarlo. En realidad, le tenía mucho miedo”.
Así fue que con la ayuda de su hijo y su exmarido decidió abandonar esa ciudad y retornar a Villa María para empezar de nuevo.
“Al principio fue difícil, pensaba en lo que había dejado económicamente, que era mi trabajo de muchos años; pero lo peor fue seguir teniendo miedo, seguía temblando cuando sonaba el teléfono, pensando que podía volver a buscarme”, recordó.
Su hijo, sabiamente, le dijo que el violento no podía volver “porque ahora no estás sola”. “Y es cierto, acá, además de mi familia, me rencontré con amigos de la primaria, de toda la vida, y volví a vivir”.
Hoy, las horas del día apenas le alcanzan para atender su trabajo, hacer tapices -su pasión-, aprender idiomas, asistir a danza y, sobre todo, escribir.
“Gracias a mi fe en Dios puedo decir hoy que el miedo se fue. Volví a ser la persona que era, alegre, servicial, independiente. No es exagerado decir que volví a nacer”. concluyó.
