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“Hay que tener cuidado de no confundir la justicia con venganza”

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“Hay que tener cuidado de no confundir la justicia con venganza”
Rodríguez, recorriendo nuestra cooperativa y bromeando a su paso con los asociados

Nació en Temperley, provincia de Buenos Aires, el 14 de agosto de 1936. Es licenciado en Teología, sacerdote. A los 24 años ingresó al Seminario en Córdoba y se ordenó de cura el 31 de enero de 1970. Fue rector del Seminario Menor de Córdoba durante 17 años. Fue vicario general de la Archidiócesis de Córdoba. En 1992 fue designado obispo auxiliar. En 1998 lo nombran obispo de la Diócesis de Villa María, cargo que ocupa hasta el año 2006. En ese fecha se hace cargo del Obispado de La Rioja hasta su retiro. Hoy es obispo emérito

Escribe: Nancy Musa
DE NUESTRA REDACCION

Servir al prójimo, aceptar los desafíos y las pruebas de Dios, buscar siempre el camino del encuentro entre hermanos. Son algunas de las motivaciones que han llevado a monseñor Roberto Rodríguez a recorrer un largo camino en el ámbito religioso. Con un estilo muy particular, una inclinación por la aventura y fino sentido del humor, fue dejando su sello en las diversas comunidades que presidió. De su padre heredó el amor por los viajes, de la enseñanza entendió que su vocación era ayudar y el sacerdocio un modo de vida. Habla varios idiomas, tiene una mirada amplia, profunda de la realidad, es muy sociable y está convencido que no hay que mezclar la religión con la política.

A punto de cumplir 81 años, con la serenidad en la mirada, su tono de voz pausado y su cordialidad sigue pensando en cumplir con su misión de pastor, el rumbo que eligió en su juventud.

 

-¿Qué análisis hace del rol de la Iglesia a partir de la llegada de Francisco al Vaticano?

-Siempre en la Iglesia hay una continuidad, porque la historia es una continuidad, es una transición histórica, pero siempre algo de la época anterior entra para dar lugar a nuevos desafíos.

Lo que noto es un mayor acercamiento, podemos decir, a la vida, a la gente.

Francisco tiene una triple actitud, donde hay una herida hay un acercamiento y ese acercamiento debe realizarse con misericordia.

El Nuncio, el representante del Papa en Roma, que estuvo aquí en Argentina, y fue el que vino para mi toma de posesión, me decía que el Papa le preguntó “vos cuando das algo, lo mirás a los ojos”.

Cuando das una ayuda, hay una llamada por parte del Papa a un acercamiento mayor a la manera de Cristo. A los pobres, a los enfermos, por eso visitó la Lampedusa donde llegaban tantos migrantes, va a las cárceles, Francisco es un párroco, el párroco del mundo, digamos.

 

-¿Por qué cree que está tan cuestionado aquí en su país, somos así los argentinos de cuestionadores?

-Nosotros encasillamos y en lugar de ver la lógica de un discurso que él tiene y que realiza, vamos a conclusiones que a veces no son ciertas.

No seguimos la lógica del discurso y se lo lee poco. Pienso que la gente que opina así no lo lee, ve algunos gestos y saca conclusiones que ni siquiera el Papa las piensa.

Porque lo conozco bien, hemos estado en la Convención Episcopal juntos, hemos sido ordenados obispo en el año 92, él un poco antes que yo. Si en la carta que me manda, cuando me nombran obispo, me pone “yo no seré más el único orejón del tarro”.

Entonces, es una mirada de conclusiones, dicen el Papa es cristinista o es tal cosa… o etiquetan y no ven los gestos fundamentales, no leen lo que dice, lo que dijo ante la Unión Europea, al Congreso Americano.

 

-Tenemos una sociedad compleja ¿verdad?

-Sí, y sacamos conclusiones enseguida. Por eso digo, la lógica del discurso es seguir el pensamiento y la lógica de las conclusiones a veces no coinciden.

 

-¿En todos los años que usted lleva en el ámbito de la Iglesia y en contacto con la gente, vio una grieta tan profunda como la que vivimos hoy?

-No, fíjese que tenemos que pensar en la época de la revolución que derroca al General Perón, se quemaron iglesias, en ningún momento se produjo una grieta así. Si bien los trabajadores se alejaron de la Iglesia un poco, enseguida hubo una recuperación.

