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A través de una carta, las Hermanas Adoratrices se despidieron y le agradecieron a Villa María

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A través de una carta, las Hermanas Adoratrices se despidieron y le agradecieron a Villa María

Como informáramos, la congregación católica que realiza trabajo social con personas en situación de trata se va de la ciudad. La superiora envió su saludo y agradecimiento a la comunidad”

“Queridos amigos:

Santa María Micaela, fundadora de la congregación

Estas palabras nacidas en lo profundo de mi corazón quieren ser la expresión del sentir de las Hermanas Adoratrices de Argentina.

En 1991, un pequeño grupo de hermanas, acompañadas por jóvenes de nuestra Residencia de Córdoba, realizaron una misión mariana por las casitas de la ruta pesada. La Virgen María fue la que nos abrió la puerta para poder entrar en esta ciudad. Fuerte fue la experiencia que las misioneras nos compartieron al regresar. Por ser novicia, no pude venir a Villa María, pero quedamos en reserva, rezando por las que iban y, sobre todo, por las que recibían la visita de la Madre.

A partir de esta fuerte experiencia, de todo lo compartido esos días y del pedido de monseñor Disandro, obispo de la Diócesis, es que las Adoratrices, siguiendo el espíritu audaz y arriesgado de Santa María Micaela, comenzaron los preparativos para la fundación.

Primero se alquiló una casa pequeña, que albergaba a las primeras Adoratrices. Un 6 de enero de 1992 se quedaron a hacer vida el carisma, a adorar a Jesús y a compartir sueños, ilusiones, proyectos y dolores con tantas jóvenes y mujeres.

Las Adoratrices fueron sembrando y recogiendo amor. Tantas son las hermanas que a lo largo de estos casi 25 años entregaron lo mejor para que muchas hijas de Micaela pudieran hacer experiencia del amor y la misericordia de Jesús.

No caminamos solas, muchísimas son las personas, los rostros y los corazones que se sumaron a esta hermosa aventura, compartiendo tiempo, dones, capacidades, trabajo, bienes, tantas ilusiones, proyectos y desafíos enfrentados juntos, para que la obra pudiera realizarse.

Muchas son las jóvenes y mujeres con las que día a día compartimos vida, que nos abrieron el corazón y nos permitieron ser compañeras de camino, enfrentando dificultades y superando desafíos, alcanzando metas y cumpliendo sueños.

Hoy con dolor, pero sabiendo que de cada poda nacen brotes nuevos, nos toca decir adiós. No ha sido fácil para nosotras esta decisión, que responde a un proceso que como congregación estamos viviendo. Muchas de las Adoratrices que con tanta ilusión y generosidad sembraron el carisma en Villa María hoy están junto al Padre Dios y desde allí nos acompañan en este momento.

En Villa María quedan nuestros mejores recuerdos, parte de nuestras vidas, corazón agradecido a las queridas chicas que nos abrieron las puertas de su corazón y de sus casas, que nos compartieron vida y nos permitieron acompañarlas en un trecho de camino. Nos confiaron lo mejor de ellas mismas, sus hijos, a quienes vimos crecer.

Gracias a todas las personas que sumaron su trabajo, sus capacidades y esfuerzo, que compartieron recursos y en muchos momentos nos salieron al paso, para que la obra pudiera seguir adelante. Tantos bienhechores anónimos que aportaron su grano de arena. Gracias al grupo de amigas, por el ingenio, por la disponibilidad y todo lo que han hecho para que los panes y los peces se multiplicaran y nadie quedara sin lo necesario.

Gracias a los obispos y sacerdotes que hicieron presente a Jesús cada día en el altar, que nos explicaron su Palabra y animaron la marcha.

Gracias a las autoridades provinciales, municipales, a todas las instituciones públicas y privadas por tanto bien recibido.

A las queridas Hermanas Adoratrices que forman hoy la comunidad y quieren de manera especial decir “gracias, Villa María”, gracias, queridas amigas y amigos, por estos casi 25 años de vida.

Hoy, con corazón agradecido y lágrimas en los ojos, tenemos que decir adiós. Gracias a todos de corazón, y sólo me queda decir: ‘Bendito Dios que nos llevó allí y nos hizo participar de la vida de esta ciudad y bendito Dios que hoy nos lleva de allí’.

Con enorme gratitud, los saludo deseándoles que Dios recompense tanto cariño y vida compartida.

 

Hermana Gabriela Valot,

superiora provincial

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