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Escalera a otra dimensión

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Escalera a otra dimensión
Carlos López Alvarez y su Farmacia Espacial de fondo

Ganador de la Bienal Nacional de Arte de San Nicolás en el rubro dibujo, Carlos López Alvarez expondrá en Salerno, Italia, el 15 de octubre. Creador de un universo fascinante al que fue “conducido en sueños por seres extraterrestres”, la obra del pintor bellvillense es una invitación al viaje interior, un encuentro cercano con seres antropomorfos que, desde remotos puntos del espacio y el tiempo, están queriendo establecer contacto

Carlos López Alvarez y su Farmacia Espacial de fondo
Carlos López Alvarez y su Farmacia Espacial de fondo

«Viajeros de dormitorio”. Así han denominado los ufólogos a esos espíritus que, desde la plataforma de lanzamiento de su propia cama han emprendido un largo viaje por el cosmos. “Salida en astral”, han dicho los esotéricos. “Visión ultraterrena”, aportaron los místicos. Y acaso todos estuvieron hablando del mismo fenómeno.

Sin embargo, más allá de los nombres técnicos, Carlos López Alvarez está seguro “como que ahora te veo a vos” de haber realizado esa experiencia, de haber sido “abducido en espíritu” desde su propia cama por seres extraterrestres en una fría noche de 1997. ¿Destino? El planeta Ueutranpc. ¿Razón? Ser un artista sensible en permanente conexión con el espacio.

Lo cierto es que ese “viaje dimensional”, que duró apenas unas horas en los relojes de la Tierra, lo modificaría para siempre como pintor y ser humano, produciéndole una maravillosa “ampliación de la consciencia”, un nirvana de la propia lucidez para entender mejor la condición humana.

 

Enigmático, dibujo ganador de la Bienal de San Nicolás hecho con una birome verde y otra azul sobre Canson
Enigmático, dibujo ganador de la Bienal de San Nicolás hecho con una birome verde y otra azul sobre Canson

1997 Odisea del Espacio

Tras despertar aquella mañana y casi como un “mandato subliminal”, Carlos empezó a ilustrar las secuencias de aquella “gira mágica y misteriosa” a través del universo. Anotó de manera febril los nombres de los seres, dioses y ciudades que había conocido y ocho años después daba un “informe” de lo vivido mediante una muestra en Bellas Artes de su ciudad: “Ueutranpc, viaje cósmico”.

Un año antes, había sido invitado por Fabio Zerpa a su programa en Canal Infinito, donde un psiquiatra reafirmó “la veracidad de la vivencia del pintor”, manifestando que “las criaturas de sus sueños son seres arquetípicos del alma humana”.

En 2013 el artista colgaría por fin sus telas en el Museo Bonfiglioli bajo el título “Utopía Sideral”. Y en 2016, hace apenas un mes, dos de sus “criaturas oníricas” serían premiadas en la Primera Bienal Nacional de Arte de San Nicolás (Buenos Aires) con pasaporte directo a la Bienal Internacional de Salerno, Italia. Pero muy a pesar de la felicidad por un reconocimiento que le había sido injustamente esquivo, ninguno de estos viajes se compara al que el pintor realizó desde la cama de su habitación hace 19 años.

¿Todavía te acordás de lo vivido aquella noche?
-Como que ahora te veo a vos. El sueño fue así: yo recibía una invitación telepática donde me decían que había sido elegido para un encuentro con artistas de otras regiones del cosmos. Me habían elegido porque yo era un tipo sano y honesto que siempre había estado en la búsqueda de lo espacial a través del dibujo. Digamos que me vieron las condiciones. Así que me citan en un lugar equis, como si te dijera esta esquina de mi casa. En el sueño, la gente y los autos pasaban por la calle, pero había una ciudad virtual superpuesta que sólo yo veía. Entonces bajó una nave, me invitaron a subir y fui. Cuando despegamos, no me dijeron adónde me llevaban.

