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“Esta es una sociedad de indiferentes y la indiferencia mata”

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“Esta es una sociedad de indiferentes y la indiferencia mata”
Alicia Peressutti

Nació en Ucacha, el 7 de junio de 1969. Es máster en violencia de género. Casada, cuatro hijos. Hace 28 años que reside en Villa María. Comenzó su militancia en organizaciones sociales a fines de la década del 90´. Trabajó en el voluntariado con las Hermanas Adoratrices y su tarea la llevó a conocer y construir una amistad con el padre Jorge Bergoglio, hoy el Papa Francisco. Fue una de las fundadoras de un grupo que luego se transformó en la organización Vínculos en Red dedicada al apoyo de las sobrevivientes de la trata de personas. Escribió varios libros referentes al tema. Fue presidenta de la mencionada ONG, cargo al que renunció a fines de 2015, tras ser electa auditora General de la ciudad o defensora del Pueblo, tal como define su área

Escribe Nancy Musa
De nuestra Redacción

“Hagan lío pero también ayuden a arreglar el lío que hacen”. La frase del Papa Francisco se presentó en mi mente mientras hablábamos en la tarde de Viernes Santo compartiendo unos mates con poca azúcar. Fue una charla extensa y cargada de emociones. Lágrimas a granel, carcajadas a granel. Alicia Peressutti es una tipa (con todo respeto por lo de tipa) que hace lío. Rebelde, luchadora, cuestionadora, apasionada y con la dosis de la locura que se necesita para salirse de los esquemas sociales prefijados. En su interior guarda, celosamente, las lecciones que le enseñó la pobreza y todavía siente el frío que invadió sus huesos cuando la nada era todo.

Es la mujer que decidió dar batalla por “las chicas” (como ella cariñosamente les llama), la que se muestra tal cual es, la que está más allá del bien y del mal. Es la mujer que mira serie de crímenes, se emociona con Evita, la que no le teme al debate ni a la protesta, la que vivió en carne propia la marginación, la que nombra a sus hijos a cada instante y también es la que tuvo y tiene el privilegio de ser amiga del Santo Padre.

Simplemente Alicia.

 

-En Semana Santa usted se encuentra, de pronto, con una imputación de la Justicia en su carácter de auditora ¿qué sintió al enterarse?

-Mirá, sentí primero que era mi Vía Crucis de Semana Santa. Me han pasado muchas cosas en otras oportunidades en Semana Santa, cosas dolorosas, pero nunca algo como esto porque también nunca había estado en estos espacios.

Al principio me encerré en la habitación y pensé “no me puede estar pasando esto”. Luego me calmé, recé y me dije este es mi Vía Crucis de Semana Santa.

Le pongo el cuerpo, como lo puse toda mi vida, no hice nada malo, siempre he sido honesta y siempre lo voy a ser. Lo que hago lo hago para la gente y si yo no fuera una persona transparente, esto me lo explicó una psicóloga hace años, no podría trabajar con sobrevivientes de trata.

 

-¿Por qué, les cuesta confiar en alguien?

-Porque la víctima de trata todo el tiempo te mide. En momentos te ama y en momentos te odia, en el fondo nunca confían totalmente.

Una sobreviviente del holocausto, porque eso es la víctima de trata, después no puede confiar, la construcción de la confianza lleva toda la vida.

Todo el tiempo me miden, por eso digo que no hay nada que yo pueda ocultar en mi vida, tal vez hay cosas que no sé cómo hacerlas, pero me jode la imputación porque desde que yo entré a la Auditoría está todo en orden, no me falta nada, porque le jodí la vida a todo el mundo.

Entonces, a ver, no me falta una declaración jurada este año, comerme estos garrones me devastó, en un principio me devastó.

También me pasó que muchísima gente me llamó.

-¿Por un lado el dolor y por otro la caricia?

(Sonríe). Mirá, sin momentos de dificultades no podés saber qué carajo construiste en tu vida (se emociona).

