
La cantante sostuvo que la “desesperación por la ausencia es tan incomprensible como el primer día”. En tanto, Luz Felipe, la defensora federal que es sobrina de Ester, dijo tener esperanzas de que se encuentren los cuerpos de sus tíos

Escribe: Diego Bengoa De nuestra Redacción
“Quizás no tengo nada nuevo que agregar. El dolor es el mismo, la desesperación por la ausencia es tan incomprensible como el primer día. Los genocidas y nosotros y nosotras hemos envejecido; Ester y Luis no”.
Desde el México en que decidió radicarse y donde continúa luchando por sus ideales como lo hizo siempre, la cantante villamariense Liliana Felipe le expresó a EL DIARIO sus sentimientos a días de concretarse los alegatos en el juicio que se sigue por la desaparición, tortura y muerte de su hermana Ester y su cuñado Luis Mónaco.
El debate oral y público está en la instancia final. Y Liliana, entonces, nos recuerda que los genocidas “no dejaron vivir” a Ester y a Luis, pero paradójicamente “los eternizaron”.
La talentosa artista admitió que la sigue impactando “la indiferencia de los criminales”.
Y ahí en esa confesión asomó otras de sus banderas, la del amor y el respeto por los animales. Entonces recalcó que la de los represores “es la misma indiferencia de los matarifes en los mataderos y de los que perpetúan esta barbarie”.
“La Justicia argentina está dando un gran paso. Esa justicia se debe extender a todos los seres vivos”, afirmó. Y deseó: “Ojalá el país todo expulsara a Monsanto y a todas las granjas industriales. Ojalá pudiéramos entender que los animales humanos hemos hecho un infierno en la tierra para los animales y que la violencia toda, comienza con el maltrato animal”.
“Ester amaba los animales. Estoy segura de que hoy lucharíamos juntas por defenderlos”, confió la artista.
Por otro lado, también consultamos a Luz Felipe, defensora oficial federal que es sobrina de Ester, hermana de su padre.
La funcionaria dijo estar “muy expectante” por la resolución del juicio y valoró el hecho de que el caso pudiese llegar, primero, a la Justicia y “que la misma Paula (hija de Ester y Luis) y Liliana pudiesen dar su versión de los hechos y de cómo fue el proceso interno de sobrellevar lo que ocurrió”.
Calculó que la sentencia podría estar llegando para abril o mayo del año próximo y precisó que los alegatos ya comenzaron. Primero alegan los querellantes, luego lo harán los fiscales y finalmente los defensores de los acusados.
Expresó que “nunca se pierde la esperanza de que aparezcan los cuerpos” de sus tíos y ante la pregunta de cómo toma que algún sector de la sociedad demande que se termine de revisar el pasado, fue contundente: “Todas las víctimas y los que han sufrido de alguna u otra forma tienen el derecho de que se haga justicia. Celebro la posibilidad de que se estén realizando los juicios y espero que se hagan todos los debates en los casos que las familias lo requieran. No importa si Menéndez tiene 2, 25 ó 50 condenas a prisión perpetua: a estos personajes les da lo mismo, pero las víctimas tienen derecho a que el caso sea tratado en la Justicia”.

Una psicóloga y un periodista arrancados de su pequeña hija, Paula
Ester nació en Villa María y viajó a la capital cordobesa en los sacudidos días de la década del 70 para estudiar y luego ejercer como psicóloga, profesión que desempeñó en hospitales. Vivió con una amiga en barrio Clínicas y fue militante del ERP. A mediados de la esa década, Ester volvió a esta ciudad junto a su pareja, Luis Mónaco, un camarógrafo de Servicios de Radio y Televisión de la Universidad Nacional de Córdoba (SRT), que había sido cesanteado por “zurdo”.
Hijo de un reconocido pintor cordobés, Enrique Mónaco, Luis comenzó a trabajar en el tradicional puesto que la familia Felipe tenía y tiene en el Mercado de Abasto. Acá en Villa María se casaron y tuvieron a Paula, su única hija, quien hoy -como su tía artista- reside en México, donde es periodista y denuncia, expone y se compromete con la barbarie que sucede en ese país.
El 9 de enero de 1978, la familia Felipe recibió un llamado telefónico de alguien que dijo ser compañero de Luis en Radio Universidad, que contó que pasaría por Villa María y que necesitaba la dirección para concurrir a saludarlo, hecho que no se produjo.
Esa noche, Ester y Luis cenaron en la casa de los Felipe. Como Luis debía viajar a Córdoba a la madrugada, Ester y su beba Paula se quedaron a dormir ahí y Luis volvió a su departamento de calle Catamarca, donde fue secuestrado luego de la medianoche. Minutos después, los represores llegaron a lo de los Felipe, dejaron atados de pies y manos a los padres de Ester y se la llevaron. Paula tenía 25 días y dormía en su cuna.
De ahí según lo que se refleja en el juicio los llevaron a La Perla, donde permanecieron cerca de una semana y posteriormente fueron trasladados para fusilarlos, sin que se determinara el destino final, ya que no se encontraron los cuerpos.