¿Tuviste miedo?
-Más que miedo, tuve curiosidad. Pero la nave pasó a otra dimensión a través de un gran huevo, dando vueltas en forma de espiral. En la nave no había ventanas, pero sí pantallas. Y yo veía un espacio lleno de partículas que son las que pinté después. Pasar a esa dimensión fue cuestión de minutos.

¿Y qué pasó después?
-Empiezo a ver un planeta de color azul que se acercaba cada vez más. Ahí vivían unos seres casi humanos con rostros de animales y otros con ojos saltones que en vez de orejas tenían censores. Ellos me vinieron a recibir. Mis guías me explicaron que todos los seres de ese mundo nacían a través de una máquina y se cumplía un ciclo hasta que se volvían a introducir en la máquina. De allí nacía otro ser que podía ser músico, guardián, guerrero o un mesías. Ese planeta tiene siete dimensiones y siete continentes y se llama Ueutranpc. Y a pesar del amor y el respeto, tiene algunas regiones en conflicto que están abovedadas, como aisladas en una cápsula de cristal.

¿Quiénes aislaron esas regiones?
-Los habitantes más evolucionados del planeta para impedir una destrucción masiva. Ellos no se meten en los conflictos, sino que dejan que los solucionen los mismos seres que los engendran, no invaden los territorios, los respetan. Yo viajaba en naves chiquitas donde me acompañaban dos seres, mis guías. Y ahí conocí al dios, que se llama Isué, que es un pájaro gigante que recorre el cosmos. Isué emite por medio de unos huevos y unos tubos instrucciones a los monjes y a los mesías, que son los instructores de los demás seres. En ese planeta había una paz verdadera y grande como la libertad. Un planeta de puro amor.

Dijiste “mesías” y dijiste “amor”. ¿Creés que de ese planeta vino Jesús?
-Creo que Jesús vino de ahí para instruir al mundo. Yo lo veo a Cristo como un filósofo y un político que usó la paz y el amor para enseñar. Nada que ver con esa historia de los angelitos que te mete la religión. Porque la finalidad de la religión no es la ampliación de la conciencia, sino hacernos perder la libertad.

Y entonces despertaste…
-Sí, fue a las 6 y media o 7 de la mañana y lo primero que hice fue escribir todos los nombres que me acordaba: los dioses, los mesías, los sabios, los emperadores… Ese apunte me ayudó para rearmar la historia después. Estuve dos años sin comentarle a nadie hasta que busqué a una amiga que es profesora de Literatura para que me ayudara con este rompecabeza. Tenía un alto así de papeles escritos y dibujos. Estuve ocho años trabajando y, aunque no me pidieron nada, me parece que ellos deben haber quedado conformes con los resultados.

 

p18-FOTO PRINCIPAL Escalera energética, segunda menciónDe Bell Ville a los palacios de Europa

¿Cómo fue que decidiste participar de la Bienal de San Nicolás?
-Por una amiga que me trajo las bases y me dijo “vos tenés que estar”. A Erica la duplico en edad, pero es uno de esos seres espirituales con los que uno se conecta y se sabe de un mismo mundo. Yo no iba a participar porque ando mal de plata, con mi casa que se está cayendo a pedazos con una grieta al medio y otros problemas. Pero al final me convenció. Otra amiga, dueña de un pub, me dio mil pesos para el pasaje. Me dijo “agarrá esto. No es nada al lado del talento que tenés, pero andá”. Y fui.

¿Y qué pasó cuando dijeron “el ganador es Carlos López Alvarez”?
-Me temblaron las piernas y no podía caminar. Yo había presentado dos obras. Con una gané y con la otra saqué la segunda mención. Los miembros del jurado me dijeron que premiaron a “Enigmático” por la técnica con birome. “Nunca vimos algo así”, me decían. Y realmente es increíble que una simple birome, que parece tosca, tenga tanta calidez. Dicen que es difícil de manejar porque no se puede borrar y hace falta mucha seguridad en el trazo. Pero yo no necesito borrar porque llevo años trabajando así. Para mí es como tomar agua.