Porque la cantidad de mensajes que recibí de gente que te dice “yo la sigo desde que estaba en las monjitas”, u otro que me dice “la vi en el diario, a usted le hicieron una cama, una vez me ayudó”.

Sentí mucha solidaridad de la gente y de personas de la oposición, de los barrios, de vecinos que han ido a la Auditoría y los hemos acompañado.

 

-Y en el momento en que se sintió atrapada en este inconveniente, lo llamemos así, ¿se arrepintió de haber entrado en el terreno de la política partidaria?

(Risas). ¡Qué buena pregunta! El padre Jorge, yo no le digo Papa Francisco y él me banca así (se ríe). El padre Jorge me decía “no te arrepientas, siempre vas a tener dificultades porque vas a hacer las cosas bien, siempre vas a querer ayudar a la gente, las dificultades no las tienen los que no hacen nada”.

El que hace algo molesta. Imaginate Nancy yo tengo muchas dificultades en mi haber. Imaginate un tipo que yo denuncié hace años porque tenía un prostíbulo, fíjate la bronca que me tiene.

Por eso, te digo que no sé de dónde viene esto, pero me acordé del padre Jorge y no me voy a arrepentir.

No me voy arrepentir de los pasos dados, no me voy arrepentir de un espacio que me dio tanto, yo al lugar me lo puse encima y me calzó justo el traje.

Hace diez años que me ofrecen cargos, te acordás de Cobos, siempre me han ofrecido cosas de distintos partidos.

Hay una construcción que hicimos y no me voy arrepentir, en un primer momento lloré mucho y el que lea esto se puede alegrar, si quiere, porque lloré. Lloré mucho. Y lo digo sin problemas.

Y sobre que vengo saliendo de un proceso de neumonía me quedé sin aire de tanto llorar.

Pero cuando empecé a ver lo otro, los mensajes, el apoyo recordé que el padre Jorge dice que hay que estar atentos a las señales.

Y fueron muchas buenas señales.

 

-Más allá de las buenas señales con el apoyo de las personas que la conocen ¿se sintió contenida por el poder político?

-Sí y de diferentes espacios. Y aclaro que la fiscal hace su trabajo y la considero excelente. Esto hay que separarlo. Por supuesto algunos te contienen y otros no. Pero en estos momentos se ve quién es quién. Para brindar estamos todos (se ríe), para la foto estamos todos, se pone lindo en los momentos de dificultades.

Lloré dos días y ya le puse el cuerpo, porque no hice nada malo y sé que me van a tener que sobreseer. Me demoré en entregar las cosas, pero no hice nada malo.

 

-¿Lo que le pasó con la falta de las declaraciones juradas (de Accastello) fue por ingenuidad o por exceso de confianza?

-Por exceso de confianza cuando entré, porque siempre pienso que todos son como yo y si te digo “ahí están los libros de García Márquez, es porque están ahí”.

Ahora aprendí a rajatabla, aprendí la lección. Porque yo decía o le dedico el tiempo a la gente o me dedico a revisar papeles. Bueno ahora aprendí y me dedico a las dos cosas y no firmo nada hasta no revisarlo muy bien.

De todas maneras a mí se me imputa porque me demoré en contestar, y yo me demoré en contestar porque no sabía lo que tenía. Sirvió la lección, qué triste aprender a los golpes.

 

-¿Se siente bien a cargo de la Auditoría, considera que puede hacer muchas cosas en defensa de los vecinos?

-Me siento feliz. No hay que quedarse en los lugares donde uno no es feliz. Segundo, siento que hicimos un trabajo muy lindo con la gente que trabaja ahí. Tenemos muy buena onda, es un buen equipo y a veces me retan con buena onda diciéndome “dejá de pedir que la gente venga” (risas).

Y viene mucha gente y cuando resolvemos algo estamos todos de fiesta y la gente es muy agradecida y a veces nos llevan los biscochos por eso estamos todas con varios kilos de más (se ríe).

Y nosotros escuchamos a los que van, los acompañamos.

Tenemos un buen equipo y con la misma dinámica de una ONG.

