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En Hong Kong hay pasión por el fútbol, la milonga y los vinos argentinos

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En Hong Kong hay pasión por el fútbol, la milonga y los vinos argentinos
Bárbara Maggia Ferdinandi con su hijo Mateo, en la ciudad en la que viven. Pronto visitarán Villa María

En el año 2000 dejó el barrio Bello Horizonte, con padres y hermanos y hace un lustro decidió abandonar Nueva Jersey, la ciudad que la había adoptado, para instalarse en Hong Kong. Desde Asia contó que se habla “muchísimo” de Argentina

Bárbara Maggia Ferdinandi con su hijo Mateo, en la ciudad en la que viven. Pronto visitarán Villa María

Del barrio Bello Horizonte donde pasó su niñez y adolescencia, a Nueva Jersey donde residió más de una década, hasta instalarse hace un lustro en Hong Kong, en el sur de China.

Distantes puntos del mapa en los que transitó etapas de su vida tan diferentes como las naciones que la cobijaron.

Bárbara Maggia (34) dejó su casa de calle Viña del Mar en el “Belleti” de Villa María en julio de 2000 junto a sus padres y sus dos hermanos, Valentina y Santiago, para radicarse en los Estados Unidos. Todos ellos siguen en Norteamérica, excepto su mamá, que meses atrás retornó a nuestra ciudad.

“Con buenos o malos gobiernos tenemos la posibilidad de votar, allá y acá, y eso vale mucho”, señaló

Maggia estuvo en Nueva Jersey, pegadito a Nueva York, hasta hace cinco años, cuando junto a su pareja y su hijo se instaló en Hong Kong, lugar al que caracteriza como una urbe “pequeña” de “eficiencia y orden”, en donde residen cerca de 7 millones de habitantes “en torres gigantescas y rascacielos alrededor de una gran montaña que es la isla de Hong Kong”.

 

Bárbara se entusiasmó al hablar de las diferencias entre la ciudad que la adoptó hace media década y ese país.

“La China mantienen un sistema comunista, mientras que Hong Kong es una región con cierta democracia, en la que se elige a sus representantes, ya que la gente puede votar. Si bien muchos sostienen que casi todos los dirigentes políticos están orquestados por China, acá se vota y en China no”, marcó.

Por eso, “se dice que hay dos sistemas y un país”, repasando que Hong Kong “era una colonia inglesa hasta 1997 cuando terminó el alquiler del Reino Unido por cien años y fue devuelto a China con la condición de que se mantendría la democracia que habían tenido por un siglo”.

– ¿Se habla de Argentina?

– Se sabe muchísimo de nuestro país. En lo deportivo hay un grupo que se llama “albicelestes”, así en español, conformado por chicos hongkoneses que son fanáticos de la selección de fútbol, y que saben mucho más que yo y cualquier otro ciudadano argentino. Se juntan en bares, por lo general a la mañana, a ver los partidos. Se ponen la camiseta, pelucas de colores y estudian español en las universidades. Son muy buena onda.

También se conoce a la Argentina por los vinos, acá todos los consumen, son famosos y muy bien apreciados.

Y por otro lado, ocurre un fenómeno con la milonga, algo impresionante. Menos los lunes, se baila todos los días de la semana. Y no se trata sólo de barcitos en donde se la escucha y la gente sale a bailar, sino que son totalmente profesionales, tienen sus zapatos traídos de Argentina, hechos a medida. He ido a un par de tangos y ni me animo a pararme, porque todos estos hongkoneses son ultra profesionales, con sus vestidos y sombreros. Es un honor verlos disfrutar tanto de algo tan nacional.

– ¿Y es muy distinta la vida allí que la que encontraste durante más de diez años en Nueva Jersey?

Sí. Aquí, por ejemplo, no se necesita manejar, algo que en Estados Unidos necesitás porque las distancias son extremas y requerís de un auto, aunque no precisamente en Nueva York porque tenés un sistema de metro que es viejo pero bueno.

Acá en Hong Kong el sistema de transporte es uno de los mejores del mundo y es muy barato. Los trenes nunca llegan tarde, vienen cada dos minutos y están cubiertos por ventanales de vidrio que los hacen muy seguros.

Es algo muy positivo para alguien que trabaja, porque estás de puerta en puerta y no lidias con el tráfico ni embotellamiento, que si uno manejara auto tendría que vivirlo porque el tránsito es bastante caótico.

Acá se puede estar en cualquier momento a cualquier hora del día en un lugar determinado gracias al subte.

– ¿Hay alguna semejanza con tu vida cotidiana en la Argentina?

