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En “Terminal”, Adriana Molinero y Graciela Della Rossa abordan la problemática del cáncer con respeto
En “Terminal”, Adriana Molinero y Graciela Della Rossa abordan la problemática del cáncer con respeto

“Espero que la obra los haya movilizado”, anhelaba Graciela Della Rossa frente a los espectadores que se habían acercado a la casona cultural Mística (en Maipú 145). Y vaya que lo había logrado.

“Terminal”, escrita por el chileno Marcelo Saavedra (a la sazón, organizador del festival Molinos de Arte en el país trasandino) y dirigida por Walter Stäuble, es una pieza pequeña, interpretada por solo dos actrices pero de un profundo impacto emotivo.

El título opera en doble sentido: el contexto espacial de una Terminal de Omnibus y la enfermedad terminal de una de las dos mujeres que debe viajar a Córdoba para continuar con sus tratamientos invasivos.

Madre e hija (Della Rossa y Adriana Molinero), se sientan a esperar, simbología que en la literatura y en la dramaturgia universal evoca a diversas aristas interpretativas (la espera pasiva o estéril o la espera como afán de esperanza). Su mundo afectivo se reduce a esa relación: una madre avejentada y con “achaques” y una hija adulta y siempre soltera que le prometió no morirse antes que ella. Por ello emerge la disyuntiva: ir a posponer lo inevitable o quedarse a cuidar el lazo más preciado. La pieza conmueve y golpea ahí en el filo del dolor pero no se regodea; la problemática es tratada con respeto y altura, al igual que se percibe una lectura comprensible de la tercera edad. Es una puesta de honda humanidad.

Para destacar, el pasaje donde Della Rossa acaricia delicadamente a Molinero con una indescriptible sensibilidad maternal, susurrándole “mi nena”, debería enmarcarse entre los momentos más tiernos del teatro local.

Juan Ramón Seia

 

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