 

-Alicia, ¿cuál es su manera de concebir el poder?

-(Pausa). ¡Qué linda pregunta! El poder es para que los otros puedan. Mi abuela siempre decía que el único sentido que tenía un sello era para que los otros puedan. El sello es un servicio y he visto tanta gente enloquecerse con un sello o por la plata. Dos cosas que enloquecen.

Yo no cambié. Los otros días una señora me dijo “yo la miro en las fotos y usted sigue despeinada como siempre y con la misma calza de siempre” (risas). Y le dije tengo varias calzas, pasa que son del mismo color, pero las lavo (risas).

Te lo cuento para que veas cómo concibo el poder (se ríe). “Despeinada como siempre”, me dijo, no sé si tenía esperanzas de que yo fuera a la peluquería (se ríe).

Te repito, el poder es para que los otros puedan, es para que los demás puedan, ese es el único sentido. A mí ningún espacio me desespera, estoy en un lugar porque siento que hago algo por la gente.

A veces me preguntan qué voy hacer en 2019 (se ríe), imaginate no sé qué voy hacer mañana. Pero nunca voy a estar en un lugar, en un espacio, si no puedo hacer algo por la gente.

 

-Durante la charla, mencionó varias veces a su abuela

-Mi abuela me crió (se emociona y trata de contener el llanto). La noche que se murió mi abuela fue la noche más triste de mi vida, ella lo era todo (pausa). Es la persona que cuando me pasan estas cosas, como la imputación, yo la recuerdo y me digo “a ver, cómo lo vería mi abuela”.

Y mi abuela me diría “llorá hoy, levántate mañana, defendete y seguí adelante, porque tu trabajo trasciende esto”.

(Suelta las lágrimas). Ella se murió cuando yo era adolescente, fue la noche más triste, más triste, porque mi abuela fue todo para mí. Los años que la tuve, cuánto amor me dio.

Mirá, nosotros éramos muy pobres y siempre digo que los que dicen que la pobreza es digna que venda todo y sea pobre, que no hable boludeces.

Sí, uno le encuentra la vuelta y con amor es más fácil, es otro tema. Pero el frío del fondo a cien metros, el no tener puertas en la casa, el elástico de la cama vencido son cosas duras.

Mi abuela no me negaba la dureza, no me negaba la pobreza, pero sí me decía que el amor nos hacía millonarios.

Y la otra noche triste, muy triste que tuve fue la noche que la Policía cagó a palos a mi hijo.

Mi hijo porque era especial, era muy vulnerable, y porque lo cagaron a palos por mí, por lo que yo hago (llora).

 

-Fueron momentos muy difíciles pero, como siempre, le puso el cuerpo y siguió.

-Sí. Son momentos en que todo es oscuro, que por un instante sentís que te morís, pero digo si yo no hubiera pasado por estos momentos, si yo no viniera de donde vengo, qué carajo voy a entender a las víctimas.

Quien no tuvo sed, quien no tuvo hambre, quien no tuvo frío que no diga que sabe lo que es. Vos me has escuchado decir que todo funcionario, todo dirigente que trabaje con el dolor, debería llevarse a una víctima cuarenta y cinco días a su casa. Compartir el mismo baño, el mismo jabón, llevarlo a su casa para poder entender de lo que estamos hablando.

Porque el dolor no es de libros, la pobreza no es de libros.

 

-Hablemos de su cuna, ¿dónde transcurrió su infancia?

-Nací en Ucacha, vivíamos en el campo, siempre vivimos pobres materialmente. Ahora con los años, con los estudios, un poquito más leida puedo decir que hay diferentes pobrezas. Pero hay que tener recursos, herramientas para entender esto. Cuando vos sos niño no lo entendés. Yo era rebelde, siempre fui rebelde, desobediente, la pobreza te disciplina, por eso las cárceles son para los pobres, porque las cárceles son lugares para disciplinar.

El contexto general, no estoy hablando de casos particulares, el contexto general de la cárcel es para disciplinar a los pobres, por qué van los pobres a la cárcel.

