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La noche que Carlitos nos dejó su voz, su magia y su sonrisa

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La noche que Carlitos nos dejó su voz, su magia y su sonrisa
Carlitos, durante la grabación de la canción principal de “Barquito...”
Carlitos, durante la  grabación de la canción principal de “Barquito...”
Carlitos, durante la grabación de la canción principal de “Barquito…”

Hay cosas mágicas. La muerte no es mágica, pero hay cosas mágicas que, de algún modo, trascienden a la muerte. No evitan el dolor y la pena de la pérdida, pero con el tiempo esos toques mágicos reaparecen en los recuerdos, como aparece el sabor tardío y escondido de una fruta en el bouquet de un vino, y nos arrancan una sonrisa y mitigan esa pena.

Carlos Ezequiel García se fue a los 27 años. Su muerte dejó transidos de dolor los corazones de sus padres y sus afectos más cercanos. La noticia de su muerte dejó estupor en quienes lo conocieron del barrio -era un pibe de barrio-, de la iglesia de la que su padre era pastor y donde él tocaba la batería, de quienes lo conocieron de la vida y de la música, que es mágica.

Pero Carlos Ezequiel García era también Carlitos. Y Carlitos no se fue; porque su sonrisa, para quienes tuvieron la oportunidad de recibirla pródiga siempre, se quedará en cada quien; su humor y su amor permaneceran en quienes tuvieron la fortuna de sentirlos.

Compartimos con él poco tiempo. Estábamos buscando una voz para grabar una canción, la canción principal del documental “Barquito de papel, el diario de la gente”, que narra la historia, precisamente, de este diario. Desde la producción queríamos una voz particular, especial: hicimos incluso gestiones para que esa voz fuera la de León Gieco, que es padrino del diario.

Finalmente, como por arte de magia -hay cosas mágicas- apareció sobre la mesa el nombre de Carlitos; así, a secas y como todo el mundo lo conocía: “Tienen que escuchar a Carlitos”, dijo alguien (probablemente Matías Trento, productor musical del filme).

Fuimos a escucharlo cantar a Polaroid. Carlitos cantó un par de temas con Fausto Tomás Varcellino. Dos temas y no quedaron dudas: esa era la voz que estábamos buscando; local, nuestra, especial, entrañable, creativa.

Charlamos, le propusimos cantar el tema para la película y aceptó.

“Cuando esté grabada y sea famosa en la radio, comemos un asado”, fue lo que nos pidió.

Después fuimos a grabar.

Carlitos y Fausto.

Trabajamos en el estudio de Matías, de noche. Hicimos varias tomas. Carlitos cantaba y sonreía; su voz volaba por el estudio convirtiendo el barquito de papel en un avión, en un barrilete. Y nos dio tanto más de lo que habíamos ido a buscar. Su magia y su creatividad sin inhibiciones hicieron crecer la canción. Y él estaba feliz. Fue una noche mágica, la noche que Carlitos nos dejó su voz y su sonrisa.

Por eso decimos: hay cosas mágicas. La muerte no es mágica, pero hay cosas mágicas que, de algún modo, trascienden a la muerte.

Desde Tire Dié Producciones, nos hacemos eco de las palabras que fueron publicadas por Matías Trento en Facebook: “Gracias, Carlitos. Qué bueno haberte conocido. Abrazos a la familia García”.

 

Mitad ángel, mitad niño

Alicia Peressutti lo recuerda así: “Carlitos era mitad ángel, mitad niño. Nació con Síndrome de Down y también nació con toneladas de amor y sonrisas. Lo conocí hace tanto, tanto, que ya no recuerdo de qué color era el almanaque de ese año. También recuerdo que él era admirador del programa ‘Noti Sociales’, programa que durante más de dos décadas nos permitió comer, vestir a nuestros hijos y mandarlos a la escuela.

Creció con el programa y cada vez que me veía, con un brillito en los ojos que me iluminaba el alma, me decía ‘¿ Che, y mi amigo?’. Su amigo era Omar (Picatto), mi esposo, quien tenía con Carlitos un vínculo especial.

Al programa lo repetían 800 veces y Carlitos creo que lo veía 779. Carlitos tenía el alma y el corazón grandísimos. De tan grandes, entrábamos todos, podía amarnos a todos sin medida y sin mezquindades.

Sus abrazos eran fuertes y sinceros, como cada sonrisa que nunca fue a medias, sino que siempre fue completa.

Carlitos era mitad ángel y mitad niño, por eso quizás nunca fue de este mundo y hoy se fue adonde siempre perteneció, a un cielo enorme y celeste donde las nubes son de azúcar y las estrellas de caramelo.

Hasta siempre, Carlitos, Dios acune a tu papá Juan Carlos y a tu mamá Lili, y vos desde el cielo inundalos de un consuelo enorme hasta que te vuelvan a ver”.

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