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La poesía, ese espacio humano

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La poesía, ese espacio humano

Escribe Normand Argarate

La presencia de la poeta Diana Bellesi en el marco de las actividades del Festival “Vive y Siente” que organiza el municipio local, confirma el lugar que ocupa la poesía como rasgo cultural de la ciudad

Diana Bellesi nació en Zavalla, provincia de Santa Fe, en 1946. Con una profusa obra que incluye títulos como “Paloma de contrabando”, “El jardín”, “La rebelión del instante”, “Variaciones de la luz” o “La pequeña voz del mundo” entre otros muchos, y que la ubican como una de las voces líricas más notable de su generación, que incluye nombres como Arturo Carrera, Irene Gruss, Javier Adúriz, Jorge Aulicino, Daniel Freidemberg, María Teresa Andruetto o María del Carmen Colombo. Una generación poética que emerge posdictadura militar.

Su paso por Villa María, que consistió en una charla abierta realizada en la Usina Cultural, y una posterior lectura de poemas en el Parlamento de los Niños del Centro Cultural, Leonardo Favio, puso de manifiesto el relieve de esa particular actividad humana llamada poesía, y que en el caso de Villa María, persiste.

Ambas actividades estuvieron coordinadas por la licenciada Beatriz Vottero, de la Universidad Nacional de Villa María y significó el encuentro de poetas locales con un espacio para pensar los modos y los afectos de la construcción del poema. Y como la poesía es indisociable de los efectos que produce, resultó una experiencia maravillosa para todos los que tuvimos la fortuna de asistir.

-El poema se produce en la maravilla del sentido, señala Diana, en un momento de la conversación.

¿Cuál es el alcance de una palabra? ¿Qué produce en nosotros, el ritmo de una oración? ¿Qué dice y qué calla lo que el poema nombra? La poesía es incursionar en el territorio inexplorado del lenguaje y, en ese camino, encontrarse con poetas como Diana es enriquecer esas búsquedas que trascienden lo “literal”.

Durante la charla, la poeta narró sus experiencias vitales como la matriz creadora de su trabajo. Sus largos viajes por el mundo, el contacto con otras lenguas, la diversidad de realidades, todo ello constituyen, señaló, los elementos para habitar el poema: “La poesía es honda y simple como el corazón humano”. En definitiva, una sensibilidad que logra captar esa pequeña voz del mundo, que por debajo del ruido, permanece inexpresiva.

Habló de las influencias, de la manera en que las voces ajenas nos modelan y reconstruyen en nuestro propio decir: “Eso sentí de niña al leer el Martín Fierro, y de joven a Francisco de Madariaga, que me daba el incendio de sus esteros correntinos, a Gabriela Mistral entregándome el corazón de los Andes, a Juan Gelman con su seis enfermeras locas de Pickapoon, a César Vallejos en Poemas Humanos, a Viel Temperley nadando en las lagunas de la llanura bonaerense, a Olga Orozco como una chamana que exhalaba sortilegios traídos de su pampa natal. Y tantos otros, tantos otros, esos poetas que te lanzan a su mundo y es también tu mundo, que te hacen reír o llorar.”

A su vez, en el diálogo con todos los asistentes, Bellesi se mostró interesada por saber quiénes escribían en la ciudad, qué se escribe, y de esa manera fue propicia la ocasión para presentar la figura y obra de nuestra gran poeta Edith Vera. Allí también se destacó que la editorial universitaria (Eduvim) viene trabajando para reeditar parte de la obra de la querida Edith. Por tal motivo, celebramos la realización de estos encuentros y el aporte comunitario que resulta de concretar festivales donde la música, el teatro, el arte, lo educativo, el juego, el aprendizaje conviven en una semana de intensa actividad.

En cuanto a la poesía, Villa María tiene una gran cantidad de poetas, y la exitosa convocatoria que tuvo, confirma ese perfil cultural. De allí, que la visita de esta poeta estimula un campo cultural definido y potente. Entre todos los tópicos que se abordaron, desde la realidad social y las condiciones materiales en las que el poeta escribe, la condición de género, la mixtura entre militancia y arte; hasta la naturaleza del poema o nuestra relación con los animales, sirvieron para pensar la poesía, pero ya no solo como un elemento meramente enunciativo, sino como una ética, una manera de estar e interpretar el mundo. Es decir, una forma esencialmente humana: “Las tareas de esta voz es permanecer atenta a lo inútil, a lo que se deshecha, porque allí, detalle ínfimo, se alza para ella lo que ella siente epifanía. Las tareas de esta voz: desatarse de lo aprendido que debe previamente aprenderse y disminuir así los ecos de las voces altas para dejar oír la pequeña voz del mundo.”

Y aquí, finalmente podríamos indicar la mejor lección que nos deja la poesía y que radica en esa capacidad de escucha, en ese abrirse hacia la manifestación de lo mínimo que se filtra en una entonación o en una imagen que nadie repara. Esa capacidad de darle espacio a lo otro, a los otros, sin dejar de ser nosotros. Es aquello que se llama empatía y que la poesía rescata de sus formas innombrables. Como señala la ensayista Isabel Aráoz, la obra de Diana Bellesi construye una casa de lo humano, donde el habla íntima y cotidiana va enhebrando los pequeños momentos de una vida que no se repliega sobre el lenguaje, sino que se expande en un murmullo cálido para alcanzar aquello que nunca termina de decirse. Como ella misma se presenta: “La tarea de mi vida ha sido la escritura del poema.”

 

La poeta dice de sí

“¿Cuál es el miedo a la poesía? La hija subversiva y díscola de la lengua, con una pirueta de exceso y una demanda de pureza. Su acción es regenerativa, ‘naciendo, nacida siempre’, diría Eckhart. El poema nace en la violenta y amorosa acción que reclama a la lengua volver a hablar. Es por eso la poesía su hija pródiga. Revisa las leyes ordenadoras estancadas en la costumbre o en la hábil manipulación que intenta volverla un instrumento de domesticación, una cueva del mentir, una herramienta de poder para la explotación y la muerte. La emoción personal, herida, amordazada por vastos procesos de socialización non sanctos, se expresa aquí, y se desliga de condiciones como suelen hacerlo los versitos en la cancha o en las marchas cuando la ideología retrocede y el significado avanza, y este movimiento produce un temblor, una sensación de pérdida de la tranquilidad o de estar extraviados en la producción de un acto creativo sobre el que nadie tiene un control total. Ritmo y significado apelan al temblor del otro, a su inalienable poder creador.”

 

Así escribe

Dulcita como la mielita, Nicaragua, Nicaragüita…

 

Fue en la mañana de la plaza de Granada

que lo oí, y a una seño chiquitita llena

de gracia con su criolla falda sentada

como reina de nada a quien pregunté ¿y ese

el que así canta quién es?, le brillaron presto

los ojitos en la cara y su entusiasmo

era una ráfaga temblando hacia los altos

árboles de la plaza, «al amanecer rasga

la noche con su canto y llega la luz»,

dijo, «como si fuera el espíritu santo»

y así la llama de su voz hacía trinar

al clarinero negro más y más arriba

de la rama, entonces comulgué en Granada

mientras ambos pajaritos de Dios cantaban

como hace la poesía del poeta liberada.

 

( de “Variaciones de la luz” )

 

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