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Los números no cierran

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Los números no cierran

Para el autor de la presente columna, “el abultado déficit fiscal pone en duda los resultados del nuevo embate neoliberal en Argentina”


Escribe Alfredo Koncurat
De EKo Consultora
Especial para Peso Específico

El déficit fiscal primario se disparó un 60,7% en febrero, según publicó la semana pasada el Ministerio de Economía de la Nación, un dato más que elocuente y nefasto para la lógica de los manuales de economía clásica, estructurada en un razonamiento simplificado donde el Estado debe cumplir un mínimo rol, dejando que el mercado “acomode” mágicamente sus piezas gracias a “la mano invisible”.

En el sistema neoclásico el Estado debe asumir un diminuto papel y “acomodar” sus cuentas a toda costa, por eso los números rojos preocupan tanto al Gobierno y por ello el tremendo ajuste.

Si analizamos los componentes de este déficit, notamos claramente las prioridades de la política económica: por un lado, menos ingresos por disminución de retenciones, por menores aranceles a las importaciones y por menor recaudación debido al alicaído consumo; y, por otro lado, un mayor gasto en seguridad, ¡armamento! (¿?), y ajuste en educación, en salud, en ciencia, tecnología, etcétera.

 

Gritos a oídos sordos

Terminó ya el primer trimestre del año y no se ven los brotes verdes. La última publicación del INDEC marcó una nueva caída interanual en la industria (-6%) y de la construcción (-3,4%), sectores que son neurálgicos en la creación de empleo y por ende en el bolsillo de los trabajadores que van elevando las voces en reclamos sociales en la medida que el Gobierno aprieta el torniquete y redobla la apuesta: nuevo tarifazo en el gas y aumento para combustibles.

Los paros y marchas se multiplican en todo el país al compás del cierre de empresas: Puma deja el país, SanCor cierra varios establecimientos, Bangho deja de fabricar, Cresta Roja suspende a trabajadores… y podríamos seguir con la triste lista que es un reflejo de las dificultades que está pasando todo el entramado productivo del país con excepción, por supuesto, del sector agropecuario-industrial.

 

Deuda y más deuda

El empecinamiento por cerrar la brecha fiscal con ajuste no alcanza y por ahora la ecuación cierra gracias a la mayor toma de deuda que el país asume desde su historia.

El récord roza ya el lamentable ratio del 50% del PBI. Con todas las reiteradas emisiones el pasivo en moneda extranjera (pública y privada) que acumula la Argentina es de unos USD211.000 millones, un 26% o U$S40.500 millones más que el contabilizado al finalizar la gestión de Cristina Fernández.

Si bien parte de esta nueva deuda fue al stock de las reservas del Banco Central, la mayor proporción se está fugando (más de U$S15.000 millones) o está financiando las arcas del Gobierno nacional y de las provincias que también están aprovechando el festín.

¿Qué pasaría si se corta este magnífico flujo de fondos que proviene del mundo hacia una Argentina que paga por demás bien?

Por ahora los organismos internacionales nos guiñan el ojo, nos prestan dinero pero ya se sabe, hay que esperar que llueva para que los banqueros te pidan que les devuelvas el paraguas.

Con todo, ¿crecerá la economía en este ya tercer semestre? ¿O la sinergia necesaria para que la economía arranque es solo un espejismo y un deseo?

Difícil ser optimista, el país podrá crecer para satisfacer las estadísticas internacionales, pero es ilusorio pensar que este progreso llegue equitativamente a todos los argentinos, y ya sabemos la historia: el hilo se corta siempre por lo más delgado.

 

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