Hubo enfrentamientos, pero al poco tiempo se empezaron a restablecer las relaciones.

Es la ideología la que produce la grieta, porque la ideología es tomar una parte de la realidad y absolutizarla y todo lo demás queda en las sombras. Cuando la visión total de la realidad es verla completa, con sus luces y con sus sombras.

Ese es el problema.

 

-¿Cuál es su visión sobre la situación actual del país?

-La veo complicada. Si bien, siempre hubo en la República Argentina enfrentamientos, porque todo nuestro pasado barroco español de golpe entra en conflicto con el liberalismo que venía de Francia. Unitarios y federales, siempre hubo algo no resuelto.

 

-¿Le ve una salida a esta confrontación?

-El tiempo da la salida. El tiempo. Porque no se entiende bien cuando la Iglesia habla de reconciliación, no se entiende bien. La reconciliación significa tratar de encontrarnos, encontrarnos donde no esté ausente la justicia, pero hay que tener cuidado de no confundir la justicia con venganza, porque eso es lo que produce la grieta, se da cuenta.

O sea reconciliación, aceptando. No es una actitud de olvido, es una actitud de perdón. El Señor dice amen a los enemigos, bendigan al que los maldice. Eso significa que usted quiere desearle al otro una transformación, al que hizo mal que cambie de actitud.

En cambio la venganza no quiere eso. Entonces la reconciliación con justicia porque el que las hace la tiene que pagar, pero a su vez que no se entremezcle con venganza, porque no es evangélico.

El Señor dice perdonen a los que le han hecho mal, porque si usted devuelve el mal con mal van a caer en las redes del mismo mal.

 

-Monseñor, la pobreza fue siempre una gran preocupación de la Iglesia, ¿qué nos pasa a nosotros, como país, que es un tema que no podemos solucionar?

-Los otros días estuvo un joven y me contaba que cuando era chico tenía que pedir pan por la calle y ahora tiene una empresa, ahora viaja a la China. Este chico, que debe tener unos 35 años, viene de una familia muy humilde, pero, sin embargo, con esfuerzo se fue superando.

Pienso que para superar la pobreza hay que dar caminos, posibilidades, porque de esa manera es como uno va superando la situación anterior, digamos es el cambio social que se produce.

 

-¿Y por qué tenemos millones de personas fuera del sistema?

-Porque quizás se hayan perdido las oportunidades de buscar los caminos. A veces uno piensa, y no se las habrá instrumentalizado demasiado, aprovecharse de la pobreza para sacar réditos. Es una interrogación que hago, no es una afirmación.

En realidad, la Iglesia ha hecho bastante por ese tema, y la doctrina social de la Iglesia tiene demasiado, por eso el Papa cuando va algún dirigente le regala el libro de la doctrina social. Tiene elementos, pero eso requiere una transformación de la persona también.

Ya el Papa Juan XXIII en una encíclica, hablaba de la empresa con dos pasos: participación de los obreros en las utilidades de la empresa y participación de los obreros en la dirección de la empresa.

Eso lo hablaba por los años 60.

La pregunta fundamental era cómo salir de la pobreza, la educación tiene un papel muy importante, lo que pasa es que tenemos que mandar los mejores maestros a los lugares más carenciados. Cuando di una conferencia acá, saqué el tema del escritor Albert Camus.

Tiene un libro que se llama El primer hombre, ahí cuenta los orígenes miserables que él tuvo pero hubo un maestro, Bernard, que les despertó el deseo de saber y hacía que los chicos admiraran lo que les enseñaba. Los otros les daban como se engorda un pavo de Navidad, en cambio Bernard los hizo descubrir el mundo, o sea fíjese que importante es la educación.

 

-Hablamos de una formación humana, además del conocimiento.

-Unas hermanitas que estaban por Misiones, en lugares donde ni luz había, estaban en una parroquia ayudando, y decían que con velas había chicos que progresaban, porque los acompañaban.

Hace falta un acompañamiento para salir de la pobreza, y además todo lo del plan social debería estar acompañado de una actividad acorde a lo que ganan, por supuesto, no aprovecharse.

