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Para algunos, un piropo; para nosotras, acoso

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Para algunos, un piropo; para nosotras, acoso

¿Cuántas veces caminaste de noche, te cruzaste con un hombre y te sentiste aliviada cuando pasó al lado tuyo sin hacer ni decir nada?

Escribe Celeste Coschica

La Ley de Protección Integral a las Mujeres (26.485), en su artículo 5º, sobre los tipos de violencia, inciso 5, establece que la violencia simbólica es: “La que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”.

Para el sociólogo francés Pierre Bourdieu, el concepto violencia simbólica refiere a una relación social donde el “dominador” ejerce un modo de violencia indirecta y no físicamente directa en contra de los “dominados”, los cuales no la evidencian y/o son inconscientes de dichas prácticas en su contra.

Esta violencia está interiorizada y naturalizada hasta el punto de que creemos que las cosas “siempre fueron así”, lo que lleva a que los lugares que se ocupan dentro de la sociedad no sólo son incuestionables, sino también inmutables.

Ejemplos se pueden citar varios, pero hay un tema recurrente entre las mujeres que las lleva a modificar conscientemente pautas de conducta para evitarlos: el “piropo” callejero.

¿Cuántas veces caminaste de noche, te cruzaste con un hombre y te sentiste aliviada cuando pasó al lado tuyo sin hacer ni decir nada?

El acoso callejero es una forma de violencia machista que sufren las mujeres de manera cotidiana cuando transitan espacios públicos. Comentarios sobre su cuerpo, insinuaciones sexuales, silbidos, roces o hasta una cierta persecución son algunas de las formas más comunes de acoso a las mujeres.

En líneas generales, los hombres no perciben a los acosos verbales callejeros hacia las mujeres como actos violentos, se transformó en una práctica naturalizada, parte de la “normalidad” de las prácticas cotidianas.

El proyecto “Argentina Cuenta La Violencia Machista”, organizado por las pioneras de la marcha “Ni una menos”, realizó el primer “Indice Nacional de Violencia Machista” de forma virtual. De los resultados se desprende que el 97% de las mujeres, siente o sintió alguna vez acoso callejero.

 

Manoseo verbal

Diferentes edades, diferentes realidades, pero con un punto en común. EL DIARIO consultó con mujeres de la ciudad, que expresaron su experiencia en la calle: “En repetidas ocasiones me pasó que me dijeran cosas por lo bajo cuando pasaba frente a un hombre o un grupo de ellos. Es tal el malestar que me genera que casi me siento manoseada verbalmente”, contó Carolina.

“Es una mezcla de impotencia por no sentirme capaz de contestar, por miedo a las consecuencias, claro; y asco por lo que dijeron. Cada vez que presiento que me pueden decir algo por la calle, si tengo una remera que puede llegar a ‘dejar ver algo de más’, me tapo como puedo, camino más rápido, bajo la cabeza. Me da pudor que miren un centímetro más de mi piel y me juzguen de esa forma. Me ocurrió dos o tres veces que luego de decirme cosas me ‘persiguieran’ un par de segundos y cuando no conseguían respuesta, dejaban de hacerlo”, agregó.

Yasmín expresó que hace unos años sí escuchaba algún piropo: “Pero de esos que no te da gusto escuchar. Ahora creo que porque me ven con mis hijos no dicen cosas”.

A Sofía le ha pasado un montón de veces: “Se pasan con las cosas desagradables que dicen. Pero el más feo fue una vez que venía caminando, escribiendo con el celular, atenta a cómo caminaba, pero no veía quién venía adelante mío. Cuando levanto un poco la vista, veo a un hombre a dos centímetros de mi cara, casi para estamparme un beso. Lo logré esquivar por reflejo, pero me quedé helada y lo escuché decir una barbaridad. Te dan ganas de reaccionar pero a la vez quedás congelada, asustada y con mucho asco”.

Stella dice que ya no le dicen piropos y cree que es algo menos común en la sociedad de hoy: “Era linda la época en que pasabas y te decían cosas lindas, aunque a veces eran muy ordinarios. Creo que los hombres ahora ya no se atreven. Cualquier cosa que digas es acoso o estás violentando a la mujer y se cuidan”.

Algunas hasta eligen desviar sus caminos cuando caminan solas por la calle: “Desafortunadamente, me veo obligada a evitar a cierta hora algunos lugares, a la noche tarde y a la siesta. Me siento insegura y vulnerable yendo sola”, contó Carolina.

A Denise, cuando alguien se desubica con ella en la calle o escucha un comentario fuera de lugar, cambia su humor: “A mí me predispone mal, me cambia el humor. No me cambia cuando te dicen ‘Sos el amor de mi vida’ o algo así, pero el resto de los comentarios sí. Yo lo vivo como violencia, siempre es sobre lo mismo. No te dicen qué linda sonrisa, siempre se refieren a los órganos reproductivos, a tus lolas, tu cola, todo”.

“Yo a veces contesto. Pero hay límites y se sobrepasan. Creo que últimamente hay más acoso, no tanto ‘piropo’. Te dicen todas las cosas que te harían sexualmente con total impunidad”, agregó.

“Muchas veces agachamos la cabeza y buscamos que no nos vean. Y siempre se asocia a las obras en construcción, pero  me han dicho obscenidades personas que pasan al lado mío vestidas de traje camino a la oficina.  Me han seguido algunas cuadras diciéndome cosas, que aunque no me toquen, una se siente manoseada  igual”, detalló.

“Yo cambio mi vestimenta, no muestro un poquito de piel, lo evito. Ya es inconsciente, pero lo hago. Voy a caminar y me pongo remeras cerradas, no uso escote si tengo que usar el colectivo.  Tampoco sé qué  logran haciendo eso.  Cuando camino con un amigo siento placer porque voy relajada de que no voy a tener que vivir esas situaciones, en el fondo es horrible tener que sentir eso, pero es así”, finalizó.

Buscar ser tratada con respeto. Eso es en el fondo lo que todas quieren. Muchas veces el hombre expresa que si a ellos les ocurriera lo mismo, no se sentirían acosados o, peor aún, tienen la idea de que las mujeres disfrutan esto en secreto. Existe una incapacidad de las personas para sentir empatía. Ponerse en el lugar del otro para tener una perspectiva distinta.

Es perturbador, pero el que piropea a las mujeres por la calle sabe que no persigue un objetivo concreto, que no obtendrá una respuesta satisfactoria a su comentario. Cuando te gritan algo, no están esperando invitarte a salir, están intimidando y lo saben. Es una forma de humillar, de reafirmar el control del hombre sobre la mujer, la sumisión: “No lo vas a poder evitar, tengo el poder”. El piropo callejero no es un halago, es una amenaza.

 

Diferentes conceptos

Halago: se da entre personas, indistintamente de su género, y entre conocidos o, en caso de ser desconocidos, son ciertos marcadores discursivos que muestran al interlocutor que la intención es respetuosa.

Piropo: son comentarios halagadores, aunque no es lo mismo que decir que son halagos, que hace el hombre sobre la mujer. Hoy en día el piropo ya no es el verso poético rimado, hoy en día se limita sencillamente a “qué bonita”, “sos hermosa”, y expresiones que lo único que expresan es admiración por el aspecto de la mujer.

Acoso callejero: mucha gente se queda en las palabras, cuando en realidad el contexto, el cómo, el dónde, el cuándo, el tono, la postura, todo eso es lo que hace realmente al acoso callejero. Se trata de una forma de intimidación, es hostigamiento constante en la vía pública.

 

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