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Identidad y presencia de africanos en la zona

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Identidad y  presencia de africanos  en la zona

Por años se trabajó para la construcción de una identidad argentina a partir de la exclusión de todo aquello que no tuviera por origen lo europeo, quedando fuera de la misma tanto los aportes de las culturas africanas como también los realizados por las naciones conformadas por las poblaciones originarias de estos suelos

P24- chirinoFue así que se construyeron expresiones comunes en el lenguaje cotidiano que legitiman esas exclusiones, a la vez que muchas de ellas refuerzan el carácter subalterno que se le pretende otorgar a todo lo no europeo. Es así que se repite que el país fue construido por los emigrantes europeos o la denominación de “Pampa Gringa” a una región donde llegaron muchos europeos pero que existían otras poblaciones antes, entre las cuales debe contarse a la de origen africano. Todo esto no significa restarles importancia a los inmensos aportes de las corrientes migratorias europeas, pero sí advertir que suele excluirse a otras poblaciones que también jugaron su rol. Por ello recordamos la presencia de lo africano en nuestra zona.

 

Desde la mitad del Siglo XVII

La invisibilidad de lo africano ha sido construida con tal meticulosidad que la memoria colectiva reconoce pocos aportes de los hombres y mujeres provenientes de Africa a la construcción de nuestro país. En nuestra zona no ha sido diferente esta historia, por lo cual aquí también se tiró un manto de olvido sobre las contribuciones de las culturas africanas. Incluso la historiografía local y regional, con honrosas excepciones que nos incluyen, poco se ha ocupado de la temática. Desde una visión eurocéntrica ha resultado más cómodo reiterar el mito de que este país ha sido construido por quienes «bajaron de los barcos», haciendo referencia a los emigrantes europeos y desconociendo tanto los aportes de las naciones preexistentes en este territorio como así también los de aquellos que descendieron de otras naves surcando los mares desde Africa.

A partir de la segunda mitad del Siglo XVII, se puede aseverar con un alto grado de certeza que existieron esclavos trabajando en la zona donde actualmente se enclavan las ciudades de Villa María y Villa Nueva. En inventarios de bienes de los poderosos de turno aparecen mencionados como «negros» y «mulatos» un hombre llamado Marcos, de 70 años; también Su, de 24 años, y Mariana, de 18, por último el niño Antonio Tomás, de tan sólo 1 mes. En otro inventario de 1815 aparecen mencionados siete esclavos. Una mujer de nombre Rosa, de 70 años, y el joven Pamaleón, de 28 años, junto a tres esclavos más cuyas edades estaban entre los 18 y los 22. Todos son referenciados como esclavos, negros y mulatos, no se menciona de qué lugares son originarios. Este último inventario se realizó con el objeto de entregar los bienes al hijo de quien había sido propietario de esos esclavos. Se trataba del esposo de María Abreú y Albornoz, una descendiente de un tratante de esclavos, don Luis Abreú y Albornoz, quien en 1601 formó una sociedad con Pantaleón Márquez Correa para «el tráfico de esclavos en Córdoba de Angola a Potosí». Aunque en realidad estos tratantes, como muchos otros, compraban seres humanos esclavos en Guinea para venderlos como procedentes de Angola, dado que era el origen del cual se permitía la trata.

 

La mitad de los cordobeses

Para tener idea de la magnitud de la población de origen africano en Córdoba quizás alcance recordar que, según señala Alfredo Furlani, a partir de datos del censo de 1799 el 48,19% de los habitantes eran «negros». La composición de la población cordobesa estaba dada por 21.230 negros, 17.340 españoles y 5.482 indios. Esa población de origen africano se dividía en 6.338 negros esclavos y 14.892 negros libres. Es decir que para entonces tan solo un tercio de la población de Córdoba era de origen europeo y casi la mitad de raíces africanas.

Datos propios de esta zona también señalan la importancia de la presencia africana en nuestra región. Así lo revela el padrón de feligreses del Curato del Río Tercero Abajo del año 1795, reproducido por el fray José Brunet en su obra «Apuntes parroquiales de Yucat». Recordemos que este curato abarcaba desde Yucat hasta Cruz Alta, el padrón registra 198 fieles de la Capilla de Nuestra Señora de las Mercedes, en Yucat. De ese total el 21% eran esclavos, en tanto que los pardos representaban el 22,22% (incluyendo los pardos libres). Es decir que entre los fieles de la mencionada capilla se reproducen, casi sin variaciones, los datos que arrojaría el censo de toda Córdoba cuatro años después, en cuanto a la importancia de la población cuyo origen tenía que ver con el continente africano.

En la misma época que se hace este relevamiento en Yucat encontramos que el esclavo de nombre Joaquín ejercía como capataz de la estancia, en tanto que otro llamado Juan José ejercía el mismo cargo en la banda norte de la estancia. En tanto, Diego, también esclavo, era el albañil que trabajaba en los hornos de ladrillos para la reedificación de las viviendas del lugar.

Es decir que la gran presencia de africanos en la región es algo comprobado, por lo cual el proceso de construcción de nuestra identidad colectiva no puede ser a partir de la exclusión de esas poblaciones. Por el contrario, es necesario que la memoria colectiva registre la contribución de lo africano. Para otra nota dejamos la revisación de cómo fue construyéndose lo negro como subalterno e incluso los mitos acerca de la desaparición de esas poblaciones, por ahora nos despedimos hasta la segunda semana de febrero.

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