Si vos estás en una familia con recursos económicos y tenés problemas de consumo, me gusta hablar de consumo no de adictos, tenés medios, tenés recursos.

En la pobreza no. Yo digo que la pobreza es disciplinadora y a mí nunca me pudo disciplinar, por eso me rebelaba, me escapaba de la escuela, resistía a todo, no tenía plata para la merienda y veía un amiguito que tenía enfrente y él tenía todo.

Y siempre fui cuestionadora, yo cuestionaba todo.

 

-¿Qué es lo que te rebelaba, la injusticia, ver la desigualdad?

-Mi padre trabajaba en el campo y siempre le pagaban dos mangos. Es más saben qué hacían, para no pagarle el sueldo miserable, le decían agarre unas vacas y ordéñelas. Esto lo viví, no me lo contaron.

Entonces mi padre de las tres de la mañana a las siete hacía el tambo para poder cobrar el sueldo, y de las 7 hasta las 7 de la tarde trabajar sin parar, con el tractor, los animales. Muchos campos hacían eso.

Y a mí lo que me volvía loca, lo que me rebelaba era que te decían “usted críe unos animalitos para usted” y cuando estaban crecidos venían los encargados y se cargaban algunos, los animalitos no eran para nosotros, eran para los encargados.

 

-Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas como dice la canción

-(Sonríe). Claro, exactamente. Mi padre murió joven y se murió gastado. Tan bueno mi papá, no lo veía nunca, todo el día trabajando.

En los campos se veían mucho estas cosas, como en los prostíbulos digo yo. Los lugares de aislamiento, ahí se puede someter más a las personas porque hay menos mirada del resto.

 

-Me puede contar como lidió con la escuela, siendo tan rebelde ¿qué le decían las maestras?

-(Risas). Yo soy disléxica hiperactiva, vos imaginate. Con eso que andábamos por todos lados, una tía renegó mucho conmigo (se ríe).

Recuerdo que terminamos en un campo donde había cerca una escuela rural y estaba la señorita Elsa. La señorita dijo qué vamos hacer con esta chica y mi abuela le dijo ella viene acá y tiene que aprender.

Mi abuela tenía claro una cosa, que la escuela era la única oportunidad que yo tenía. La escuela sigue siendo la única oportunidad para el que viene de un contexto, para decirlo fino, de vulnerabilidad extrema o pobre como una rata para decirlo de otra manera.

La escuela era la oportunidad para salir de esa situación, porque si no te quedaba el delito. Así me lo planteaba ella.

Entonces, la señorita Elsa para que yo aprendiera me daba las fichitas. Odiaba las fichas yo y a la señorita Elsa no la podía ni ver (se ríe). Porque los disléxicos, según dicen son inteligentes, pero no conectamos los cables (risas) y hasta que conectamos los cables se te entrecruzan.

Y la señorita me decía te tengo que entrenar para el secundario y hoy se lo agradezco.

 

-¿Le gustaba escribir?

-Sí, siempre escribí y nosotros teníamos velas, el sol de noche se usaba en el comedor, pero después había que apagarlo para cuidar el gas. Y la vela era una por noche, yo la miraba cuando se estaba apagando, qué amargura me daba. Si había mucha luna me las arreglaba (se ríe).

Me acuerdo que vivimos un tiempo cerca de Idiázabal, en una casa vieja, techo de zinc, se llovía.

La habitación nuestra tenía una puerta que daba a la palmera. Y cuando había luna yo me sentaba afuera y escribía. Veía con la luna, ahora no vería nada, por los años (risas).

Mi abuela a la luz de la vela me sentaba a leer, a escribir y a rezar el Rosario. Yo duermo con el Rosario en la mano, siempre me dio mucha paz el rosario.

Y mi abuela me incentivaba a escribir, mirá qué sabia, el ejercicio de escribir ayuda a conectar los cables (risas).

 

-¿Por qué se empezó a interesar en la problemática de la trata de personas?

