Grande el tour

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Grande el tour

Por el Peregrino Impertinente

El “Grand Tour” es considerado por los expertos como la previa del turismo moderno. Esto, entendiendo a la expresión “previa” como “algo anterior a alguna cosa y que la condiciona”, y no a la “previa”, por ejemplo, que hacen los adolescentes de hoy, y que consiste en reunirse a consumir drogas sintéticas, besarse con travestis y escuchar Ulises Bueno, entre otras barbaridades.

¿Pero qué es el Grand Tour? Para responder a esta pregunta, hará falta remontarnos a los siglos XVII y XVIII, cuando Europa recién se despertaba de la larga siesta medieval, henchida de ardientes deseos de progresar, crecer intelectualmente y eliminar de la faz de la tierra a indios, negros y judíos.

En concreto, se trató de un viaje muy popular fundamentalmente entre los jóvenes británicos (aunque luego la moda se expandiría hacia otros países), quienes emprendían la aventura de recorrer el Viejo Continente con fines educativos y de esparcimiento. Todo, como una experiencia de vida antes de casarse y comenzar a trabajar 12 horas por día. O pegarse un tiro en el ojo, lo que ocurriera primero.

El periplo en cuestión tenía como destinos principales a Italia y Francia, lugares muy identificados con el arte clásico y el renacimiento. A la lista, se fueron agregando con el tiempo naciones como Holanda, Bélgica, Alemania, Suiza, España y Grecia, por sólo nombrar algunas. Desde allí, los emocionadísimos mozuelos escribían a sus padres: “Florencia es preciosa, Berna un encanto. Alto mènage a trois anoche”.

Claro que semejante viaje no era para cualquiera: el Grand Tour resultaba muy costoso, por lo que sólo los jóvenes de alta alcurnia podían llevarlo a cabo “está perfecto: en esa época ya se daban cuenta que a la clase media no había que hacerle creer que podían viajar al exterior”, dijo el macrista González Fraga, en referencia a aquel pensamiento del Siglo XVII.

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