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“La política antes se ejercía en forma idealista”

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“La política antes se ejercía en forma idealista”

Escribe Nancy Musa DE NUESTRA REDACCION

Nació en Villa María, el 31 de julio de 1922. Contador, tiene cuatro hijas y siete nietos. Comenzó a militar a hurtadillas en las filas de Amadeo Sabattini y llegó a ocupar la Intendencia de Villa María en 1983 hasta 1987, siendo el jefe comunal de la recuperación de la democracia. Escribió una decena de libros y nunca dejó de caminar la calle, de andar por los barrios, de compartir con los amigos. “Tengo 80 años de radicalismo y hoy me quedé sin partido”, dice sonriendo en la oficina de su domicilio rodeado de libros, de fotografías, de recuerdos. Es un testimonio de la historia de la ciudad, un hombre fiel a sus principios y esperanzado en la juventud

Tiene sabiduría. Esa condición que no viene incorporada en un título, esa virtud que te regala la calle, la empatía con la gente, los años vividos a pleno, el reconocimiento de los errores, el amor y el respeto a los valores. Escucharlo hablar de sus vivencias fue encontrar una cascada de agua transparente en medio de un río turbulento. Tranquilo, pausado, con un lenguaje noble sin dobleces, despojado de las máscaras, entusiasmado con la charla que se extendió por más de dos horas, don Horacio brindó en bandeja parte de sus recuerdos, de su vida, esa vida que se alumbró entre las pasiones de la primera mitad del siglo XX y hoy encuentra la templanza en los desafíos del siglo XXI. Mucha agua corrió bajo el puente y Don Horacio nadó en todas.

 -Nació en los últimos meses del primer gobierno de Hipólito Yrigoyen y a poco de asumir Marcelo T. de Alvear, ¿qué recuerdos tiene de su infancia?

-Sí, nací el 31 de julio, Hipólito Yrigoyen dejó la Presidencia en manos de Alvear el 12 de octubre.

Mi infancia fue como todas las infancias, la infancia es un tramo muy feliz de la vida, la única exigencia para ser feliz en la infancia es disponer de un poquito de salud. Te doy un dato contradictorio, yo nací en Villa María, pero me anotaron en Villa Nueva y me cambiaron el nombre porque en aquella época mi madre lo mandó a mi papá a anotarme. Y mi padre entre vino y vino, truco y truco, se encontraba en Villa Nueva y apurado buscó los testigos y como en aquellos tiempos no te daban la partida de nacimiento en el acto volvió a casa y dijo “ya está, está todo anotado, todo en orden”.

Recién cuando fui al colegio, y pidieron la partida, se dieron cuenta que me habían anotado en Villa Nueva y me habían cambiado un nombre. O sea que no nací donde nací ni me llamo como me llamo (se ríe).

 

-¿Y cómo se tendría que haber llamado?

-En lugar de Ramón (su segundo nombre )creo que iba a ser Jorge, lo único que recuerdo es el escándalo que se armó en mi casa porque me cambiaron el nombre, el lugar de nacimiento, lo único que acertaron es la fecha de nacimiento, eso es lo que creo (se ríe).

 

-¿Y era un niño travieso o era del tipo tranquilo y callado?

-Yo era muy callejero, desde que empecé a caminar fui callejero. Por supuesto, en aquella época la madre ejercía un liderazgo en el hogar, pero los varones éramos la piel del diablo, así que le decíamos “sí, querida mamá, mamita”, y le hacíamos travesuras. Yo vivía en la calle. Te voy a contar un acontecimiento que recuerdo, que conocimos más los chicos que los grandes.

Más o menos en los primeros años de la década del 30, debe haber sido 1932, después del golpe que lo destituyó a Yrigoyen (en la segunda Presidencia) se vivió una época de mucha incertidumbre y de temor. Y habían decretado el Estado de sitio y era muy peligroso salir a la calle. Yo recuerdo que mi padre le decía a mi madre que no nos dejara salir porque era peligroso. En mi casa y en todos los hogares había un temor muy grande, pero mi madre no podía dominarnos y nosotros agarrábamos la calle.

Y ocurrió un acontecimiento, que nadie lo recuerda o los que podrían recordarlo es una generación que desapareció.

Sorpresivamente en Villa María apareció un pelotón armado, más o menos compuesto de veinte personas que recorría las calles exhibiendo armas blancas y armas de fuego. Y al frente del pelotón iba un vasco, fortachón, grande como un elefante y recuerdo que fumaba un habano. Y nadie sabía explicar eso, me acuerdo en mi casa conversaban y se preguntaban qué será. Y nadie daba explicaciones, ni la Policía ni la Intendencia. Y ese misterio pasó al olvido, pero quienes tuvieron conocimiento más o menos cercano de eso, fueron los chicos.