-Estuve muy mal, muy enferma. En mi vida pasé varias, y hace unos veinte años estuve muy enferma, la pasé muy mal y me salvó el voluntariado. Una japonesa en Córdoba, una médica muy sabia me dijo “haga un voluntariado, la gente que hace voluntariado vive, la gente que come vive”, por eso cuando estoy mal como, te lo dije al principio, me gusta mucho comer (se ríe).

Y la japonesa me dijo que la gente que hace voluntariado llega a vieja. Dicho y hecho.

Así que empecé a ir de las monjitas.

 

-¿Por qué eligió a las Hermanas Adoratrices?

-Porque trabajaban con las personas más necesitadas. Otra cosa que dijo la japonesa, “en un voluntariado busque gente que esté peor que usted, entonces va a consolar a los otros y va a sentir que lo que le pasa a usted no es tan grave”.

Le restás importancia a lo tuyo y le sumás al resto. Cuando vos le sumás al resto, te sumás a vos.

Esto es una ecuación matemática. Hay que dar, hay que entregar.

Te cuento, empiezo con las Adoratrices, hay monjas que no me habrán querido y hay monjas que me marcaron, la hermana Margarita, la hermana Cruz.

La hermana Cruz, dieciséis años atrás, me dijo que yo iba a ir a Roma. Y yo le contesté “usted está chupada con leche”.

Con ella nos juntábamos y comíamos las masitas vencidas de una marca conocida (sonríe), porque a las monjitas les dan todo lo queda.

Y ahí empecé a trabajar con las chicas y fue sanador. Ahí me decidí a operarme, seguí el tratamiento y aquí estoy, sanita y voy a llegar a vieja (risas).

 

-Como dijo la japonesa

-(Risas). Sí, y voy a comer, me van a tener que bancar porque voy a llegar a vieja.

 

-Al padre Jorge, como usted le llama, ¿en qué momento lo conoció y a través de quién?

-Por las Adoratrices. El tiene algo…viste que algunos dicen es un cuadro político, otros que es un analista, pero él es un hombre santo. El siempre trabajó con las villas, trabajó en lugares de mucho sufrimiento.

Cuando lo conocí a él, enseguida hubo empatía. Te decía que cuando uno viene de situaciones complicadas, es difícil la confianza, por eso puedo entender a las chicas. Y creo que el padre Jorge fue clave para mí. Nosotros ya habíamos empezado con Vínculos, él a las monjitas siempre las ayudó, las respaldó y cuando vio la locura mía, viste, no sé, hubo empatía.

Yo siempre fui igual con todo el mundo, nunca acomodé las palabras. Y él tuvo empatía conmigo.

 

-Las malas palabras salen solas

-(Se ríe). Sí, salen solas. Para mí malas palabras son hambre, guerra, odio, violencia, soberbia. Esas son malas palabras, lo otro “me cago en la mierda, boluda, carajo” no son malas (sonríe).

 

-¿Vivió situaciones violentas en su juventud?

-Sí, sí. Porque en los contextos de mucha vulnerabilidad todo es “más”. En las casas son más delgadas las paredes, uno está más expuesto, aparte porque la necesidad tiene una cara de espanto.

La exclusión es dura porque la gente te tiene miedo y encima que vivís situaciones difíciles la misma sociedad te asfixia más.

Siempre digo, porque lo notamos en lo que hago con el voluntariado, que cuando vos vas a juzgar a esa mujer que está en la esquina, parada, que se sube a los autos y que no sabe con qué se va a encontrar, antes de hablar vacíes la alacena de tu casa, vacíes tus bolsillos de plata, y después contame qué estarías dispuesto hacer ante la necesidad.

Después hablemos, no hablemos sobre libros, hablemos sobre realidades. Entonces la mirada cambia.

Y me pasa, porque la gente quiere a Vínculos, nos quiere a nosotros como organización, pero por ahí no quiere a la gente con la cual trabajamos. Me pasa. Una vez me llamó una señora de Buenos Aires y me dijo que tenía un muy buen pasar económico, pero si yo me dedicaba a otro tema que no sea al que me dedico, por ejemplo a personas con discapacidad, “yo la ayudo en lo que quiera pero con las putas no”. Así me dijo.