Es muy importante, también, la escuela de artes y oficios. Enseñar los oficios y a los jóvenes egresados acompañarlos para formar pequeños núcleos y a través del trabajo ayudar a salir de la pobreza.

He visto chicos de familias humildes, que una buena educación los ha impulsado a hacer emprendimientos interesantes, o sea hubo una movilidad social.

 

-Monseñor, ¿cómo fue su infancia?

-Tuve una infancia muy linda. Papá marino, mi madre de origen italiano. A mis abuelos paternos no los conocí porque papá quedó huérfano muy chico, en cambio a mis abuelos maternos los conocí, vinieron de Italia los dos, mi abuelo era toscano, mi abuela marchigiana, y estoy teniendo contacto con familiares.

Nosotros vivíamos con mis abuelos, mi padre estaba siempre en el mar y me acuerdo que íbamos al puerto a esperarlo, papá nos llevaba a conocer con mamá y mi hermanita el barco por dentro.

Mi papá viajó mucho porque era de la tripulación de la Fragata Sarmiento y heredé de mi padre eso de andar de un lado para otro.

Me acuerdo que cuando yo estaba enfermo le pedía a papá que me contara sus viajes (sonríe).

Después, en el colegio aprendimos mucho. Nosotros éramos de Temperley, nos trasladamos porque papá construyó una casa en Turdera, mi abuelo ya había fallecido y llevamos a mi abuela con nosotros.

En Villa Turdera, al lado de Temperley, y ahí terminé el colegio primario. Empecé en un colegio religioso y luego pasé a uno estatal en Turdera.

Y luego, como yo era muy asmático, el médico les dijo a mi familia que tenían que venirse a las sierras. Y ahí vinimos a Cosquín donde hice el secundario.

 

-Ya era un adolescente.

-Sí. Tuve una adolescencia hermosa, con muchos recuerdos, incluso el asma se me curó. Era un chico que solo remontaba barrilete porque el asmático no podía jugar al fútbol. Y ahí en Cosquín empecé a andar a caballo, a nadar, a hacer caminata de ascensiones a los montes, y formamos una barra muy linda de chicos y chicas.

Y claro, como no había WhatsApp ni nada de eso, me acuerdo que venía una familia muy numerosa y nos intercambiábamos libros. Ibamos al río, primero era tiempo de lectura y después nos dábamos unos chapuzones.

-En ese momento estaba Perón en el poder, ¿en su casa se hablaba de política?

-Sí, papá estuvo en el partido peronista, después no sé por qué dejó, nunca le pregunté. En casa se hablaba, en la escuela también, teníamos que escuchar los discursos, pero la política no era el número uno en ese entonces.

Se notaba el bienestar pos guerra, el cambio social. Me acuerdo algo que me llamó la atención, estaba en la provincia de Buenos Aires y pasaba un camión tirando pan dulces, eso me llamó la atención. Después íbamos al Correo a buscar el pan dulce que regalaban.

 

-Eso le quedó grabado.

-Sí, y me acuerdo también que mi papá me llevaba a las grandes manifestaciones en Plaza de Mayo. Y estaba el general Ramírez y papá me decía “ése que está ahí es el presidente”. Mi papá me llevaba a los desfiles.

Tuve una infancia y una adolescencia hermosa.

 

-¿Ya pensaba en ser sacerdote?

-(Sonríe) Le decía a mi papá que iba a ser diplomático y que por lo tanto empezaría a estudiar lenguas. Y me acuerdo que en la escuela estudiábamos inglés y estaba la Alianza Francesa en Cosquín y empecé a estudiar francés.

Y en los planes de la escuela, teníamos tres años de inglés y después dos años a elección: francés o italiano.

Como buen adolescente que ya iba a la Alianza Francesa pensé voy a elegir francés. Y mi abuela italiana puso el grito en el cielo (risas), de tal manera que me tuve que cambiar a italiano.

Después me vino bien cuando me fui a Europa a estudiar, ya sabía italiano.

 

-Quería ser diplomático, interesante.

-(Se ríe). Después se me fue, eran cosas de chico, y empecé a estudiar Ingeniería. Me gustaba mucho la Matemática e hice tres años de Ingeniería Aeronáutica. En la Facultad de Córdoba y empecé a enseñar, porque en aquel entonces no había profesores y pedían estudiantes.