Porque como todo acontecimiento se formó el séquito de los chicos que lo seguían y yo me acuerdo bien que nosotros íbamos detrás de ellos. El pelotón era de veinte y nosotros éramos cuarenta que lo seguíamos (se ríe).

En mi casa primaba la autoridad y no podíamos contar lo que hacíamos porque era riesgoso.

Transcurrido el tiempo, cuando fui grande y se me ocurrió escribir, consulté el diario La Voz y me encuentro con un título que decía “Villa María es un campo de Agramante” y se refería a ese pelotón, pero no daba explicaciones sino se refería a la confusión que hubo con ese ejército.

 

-¿Y su padre, influyó en usted?

-Mi padre era trabajador rural y era muy afecto a los caballos. Tenía caballeriza y yo me crié en ese ambiente de los hipódromos. Tengo recuerdos tan lindos, iba con él a las carreras y me gustaba escucharlo hablar porque era de origen santafesino y hablaba distinto que los cordobeses (se ríe).

Yo lo escuchaba pero no teníamos comunicación como ahora, en aquel tiempo primaba la autoridad, con mi madre era distinto, pero también había distancia.

En mi infancia pasé por distintas épocas en lo económico, algunas con más desarrollo y otras muy críticas. Yo sentí en carne propia la crisis de 1929, fue terrible, gente de nuestra vecindad no tenía para comprar el pan o sea que parte de mi infancia la pasé haciendo changas. Nosotros vivíamos en la calle Salta, al lado de un personaje que se llamaba el capitán José María Lara, era capitán del ejército de la campaña del desierto. Lucía una barba blanca bien linda, bien adornada y tenía una linda voz, era muy pintoresco. Padecía una enfermedad que era úlcera de estómago y le gustaban los gallos de riña. Y él me pidió que le cuidara los gallos de riña, tenía que darle el alimento y me hizo juramentar que no le iba a decir a nadie el alimento que le daba. Y los tenía que sacar a pasear, y por esas cosas de la naturaleza el gallo de riña se entrega con el que los cuida y yo los sacaba a pasear y me iba a la esquina donde se juntaban los chicos y era el rey y señor.

Porque si alguien osaba a agredirme, mi gallito me defendía (se ríe).

 

-¿Era un niño soñador?

-Yo soñaba siempre con la calle (sonríe). Mi casa era muy concurrida, como teníamos caballeriza los paisanos se juntaban, comían el asado y empezaban a conversar y todas las conversaciones eran épicas, historias de valentías, que habían salvado su vida gracias al puñal que tenían, tenían un salero que para nosotros era una felicidad escucharlos, contaban las carreras de caballo detalle por detalle y las carreras las recuerdo con mucho gozo, desde lejos se oía el murmullo de las apuestas que eran a viva voz. Eran una especie de feria, no faltaba el guitarrero, era un espectáculo hermoso.

Recuerdo, también, que estaba la masonería y tenían una etiqueta al saludarse. Te decían por ejemplo Juan López, masón. Tantos recuerdos (pausa).

 

-Y la política ¿en qué circunstancias entró a su vida?

-La política la ejercí desde chico, a hurtadillas como decía Sarmiento. A escondidas de mis padres, me inicié en la política en la década del 30 con las elecciones que llevó a la Gobernación a Amadeo Sabattini. Y no sabés qué espectáculo fue eso. Porque en esa época no se hacía el escrutinio sobre la mesa, terminaba la elección y se ponía todo en una urna, siempre con la vigilancia de los fiscales, se lacraban las urnas, venía el correo, las retiraban y después al otro día se las llevaba el furgón postal. Esa era la ruta que había que seguir y era todo con revólver en mano. Los fiscales de cada partido con revólver en mano pasaban la noche vigilando las urnas.

A mí me utilizaban para llevar la comida a los fiscales y a los custodios y si alguna vez comí un sándwich sabroso fue en esa circunstancia (se ríe).

Papá también participaba, no sé si él tenía la idea mía o yo la de él, pero por las circunstancias yo lo hacía a escondidas. Mi padre seguro que sabía, pero no decía nada.

 

-¿Cómo lo conoció a don Amadeo?