– Es totalmente diferente y no le hago mucha justicia diciéndolo, porque es realmente otro mundo. Acá la gente vive rápido, no habla en los almacenes, no duerme la siesta, no para nunca. Para almorzar lo hace en sus escritorios o sale a comer pero muy rápido. Es otro sistema… pero que funciona. El hecho de que los ciudadanos no sean proclives a tener una conversación en un almacén o carnicería, que tampoco existe, hace que de alguna manera esto funcione. Si fuera una sociedad más afectiva, pegote, que se charla con el otro, que se sale a barrer la vereda y se dialoga con el vecino, quizás no sería la ciudad que es. Bueno, sucede lo mismo en toda ciudad grande de Argentina y del mundo. No habría punto en común para comparar.

 

Luego la charla con EL DIARIO se centró en distintas situaciones masivas que le tocó vivenciar en la tierra en que reside actualmente. Por ejemplo, la presenciada en agosto de 2014, cuando “ocurrió una protesta grandísima, la más grande de la historia aquí, que se llamó la revolución de la sombrilla amarilla, en la que todos los estudiantes universitarios hicieron una sentada en el edificio de Gobierno para quejarse por la falta de democracia, porque el jefe del Ejecutivo de Hong Kong responde mucho a China”.

“La gente dice que no es tanta la democracia porque el jefe del Ejecutivo es un títere de China, sólo puesto para apaciguar a quienes reclaman porque no hay democracia”, contextualizó.

Dijo que la protesta se extendió por más de un mes, en el que los jóvenes acamparon fuera de la Casa de Gobierno ocupando tres o cuatro cuadras y pacíficamente reclamaron por los obstáculos para postularse libremente para ejercer el gobierno.

“Fue como ver una exposición cultural, una explosión de arte, de expresión en sí. Acá son comunes unos papelitos que se pegan en la pared, y en este caso había una cuadra llena de esos papelitos con notas con lo que uno quería como democracia. Chicos que no tienen la mínima posibilidad de expresarse esa vez sí lo hicieron”, aplaudió. “Lo del arte fue impresionante, eran como monumentos de gigantes caminando llenos de papelitos. China había bloqueado el wifi por lo que no se podían comunicar para organizar la protesta entonces hicieron su propia aplicación por bluetooth, logrando encontrarse. Innovaron, sacaron recursos de donde no los tenían para seguir con su reclamo”, subrayó.

Bárbara contó que cuando caminó entre ellos, muchos al conocer su nacionalidad natal le hablaron de la democracia argentina . Dijo que estaban “impresionados” y que valoraban la posibilidad de que pudiéramos elegir a nuestros gobernantes por el voto popular. “Con buenos o malos gobiernos tenemos la posibilidad de votar, allá y acá, y eso vale mucho”, reflexionó la entrevistada.

También recordó que cuando llegó a Hong Kong había un reclamo por la enseñanza de la lengua en el sistema de educación.

“China quería que se enseñara el sistema chino en Hong Kong y acá se quería que sólo se enseñara el sistema hongkonés para respetar su identidad”, explicó (en China se habla en mandarín, en Hong Kong en cantonés).

En este marco señaló que existe un sentimiento notable en contra de China.

“El sentimiento de racismo en su contra es fuerte, por ejemplo, se observa cuando vienen a comprar aquí en tours a tiendas de grandes casas de ropa. Llegan con las valijas vacías y compran los últimos modelos, vacían las tiendas, vuelven a China y lo venden porque allá no hay muchas de estas casas o son más caras”, describió. En ese paso por la ciudad los hongkoneses “les critican la falta de modales” y otras cuestiones.

Por otra parte, Maggia valoró la infraestructura existente para personas con discapacidad. “Vayas adonde vayas verás ciertas marcas en el piso que son como metales para personas ciegas, para poder tomar un tren, bus, cualquier taxi. Hay marcas en toda la ciudad, que completan todas las estaciones de trenes”, resaltó. Y dijo que hay botones para quienes se movilizan en silla de ruedas, los que permiten que al llegar a destino un empleado del servicio de transporte coloque una plataforma que conecta con el tren.

Ante una pregunta, dijo que las calles son limpias pero que Hong Kong es muy pequeña para la cantidad de habitantes, entonces el tema de la basura es complejo. La separan, pero ha habido informes periodísticos que dieron cuenta de que “en la madrugada, el brazo mecánico del camión recolector tira todo al mismo container, lo que te parte el corazón porque uno previamente ha separado en su casa los plásticos, papeles, vidrios, metales y orgánicos”.

 

Confesó que lloró de dolor cuando ganó Donald Trump en Estados Unidos

“El día que Donald Trump fue elegido sentí estar de luto. Lloré por lo mal que le hará este Gobierno al medio ambiente y a las minorías, desde inmigrantes hasta la comunidad LGBT”, confesó Bárbara ante la pregunta sobre el cambio de gobierno en el país en donde vivió más de diez años.

“Las decisiones que él tome llegan muy lejos e influyen muchísimo en cada rincón del mundo. Es muy importante resaltar y explicar a los jóvenes que no es justo que alguien tan incompetente esté sentado allí”, añadió.

Y deseó que su hija Ivanka “tenga la cordura y la cabeza bien puesta para aconsejarlo”.

 

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