Escribe: Juan Manuel Gorno

Si algo le faltaba a este campeonato cargado de polémicas era que algunos dirigentes -puestos en fila detrás del presidente de la Liga Villamariense, Claudio Martínez- avalaran la violencia en el fútbol, amparados en las formas (y no en la norma) contra una resolución que, a simple vista y gracias a una televisación que jerarquizó el espectáculo, tiene más argumentos que los habituales.

Pocas veces un Tribunal de Penas tuvo la posibilidad de utilizar otros elementos más precisos, además de un informe arbitral, para sancionar a un jugador como en esta oportunidad.

Un referí agredido con un golpe desde atrás no salió inventado de la imaginación de un periodista. Las imágenes televisivas fueron contundentes. Y no se dieron en base a una grabación privada, interna, que solo maneja el Tribunal bajo siete llaves o que pudo ser editada adrede. Fueron imágenes en alta definición, por primera vez en la historia de esta Liga (y de miles de ligas amateurs), que pudieron ser vistas en vivo por muchos aficionados, los de Universitario, los de Rivadavia, los de Colón, los de Alem, los de todos los clubes, incluidos aquellos que esperan un fútbol más claro, despejando las dudas que ya plantearon algunos protagonistas a lo largo de la temporada.

Martínez, en cambio, hoy no actúa en beneficio de esa claridad. Lo primero que hace es inclinarse hacia uno de los dos clubes finalistas y pedir la cabeza de los miembros del Tribunal de Penas, tratando de esquivar bruscamente al mismo reglamento que utilizó para pedir sanción contra colegas dirigentes o jugadores que lo criticaron. Y eso no es todo. Después se tira contra periodistas, utilizando conceptos lamentables, y se para en el pedestal del hombre que lo sabe todo.

Bueno hubiese sido que el máximo directivo del fútbol local se encargara de convocar a la paz, al respeto y a la cordura, sobre todo antes de la definición por un título. Pero parece que hace un tiempo se olvidó de esos valores.