¿Te sorprendió el premio?
-Sí, porque uno hace las cosas desde acá en soledad y a veces no toma la dimensión del propio trabajo. Recién ahora veo que para otros puede ser importante también. Hasta me llamó el intendente Briner, me pidió los cuadros para mostrarlos en la Municipalidad y me felicitó. Y eso que los intendentes nunca me dieron bolilla.

¿Qué representa tu “Enigmático”?
-Es un teatro del futuro con un fondo cósmico. Son seres transparentes jugando en una especie de tablero interactivo. Es un dibujo completamente espacial.

¿Y “Escalada energética”?
-Es un humanoide con partes de hormiga. Son como dos universos conviviendo en un mismo ser. Cada dibujo mío es una mezcla de lo que sueño y de lo que compongo, pero siempre basado en el mundo onírico. ¿Querés verlos de cerca?

Le digo que sí, que es mejor que en las fotos del catálogo. Y, entonces, Carlos me conduce por el largo hall vacío de su casa que otrora fuera museo. Y al fondo, entre paredes agrietadas a punto de hundir la escenografía de un ser único e irrepetible bajo los escombros (como en “La caída de la Casa Usher”, de Poe), por fin se hace la luz. Y veo las dos obras ganadoras sobre caballetes. Nítidas. Rutilantes. Hipnóticas. Y debo confesar que, a pesar de la enorme factura estética del primer premio, me quedo absorto ante el ser que Carlos dibujó de espaldas escapando con su “naturaleza doble” hacia otra parte, acaso hacia otra dimensión por una escalera. Y me digo que, a su modo, ese cuadro es un autorretrato: la manera que ha tenido Carlos de seguir contando lo que le pasó aquella noche del 97 y relatar desde otro ángulo su fuga astral.

“Te gusta ese cuadro, ¿no?”. Le digo que es sencillamente maravilloso. “Sí, a mí también me gusta”, me dice. Hago las fotos a los dos premios y luego le tomo una instantánea a Carlos con el fondo de su “Farmacia Espacial”, cuadro que fuera parte de su viaje-sueño. Y entonces le vuelvo a preguntar por Jesús. Quizás porque me he acordado de aquel cuadro suyo titulado “Cristo del año tres mil”, un acrílico con la figura del Mesías sobre una tierra exhausta de la cual salen humanoides moribundos. “Lo tengo arriba porque acá no hay más lugar, ¿querés verlo?”. Le digo que no hace falta, y es que se me acaba de ocurrir una idea: que Carlos López Alvarez no viajó a ningún otro planeta ni en cuerpo ni en espíritu, que el lugar adonde fue conducido es “el futuro” de nuestra propia Tierra dentro de mil años. Allí donde tras la Segunda Venida sólo se puede vivir con amor mientras los que destruyen el planeta permanecen aislados en cápsulas. Le comento mi visión. “Sí, podría ser también”, me dice pensativo. Y entonces vuelvo a recordar los “viajeros de dormitorio” más célebres del mundo y entiendo que Carlos comparte la misma pasta existencial que Nostradamus, Swedenborg o Juan, el autor del Apocalipsis. Porque su alma y su mente han viajado en el tiempo descubriendo un bosque de símbolos que puede llevar una vida entera decodificar.

Nos despedimos en una esquina anónima de Bell Ville con un fuerte abrazo, quizás en la misma esquina donde Carlos debió esperar la nave virtual que lo llevó a otra dimensión, y mientras los autos pasan, acaso la gente no sepa que esos dos seres que se saludan están con los pies en Ueutranpc, el nombre que acaso tenga este planeta cuando se instale para siempre el reino del amor.

Iván Wielikosielek

 

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