Y en la enseñanza me di cuenta que tenía que ser cura (sonríe).

Porque los chicos venían con sus problemas, con sus cosas y sentí que para atenderlos mejor debía ser sacerdote.

 

-O sea que lo de sacerdote surge mucho después.

-No tanto, porque de jovencito después de la idea de ser diplomático (se ríe), a mis padres les dije que me gustaría ir al Seminario y me dijeron que esperara a ser más grande. Todavía no, me dijeron.

Al Seminario entré a los 24 años, en 1960.

El rector, que era Rubiolo, me dijo que no querían ingenieros aeronáuticos o sea pensé después que terminé mi carrera en el Seminario sigo la universidad. Pero después que me ordené me mandaron a Roma a la universidad, y me mandaron a dar cátedras.

 

-¿Su decisión de ser sacerdote causó un impacto en su familia?

-No, porque me dijeron si es tu alegría está bien. Mamá ya era viuda y pienso que con gran dolor lo aceptó, no es que estaba en contra.

 

-¿Nunca pensó en formar una familia?

-Antes sí, por supuesto.

 

-Pero después la vocación fue más fuerte.

-Sí, más con esa experiencia de Roma, se abrió el mundo para mí. Porque en vacaciones teníamos que trabajar, porque la beca era el año académico y después sálvese quien pueda. En 1965 me fui a Roma, con otros dos fuimos en un barco, en el Federico II, llegamos a Roma y empezamos en la Universidad.

Además como era el final del Concilio Vaticano II, el arzobispo de Córdoba venía mucho por el Concilio o sea que la separación no era tanta. Lo bravo era con la familia, ahora está el WhatsApp pero antes era carta va, carta viene.

Y en vacaciones, vino un alemán y me dijo que me podía conseguir una familia para las vacaciones.

Así que me fui a estudiar en la Universidad de Múnich y fui a la casa de esa familia que todavía seguimos en contacto.

Después fui preceptor en una colonia de vacaciones en Francia, estuve allí con preadolescentes en la Costa Azul, y después con esa misma organización me fui a España, recorrimos Barcelona, recorrimos Andalucía y terminamos en Valencia.

Uno de esos días fue el primer alunizaje de los yanquis, lo vimos en la televisión en una playa.

Después trabajé en la Mercedes Benz como obrero, en la fábrica de motores. Fue una experiencia interesante porque uno tomaba contacto con los obreros, había griegos, turcos.

Y el nivel de la universidad que era muy bueno, había profesores destacadísimos.

Llevábamos una vida austera y de mucho estudio. Tenía mi grupito de jóvenes de la Parroquia San Pío V, allá en Roma las parroquias tienen un equipo de fútbol y hacen campeonatos interparroquiales (risas). El Cristo Rey le ganó a María Auxiliadora, por ejemplo. Con algunos me veo todavía cuando voy a Roma.

 

-De esos viajes, ¿qué país fue el que más le impactó?

-Alemania por la organización, el orden, la seriedad, Italia por la belleza de los paisajes. La Toscana es muy bonita. Son los dos países que conozco más. Y ahí en el pueblo donde nace mi abuelo se origina una asociación que ayuda al Africa y es por eso que voy a Africa.

 

-¿Cuándo estuvo en Africa?

-Estuve en enero del año pasado, una misión, vamos a Burkina Faso, está en el Africa occidental, fue una colonia francesa, en el norte está Mali. Esa es otra etapa y muy interesante, es un trabajo de desarrollo. La organización que se llama Shalom, significa paz en hebreo, tiene como objetivo el desarrollo, con ayuda de la Unión Europea y un supermercado. La cadena de supermercados provee de hornos de pan y pizzeros que se instalan. Pan de mijo, el grano que crece allá, después tienen orfanatos, hogares para jóvenes donde aprenden el oficio, colegios en distintos lugares y un centro polimodal donde enseñan agricultura y medios de comunicación.

Eso está en la capital Uagadugú.

 

-Volvemos a su carrera eclesiástica.

-Después que termino mi licencia, me ordeno de cura y el cardenal me dice vas a ir al Seminario Menor. Y ahí me encuentro con 160 adolescentes, al principio era coordinador de estudios y después hay un traslado del rector y me nombran rector porque tenía título.

