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De las más lindas del mundo

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De las más lindas del mundo

DESTINOS/Sudáfrica/Ciudad del Cabo

Mixtura de cultura africana y europea, la preciosa metrópoli cuenta preseas de a montones. Arquitectura, espacios verdes, playas, historia y ambiente insólito para el continente, enmarcados por la impronta de la Table Mountain

Escribe Pepo Garay
Especial para EL DIARIO

1) Icónica montaña – Considerada como una de las urbes más lindas del mundo, Ciudad del Cabo presenta varios íconos que le justifican la fama. Entre ellos, ninguno se luce tanto como la Table Mountain. Espectacular montaña con forma de meseta en altura, que despliega virtudes palpables desde casi todos los puntos del mapa.

Para llegar a su cima, clímax del Parque Nacional que comparte nombre con el cerro, hacen falta un par de horas de caminata en subida (el circuito a pie más atrapante parte de los hermosos Jardines Botánicos de Kirstenbosh), o un suspiro en teleférico. Amén del “medio” elegido, el premio es el mismo: Una impresionante vista de la ciudad y sus alrededores, lo que incluye la inmensidad del océano Atlántico y gigantes vecinos como Lion’s Head (“Cabeza de León”) y el Pico del Diablo.

 

2) Urbanidad a pleno – Tras el paseo por las alturas, los llanos de Cape Town (nombre en inglés de la metrópoli) invitan a recorrer un plano urbano que destaca de veras. Al centro y sus edificios en altura, se le suman construcciones célebres como el Castillo de Buena Esperanza, los Jardines de la Compañía y la Catedral de San Jorge.

Luego, surge el apenas más retirado barrio malayo de Bo- Kaap y sus multicolores casitas, y los antiguos ghettos, tan tristemente célebres durante la oscura época del Apartheid (en la plenitud del siglo XX, cuando el 10% de la población blanca de Sudáfrica lo tenía todo, y el 90% negra, migajas y exclusión).

Muy distinto resulta Green Point y las coquetas zonas del Muelle (o Water Front) y Sea Point. Esta última se presenta en formato costanera, de la mano de bares y restaurantes (muchos exclusivos), y besos con playas.

 

3) Playa y mar (con historia) – De playas hablamos, de la mar, y hace falta un párrafo aparte. Cape Town, tan urbana, también es muy natural. Buena parte de  la simbiosis hay que agradecérsela a los balnearios. Arena pulcra y olas bravías, ideales para surfistas, hacen al panorama en el sector oeste (aledaño  al ya citado Green Point), donde sobresalen sitios como Queens Beach, Clifton Beach y Camps Bay Beach (todos parte de las bahías homónimas).

Siguiendo el contacto con el Atlántico, resulta casi obligatorio realizar las excursiones hasta el escarpado y salvaje Cabo de Buena Esperanza (punto clave del continente, donde prácticamente se dividen el océano Atlántico y el Indico) y a Robben Island. En esta isla habita la cárcel-museo donde un tal Nelson Mandela, en plena época de luchas contra la segregación racial del Apartheid, pasó 18 años de su vida.

 

4) Pueblitos encantadores y viñedos – Vuelven a llamar los alrededores, esta vez para visitar pueblitos encantadores como Muizenberg, Fish Hoek, Simon’s Town o Kalk Bay (cuatro al azar, hay montones). Rincones relajadísimos y bien parecidos, a su vez envueltos en playas de relax (la de Boulders alberga una gigantesca colonia de pingüinos)  y telón montañoso.

La otra opción, altamente recomendable, es darse una vuelta por los viñedos, también marca registrada de Cape Town y su zona de influencia, y de la Provincia Occidental del Cabo en general (referente mundial de la producción vitivinícola).

En las adyacencias  de Stellenbosch, respiran más de cien bodegas. La mayoría se puede visitar, aprovechando la ocasión para degustar vinos de alta calidad y quesos gourmet (los de cabra son un clásico). El mejor regalo, con todo, son los paisajes  de viñedos con fondo montañoso. Verdaderamente, un sueño.

 

5) Africa y Europa, todo junto – La vuelta al corazón de Ciudad del Cabo, sirve para profundizar la mirada y palpitar la pintura antropológica local, muy variopinta ella. Pocos rincones de la tierra mezclan tan bien la esencia de dos continentes: Africa y Europa.

Africa vive en la alegría de los negros, ruidosos y de carcajada fácil, bailarines, auténticos, despreocupados, inspiradores. Son los que componen la gran mayoría del padrón, y tiñen el asfalto con su cultura milenaria.

Europa, en tanto, se percibe en la supremacía blanca (en términos políticos y económicos), en el ambiente de negocios del Down Town, en el orden y la limpieza general (un casi imposible en el resto de las grandes metrópolis africanas), en las ya nombradas zonas “cool” de la ciudad.

Mixtura que hace al deleite. Al menos del de cualquier viajero que se precie.

 

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