Por Nelly Bonoris

Hola, amigos. Si me dejan, les contaré mi historia. Mi dueño se llamaba Savino, el pobre vivía en la calle. Yo lo seguía por todas partes, pedía limosna para poder comer. Por mi parte, comía cuando podía. Dormíamos en cualquier refugio, yo siempre a su lado.

Pero esa vida lo enfermó gravemente a mi querido dueño. Recuerdo como si fuera hoy, una mañana muy fría donde él ya no me hablaba como siempre, estaba muy mal. Tan mal estaba, que vino una ambulancia y se lo llevó al hospital y yo corrí tras el vehículo. 

Cuando llegamos lo metieron en una sala de donde nunca salió. No lo vi nunca más.

El, sabiendo que se iba, le dijo al doctor que me dejara entrar porque así se mejoraría pronto. Pero todo fue mal y mi amo falleció. Solo me quedé dando vueltas por el hospital, sin saber adónde ir.

Los vecinos me daban de comer, también algunos doctores me traían comida y agua. Por muchos días vagué la ciudad, buscando a mi dueño. La suerte quiso que me encontrara una señora llamada Nelly. Ella me dio albergue y buena comida. Me llenó de mimos, todos me querían.  Los muchachos del barrio me llevaban al centro y yo muy feliz paseaba con ellos. Recién ahí supe lo que era tener un hogar y así viví 10 años llenos de alegrías.

Estuve rodeado de amigos, todos me daban cariño, ¡sí que fui feliz! Una mañana me quedé dormido, me fui a buscar a Savino. Hoy juntos andamos corriendo en el cielo de los perritos buenos.