Y ahí estuve hasta el año 1987.

 

-Durante la dictadura usted estaba en el Seminario Menor.

-Sí, a mí me allanaron el Seminario, la Triple A me allanó porque decían que teníamos guerrilleros escondidos (sonríe).

 

-¿Fue muy complicada esa época?

-Sí, fue difícil, está bien que nosotros estábamos más o menos protegidos porque en Jesús María había un batallón de Gendarmería y algunos hijos de los gendarmes estaban en el Seminario.

De cualquier manera el allanamiento fue poco tiempo antes de morir Perón, fue en 1974.

-¿Durante el Gobierno militar tuvieron problemas?

-No, lo que sí algunos exalumnos que fueron a la universidad se comprometieron y algunos murieron.

 

-¿Cuál era su mirada en ese momento?

-Empecé con los curas del Tercer Mundo, pero estaba sumergido en el tema educativo. Pero en el momento en que hubo una división en el peronismo, con el tema de la Patria socialista me fui. Tenía mucha actividad en lo educativo y entonces todo el enfrascamiento mío estaba ahí.

Si bien me tocó salvar a algunos también.

 

-¿Tenían noción de los desaparecidos?

-Algo, recuerdo que uno de los que estaban en el Tercer Cuerpo me dijo que había visto subir a compañeros al camión y luego los mataron. Con el cardenal (Primatesta) conversábamos mucho, el cardenal nos dijo que nadie debía dar nombres de civiles para que ocupen cargos en el Gobierno.

No queríamos comprometernos con los militares. Y hay un libro que se llama la Iglesia y la Democracia, ahí está todo lo que se hizo.

El cardenal Primatesta dijo “se hizo lo que se pudo”, para evitar represalias.

Yo no tenía cargos más que la responsabilidad del Seminario.

 

-¿Cuáles fueron los momentos más gratificantes de su vida sacerdotal?

-Ahora, sobre todo. Cuando uno ve, lo que uno sembró cuando era cura en la gente. La gente a la que casé, cuando estaba en Córdoba de vicario, estuve enseñando en la Universidad Católica durante diez años.

Y tenía muchos alumnos, y me encuentro con gente. Y me dicen que se acuerdan de mis palabras, los que yo les decía. Puse mucha pasión en la educación.

-¿De su encuentro con el padre Hugo qué recuerdos tiene?

-Cuando lego a Villa María estaba este problema. Viene uno de la comunidad del padre Hugo y me dicen que él quería conversar conmigo. Le di fecha, todo. Pero cuando llegó el momento vino este señor con las colas entre las patas diciendo “no quiere venir”.

Providencialmente ocurrió que al padre Hugo le robaron, lo golpearon y lo internaron en una clínica y lo fui a ver.

Ahí hablamos. El problema del padre Hugo era que había sido demitido de la orden de los Pasionistas. Pero el hecho de que haya demitido no significaba que dejaba de ser sacerdote. Y todo sacerdote demitido, según el derecho canónico, puede buscar un obispo que lo acepte.

Y, en una oportunidad que fui a Roma consulté y me dijeron “acéptelo”.

Y recuerdo que cuando lo recibí, y le di la licencia, en Jueves Santo se entregan los óleos en la Catedral y cuando se nombra al padre Hugo Salvato, el aplauso. Recuerdo ese aplauso.

Y después lo llevé a monseñor Disandro a hablar con él, pero no sé que se dijeron.

 

-Usted generó un impacto muy fuerte en la ciudad cuando decidió aceptarlo.

-Hice lo que prevé el derecho.

 

-Usted era un obispo diferente, convengamos.

-No sé cómo fue el ministerio de monseñor Disandro, yo lo quería mucho, él fue mi rector en el Seminario y quien me mandó a Roma.

 

-¿Villa María le dejó muchos amigos?

-Sí, tengo muchos amigos, gente que traté de paso, otros con los que tuve mayor encuentro, me fui muy contento de Villa María.

 

-¿La Rioja lo recibió bien o extrañó Villa María?

-(Sonríe) La Rioja es muy diferente, es un pueblo muy creyente, con la cultura del caudillo. Otra cultura distinta a la de acá.

Sin embargo, me encontré en La Rioja con un señor que era de San Marcos, me ve, me visita, había puesto un negocio de embutidos, me regalaba de vez en cuando algo.