Y le contesté: señora, voy a morir haciendo esto.

 

-Hay una intolerancia de cierto sector de la sociedad hacia la marginalidad

-Por supuesto. Sabés que le pasa a la gente, yo lo viví cuando era chica y con la enfermedad, la gente tiene miedo, es una sociedad de cagones. La gente se protege de ciertas cosas. Veo que cuando voy a los pueblos a dar charlas sobre trata, la mayoría niega la prostitución, dice acá no hay prostíbulos, pero existe la prostitución circuito VIP y es universitaria.

Ha aumentado un 500% y son chicas y chicos de pueblo. Te dicen no puede ser. Sí, puede ser porque consumen, tenemos que entender que la droga es social y que entra igual en todos los sectores, por más rejas que pongamos.

Y otra cosa que te quiero decir sobre la marginalidad, cuando vos vivís en la pobreza eligen qué vas a comer, eligen a qué hora te acostás porque no podés pagar la luz, entonces todo el mundo te va determinando. Estás todo el tiempo dependiendo. Hay gente que nace, vive y muere sin tener oportunidades, sin un trabajo digno, hay gente que tiene que pensar en qué va a comer mañana.

 

-Cuando escucha ciertos conceptos contra los que viven en la pobreza o calificativos humillantes porque reclaman ¿qué sentimientos le provocan?

-Me pone muy mal. Me pongo muy mal. Mirá, cuando te parás en un reclamo hay que estar horas… yo entiendo todo lo que dicen, soy muy respetuosa. Pero, mirá Nancy, casos como el mío que viniendo de dónde vengo pude ir a la universidad, trabajo con el Papa, hay uno en un millón. ¿Cuántos crees que hay?- El sueño americano no existe.

Por eso trabajo con sobrevivientes de trata, porque son personas que no han tenido oportunidades y todo su contexto es de vulnerabilidad. Es lo que hay que entender.

Pero esta es una sociedad de indiferentes y la indiferencia mata.

 

-Sin entrar a profundizar, porque no tenemos el espacio suficiente, es evidente que hay dos Argentina, un escritor dice la Argentina blanca y la Argentina morena ¿cuál es su pensamiento en este sentido?

-Mirá la guerra civil nuestra duró cincuenta años, no se habla del tema de los gauchos, de los indios. Siempre hubo dos Argentina, nunca lo pudimos subsanar, Sarmiento decía civilización y barbarie. Siempre hubo un Buenos Aires y un interior.

Mirá, los cordobeses brillamos en todos lados porque somos ocurrentes (se ríe), los romanos no invitan a nadie a la casa pero a mí me invitan porque soy cordobesa. Pero, cuando te conocen te miran y dicen “no sos como los argentinos” y a quien se refieren, a los porteños (se ríe).

Hay dos Argentina, el interior que tenemos muchas cosas en común y Buenos Aires. Además, una Argentina más blanca, distinta al norte. Un norte que tiene un montón de necesidades, que tiene un montón de cosas que no se pueden resolver, no sé por qué.

Y dentro de esta Argentina distinta, el norte es uno, el centro es otro, el sur, también se da que hay una franja media que dice “el pobre es pobre porque quiere” sin darse cuenta lo fácil que es transformarse en pobre de un día para el otro o ir a la cárcel.

Si pensaran un minuto en eso, no juzgarían, pensarían diferente.

 

-¿El Papa Francisco está preocupado por la situación del país?

-Sí. El Papa siempre trabajó con los curas villeros, siempre estuvo, entonces tiene su corazón puesto en los que más necesitan.

 

-Está a punto de viajar a Roma y pasar unos días en Santa Marta ¿cuáles son sus sentimientos al alojarse en la residencia del Santo Padre?

-(Sonríe). Primero me da chucho cada vez que voy. Me da cosita, siento una gran responsabilidad. Ahora le llevo las fotos de la casa de Vínculos, nos ayudó la Municipalidad, la Provincia y la Nación. Santa Marta es muy especial, es un lugar de tanto silencio que te aturde. Somos muy poquitos los que vamos, argentinos somos dos o tres que hemos parado ahí.

