

A 40 años del ya probado y condenado asesinato – considerado martirio por los fieles católicos- de monseñor Enrique Angelelli, el religioso comprometido con la causa de los humildes y postergados, vuelve a tener su monumento en el Espacio de la Memoria de la costanera villamariense, más exactamente, en Catamarca y Bruno Ceballos, donde se descubrió una obra en cemento realizada por el artista local Sebastián Sanz.
En el evento, estuvieron presentes Marilé Caseano y Miriam Angelelli, sobrinas del obispo ultimado y Humberto Jure, secretario de Salud de la Municipalidad de Villa María y ahijado del religioso asesinado. “Este es un acto de memoria para construir justicia”, expresó Miriam Angelelli, encargada de abrir el acto.
“El había sembrado la palabra de Jesús en el corazón del pueblo”, agregó la sobrina haciendo referencia a la intensa labor social que desempeñó su tío y apenas pudiendo controlar el llanto emocionado que acudía permanentemente a su voz.
Antes de comenzar la ceremonia, el dúo Calíope interpretó la canción en honor al Monseñor, “hay que seguir andando nomás” y al descubrir el monumento, el “Salmo vivo a Angelelli”.
Un transgresor
“Fue una vida de entrega, un transgresor y un hombre que amó a su pueblo, a los humildes, a los trabajadores, a los estudiantes, con un amor nacido en el Evangelio y la vida cristiana”, destacó por su parte el intendente Martín Gill. “Su muerte fue y es símbolo de una fe profundamente vivida”.
“Este lugar ha sido consagrado como el paseo y el espacio de la memoria en nuestra ciudad. Sin dudas, debíamos volver a poner el mojón que recuerda a monseñor Angelelli en este, que es su lugar”, señaló el intendente.
“Esa intolerancia terrorista, ese odio traducido en violencia que quitó la vida a diversos pastores de la comunidad de La Rioja y se llevó al obispo Angelelli, creyeron que lo mataban. Pero después de 40 años, estamos convencidos de que no lo mataron, lo sembraron. Y por eso es que su muerte dio y sigue dando tantos frutos”, enfatizó Gill.
Fueron oradores, además, el vicario general de la Diócesis de Villa María, presbítero Alberto Bustamante y Luis Baronetto, biógrafo de Angelelli.
Hacia el final del acto, al que acudieron unas 70 personas, entre las que se contaron sindicalistas locales, funcionarios municipales y el rector de la Universidad Nacional de Villa María y referentes de diversas entidades, se realizó el descubrimiento de la obra realizada por Sanz en homenaje a Monseñor Angelelli.
Quién y quiénes
Enrique Angelelli fue asesinado en agosto de 1976 en La Rioja, adonde había sido enviado en 1968 como castigo por su labor pastoral realizada en Córdoba y remplazado en “La Docta” por el cardenal Raúl Primatesta, estrecho colaborador de la dictadura militar que implantó el terror de Estado en la Argentina entre 1976 y 1983.
En aquel momento, el 4 de agosto de 1976, el deceso de Angelelli, se presentó como un accidente automovilístico por las autoridades militares. Treinta y ocho años después, en julio de 2014, Luciano Benjamín Menéndez y Luis Fernando Estrella fueron condenados a cadena perpetua por el crimen de Angelelli.
“Me van a bajar en cualquier momento”
“‘Vas a tener que ser muy fuerte porque a mí me van a bajar en cualquier momento’, me dijo en un viaje que hizo a Córdoba, cuando ya estaba en La Rioja” recuerda Marilé Caseano (foto), quien por una cuestión familiar compartió mucho tiempo con el sacerdote antes de que éste fuera castigado a La Rioja. “Porque lo mandaron castigado. Pero para él fue un premio”, rememoró la sobrina que fue querellante en la causa, en un paréntesis.
La mujer recuerda que, cuando “el Pelado”, como le gusta llamarlo le dijo que lo iban “a bajar”, ella le preguntó: “¿Y no tenés miedo?” y él le contestó: “Claro que tengo miedo, soy un hombre”, pero estaba comprometido con su misión pastoral y siempre decía: ‘No soy un príncipe, soy un pastor’”.
“Aunque yo era muy pequeño, me marcó mucho, porque en mi casa se hablaba mucho del él. Y mi padre, que era muy amigo, sabía de su labor pastoral con los sindicatos y con los estudiantes. Recuerdo que mi madre lloró muchísimo cuando lo mataron. ‘Mataron a tu padrino’, me dijo. Siempre tuvimos la certeza de que lo habían matado”, recordó Humberto Jure (foto).
“El fue mi padrino porque él me bautizó en el templo del barrio, para una Pascua. Después, sólo lo vi una vez en La Rioja. Pero siempre ha estado presente y tuvo mucho que ver con mi militancia”.