Pero el ministerio episcopal que uno realiza acá, en esta zona, es muy distinto al de La Rioja.

Acá tenemos nuestros pueblos que en su mayoría son colonias de inmigrantes, en cambio allá hay una onda raíz diaguita.

De origen muy religioso, se mezclaban con las antiguas creencias. Fui una vez a la chaya, me dijeron que era pagana, que va hacer pagana y me metí en la chaya (sonríe).

 

-Siempre privilegió el contacto con la gente.

-Sí, sí, siempre. Acá teníamos el grupo con Cohen, el pastor Zandrino, allá también teníamos un grupo de evangélicos, islámicos había muy poco.

 

-¿Cuándo se convirtió en emérito, en algún momento hizo un balance sobre su paso por la Iglesia?

-Bueno, sí. Digamos, sentarme y escribir no. Algunos me dijeron por qué me iba a La Rioja si estaba bien en Villa María y les dije que a mí me gusta la aventura.

Además me ofrecieron y no podía decir que no, y allá está la figura de Angelelli.

 

-¿Aspiró alguna vez en llegar al Vaticano?

-(Sonríe). Mirá, la vez que quería algo… Una vez se me ocurrió, porque me ofrecieron el Rectorado del Seminario Mayor y en ese entonces no lo acepté, después cuando monseñor Disandro, que era el rector, lo nombran obispo pensé “acá me van a nombrar rector del Seminario seguro, pero no”.

(Se ríe). Esa fue la única vez que tuve una cierta aspiración.

Pero de ir al Vaticano, no. Mi vida fue siempre como las cosas iban saliendo, siempre lo que Dios quiera.

 

-¿Cómo se conocen con Jorge Bergoglio?

-A Bergoglio lo conozco en la conferencia episcopal. Es costumbre que los últimos obispos que se nombran son un poco los que sirven a los otros obispos en una infraestructura, en la logística.

Nos tocaba hacer ese trabajo, después el pasa a ser arzobispo de Buenos Aires, yo lo consultaba mucho.

Y así lo fui conociendo, después cuando estábamos en la asamblea plenaria, allá había costumbre de tomar mate a la mañana antes de bajar a la oración. Y ahí siempre estaba Bergoglio tomando mate, charlábamos. Y él estaba en el mismo piso que yo.

 

-¿Pensó que podía llegar a ser Papa?

-No, en algún momento se comentaba, pero no le llevo el apunte a los chismes clericales.

 

-¿Qué cosas de la Iglesia le causa dolor?

-Todo este tema del abuso de los chicos y que las comunidades no sean dinámicas, no digo que sean conservadoras pero que no se quieren expandir, que les falte fuerzas para evangelizar y vivir el cristianismo.

No me gusta mucho eso, que sean comunidades cerradas en sí mismas.

 

-Usted trata de no abrir juicios sobre la política.

-Hay que evitar que se junte religión con política, la finalidad es igual, los dos quieren bien el común, ahora como en el ajedrez, jaque mate, pero cada uno mueve las piezas de una manera distinta.

Cuando fui a La Rioja le dije al gobernador, mire el Concilio Vaticano II determina que la relación de la Iglesia con el Estado tiene que ser de independencia y colaboración.

O sea, no le voy a decir a usted qué ministros tiene que nombrar y usted no me va a decir qué curas debo poner.

Cuando se necesite colaboración se pedirá, de ambas partes.

 

-De cualquier manera, la Iglesia en sus discursos mete bocadillos políticos.

-Cuando hubo una crisis política en Italia se reunió el episcopado italiano y allí habló el que era cardenal de Milán. Y dijo “la Iglesia debe ser el fundamento ético de la sociedad, los caminos para llegar son soluciones políticas”.

O sea que tengo que hablar sobre el bien común, sobre los derechos humanos, sobre el respeto a las personas, pero la Iglesia tiene que ser un lugar de propuestas no de imposición, y de críticas cuando se falla a los principios éticos.

 

-¿Cuál es su sueño hoy, qué planes tiene?

-Ahora me dedico a predicar a los curas, si me llama algún obispo. Hago todo este trabajo con Africa. Estoy disponible, una vida tranquila, serena y siempre sirviendo, para eso estamos para servir.

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