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Abrazos al Mediterráneo

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Abrazos al Mediterráneo

DESTINOS/Croacia/Opatija

 

Escribe Pepo Garay ESPECIAL PARA EL DIARIO

Al viajero le nombran Croacia y de inmediato piensa en Dalmacia, la región más loada del país del este europeo. Sin embargo, la nación balcánica también guarda varias preseas en el menos conocido extremo occidental. Más precisamente en la península de Istria, donde el Mediterráneo vuelve a lucirse. Como en Opatija, ciudad ignorada por la mayoría de los argentinos, y que así y todo tiene mucho para ofrecer.

Hablamos de una urbe de rasgos elegantes, herencia de los tiempos en los que supo ser búnker vacacional de la aristocracia, durante el esplendor del Imperio austro-húngaro (desde mediados del siglo XIX hasta principios del XX). Un rostro que hoy se acomoda a la clase media, cuyos miembros disfrutan de bonitas playas, una costanera de movimiento vital y varios íconos que traen al presente los tiempos viejos.

En ese sentido, sobresalen construcciones como la romántica Iglesia de Nuestra Señora de la Anunciación (con doble torre y singular cúpula verde), la Iglesia de Saint Jakov (levantada sobre un antiguo Monasterio Benedictino del siglo XV), el Grand Hotel Kvaner y el Villa Angiolina (otrora uno de los tantos hoteles de lujo locales, hoy acoge un museo donde descubrir la época dorada de Opatija), la emblemática Casa Suiza (todo un canto a la arquitectura centroeuropea, actualmente hogar de la oficina de turismo), el Pabellón de Arte Juraj Sporer y los preciosos parques de Saint James (atención a sus jardines botánicos y fuentes con esculturas de Helios y Selene, dios griego del sol y diosa griega de la luna, respectivamente), de Angiolina (tan florido, se besa con la costanera) y de Margarita.

 

Cultura local en el “Lungomare”

Aun cuando todavía se pueden ver ferraris y lamborghinis paseando frente a la línea de mar (reviviendo esa ilusión de la “Montecarlo croata”) Opatija, ya se dijo, se alista para bolsillos menos acaudalados. Es muy familiar el ambiente, con mayoría de croatas dándole vida a una cultura caracterizada por la buena atención a los visitantes y un carácter fuerte, que recuerda a los vecinos italianos (ayer dueños de esta parte del país).

La influencia “tana” se aprecia también en algunas denominaciones: “Lungomare”, se la llama popularmente a la costanera, que convida con playa y varios restaurantes para disfrutar de deliciosos pescados y vinos, otros clásicos de esta zona de los Balcanes. La idiosincrasia puramente croata late también, por ejemplo, en los niños que juegan al handball sobre la arena (un deporte de notable ascendente en el país).

El Mediterráneo se luce óptimo en los balnearios que bañan la extensa costa de Opatija, y en sitios específicos como el pequeño puerto (desde donde salen las excursiones en barco a algunas islas cercanas como Losinj y Cres, hábitat de defines) y la “Maddona del Mare” (monumento que se alza sobre un acantilado rocoso, de hermosas postales marítimas).

 

Panorámicas desde el Monte Ucka

Para el final, queda recorrer el rosario de pueblos históricos (Icici, Ika, Lovran, Volosko…) que se conectan con Opatija a través del mismo “Lungomare”, y visitar el galardonado Monte Ucka. Pico de unos 1.400 metros que capitanea la cadena que cubre las espaldas de la villa, y que permite ese clima tan agradable durante la mayor parte del año.

En las laderas, descansa el Parque Natural Ucka, ideal para realizar circuitos de trekking que llevan a cascadas y cañones, de un verde que sorprende para un país tan rocoso como Croacia.

Desde las alturas, ayer transitadas por huestes romanas, las tremendas panorámicas hermanan aún más a Opatija con el mar. Bendita sea la comunión.

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