Es muy raro estar en un lugar cerca del Papa. Es lindo y raro a la vez, tengo sensaciones muy extrañas. Y a veces me pregunto por qué soy una privilegiada entre millones que quisieran ir. Llego, lo saludo y a veces pienso si recibirnos es su cable a tierra. Porque yo siempre lo peleo (se ríe). Es muy raro, es todo un símbolo que yo vaya viniendo de dónde vengo. Es muy raro y rezo mucho. Rezo mucho.

 

-¿Cuál es su sueño hoy ?

-Si vos me hubieras preguntado cuando era niña qué quería ser cuando fuera grande, primero soñaba con dejar de ser pobre y segundo con ser escritora.

Y hoy sueño con un mundo sin esclavitud, lo sueño todas las noches. Sueño con decir “hoy me levanto y va haber menos esclavitud” porque mientras más pobreza hay más esclavitud.

Sueño con un mundo sin violencia y sin esclavitud. Sueño, sueño, sueño.

 

Es muy raro estar en un lugar cerca del Papa. Es lindo y raro a la vez, tengo sensaciones muy extrañas. Y a veces me pregunto por qué soy una privilegiada entre millones que quisieran ir.

Para mí malas palabras son hambre, guerra, odio, violencia, soberbia. Esas son malas palabras, lo otro me cago en la mierda, boluda, carajo no son malas.

Trabajo con sobrevivientes de trata, porque son personas que no han tenido oportunidades y todo su contexto es de vulnerabilidad. Es lo que hay que entender.

El poder es para que los otros puedan, es para que los demás puedan, ese es el único sentido. A mí ningún espacio me desespera, estoy en un lugar porque siento que hago algo por la gente.

Mirá, nosotros éramos muy pobres y siempre digo que los que dicen que la pobreza es digna que vendan todo y sea pobres, que no hablen boludeces.

Hay gente que nace, vive y muere sin tener oportunidades, sin un trabajo digno, hay gente que tiene que pensar en qué va a comer mañana.


Opiniones

Mauricio Macri
El gobernó Buenos Aires que es un gran country, con algunos pobres, pero es una ciudad con superávit. Yo estoy muy preocupada, me dan mucho miedo las idas y venidas. Apunto a la gobernabilidad, pero algunas cosas me dan miedo. Me preocupa que se pueda profundizar la exclusión y veo que no hay derrame. Me preocupan algunas medidas que se van tomando, los tarifazos, los que se quedaron sin trabajo, los que no les alcanza para vivir, la falta de protección a las Pymes. A nosotros como ONG nos están ayudando con la casa y lo reconozco. Pero estoy preocupada y esto no tiene ningún tinte partidario, pero veo los reclamos que tenemos en la Defensoría.

Juan Schiaretti
Me gusta el Gobierno provincial, veo que hay muchos programas destinados a los más necesitados. Hay muchas medidas que apuntan a los que no tienen oportunidades.

Martín Gill
A Martín lo quiero mucho desde hace años. No puedo ser objetiva, en la organización lo queremos mucho. Martín nos ayudó siempre, la Universidad fue un antes y un después de Martín y Cecilia Conci. Ellos confiaron en nosotros, Martín nos abrió las puertas y nos ayudó junto a su equipo. Y creo que es muy difícil ser intendente de Villa María. A mí ni chupada con leche se me ocurriría disputar ese cargo (risas). Martín vive para su cargo, está continuamente trabajando y le tocó una época difícil. Lo vemos en la Defensoría, aumentaron significativamente los reclamos sociales.


Me gusta
Comer, tomar mate y compartir con la gente.

Me encanta
Bailar y el voluntariado.

Me divierte
Estar con la gente que quiero.

Me entristece
La injusticia en cualquiera de los ámbitos.

Me enoja
La corrupción, por culpa de la corrupción existen las mafias, la trata de personas.

 

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