-Era médico de mi casa, él había venido de La Laguna. Los pacientes lo querían mucho. Recuerdo que el escrutinio para saber quién había ganado prácticamente duró un mes. No sabés el suspenso que había, nosotros teníamos los vecinos que eran partidarios del otro candidato e iban pasando datos y como nosotros éramos radichetas cuando ganaba uno de ellos ponían el volumen alto. Tuve una gran admiración por el candidato que compitió con Sabattini, se llamaba Aguirre Cámara y era un artista en la tribuna, tenía 37 años y Amadeo tenía 43. Pero era una gloria escucharlo a Aguirre Cámara cómo se expresaba, don Amadeo era más circunspecto.

Y cuando terminó el escrutinio para qué te voy a decir, el radicalismo ganó la calle y hacían actos relámpagos. Armaban una barricada en una esquina, vociferaban uno o dos y se iban a otra esquina y así recorrían toda la ciudad.

Y presencié el caso, ya estaba en Villa María con mucha participación don Salomón Deiver y también era un personaje de lo más pintoresco. Y recuerdo que hacen una barricada provocativa frente a la Jefatura Política y subieron dos o tres y subió Deiver y estaba el comisario y lo interrumpió a Deiver, no sabés cómo se puso la gente.

Tengo el mayor respeto por Deiver, eran personajes muy pintorescos.

 

-¿Tiene alguna anécdota de la asunción de Sabattini?

-Cuando se supo la fecha de la entrega del Gobierno de don Amadeo Sabattini, don Salomón Deiver publicó en su diario que don Amadeo iba a tomar un tren para ir a Córdoba a asumir. Entonces se forma una multitud y esperaban el auto de don Amadeo desde calle Mendoza a Entre Ríos, estaba el coche esperando que subiera y me acuerdo que Deiver le dice al chofer que cuando subiera don Amadeo no pusiera el auto en marcha que lo iban a empujar.

Y salió don Amadeo muy circunspecto, saludó, subió el auto y empezaron a empujar y quienes empujaban era el chiquilinaje, los lustradores, el pobrerío y don Salomón los azuzaba como si fuera un sulky y ¿quién estaba empujando el auto?: yo (se ríe). Y lo llevamos empujando hasta el paso a nivel de la calle Entre Ríos.

 

-La aparición en escena del peronismo fue otro de los momentos que vivió de cerca

-El peronismo tuvo un origen muy honroso, a partir del 17 de octubre que fue un acontecimiento histórico, se puede decir que fue la bisagra de la historia argentina. Perón fue un hombre muy fuerte de la Revolución del 43, fue el que la salvó, ocupó simultáneamente la Secretaría de Trabajo y Previsión, el Ministerio de Guerra y la Vicepresidencia de la Nación. Pasó a ser el hombre preponderante, iba calando en la población y en el Ejército apareció un hombre que quería barrerlo a Perón, el general Avalos. Avalos lo quería complicar a don Amadeo y convencerlo para que recibiera el Gobierno y don Amadeo no aceptó.

Se habló mucho de don Amadeo que se había entrevistado con Perón, pero digo con certeza que hubo una sola entrevista, que fue en Retiro y lo llevó el general Quaranta. Y el propio general dijo que Sabattini no fue explícito en lo que había pasado cuando salió de la reunión.

Y eso que se dijo que Perón vino a la casa de Don Amadeo no es cierto. Pero, fue tal la preponderancia que tuvo esa situación que los periodistas hacían vigilia en la casa de don Amadeo esperando que venga Perón.

Como toda fuerza nueva, el peronismo vino con mucho empuje y poder. Reconozco que tuvo en la parte social una apertura muy grande, pero como en todas las cosas se cometen excesos, se cometieron algunos excesos. La presión por la afiliación era terrible, yo trabajaba en Fenés Berrini, yo era afiliado radical y me llegó a mis oídos que nos podía pasar algo. La versión era que la agencia YPF no podía tener a ninguno que no fuera afiliado. Tuve la oportunidad de conseguir otro trabajito y me fui, pero mi esposa era maestra.

 

-¿Cuando usted ve este enfrentamiento que hoy volvió a instalarse en la sociedad, lo compara con lo ocurrido en la década del 50?

-Fue distinto, todo evoluciona y el peronismo también evolucionó. Leo mucho y me parece sincero Julio Bárbaro y hace unas reflexiones que me gustan mucho. Y él reconoce que el peronismo en los primeros tiempos cometió excesos, pero no le vamos a quitar que nos trajo la situación social. El peronismo en los primeros tiempos se imbuyó mucho de poder y eso se dispersó en los niveles inferiores y hubo persecución. Pero había una esencia que nos trajo la situación social y esas son raíces, todas las disidencias políticas giran alrededor de lo social.

Bárbaro dice que a pesar de los excesos fue lo sentimental de un proceso y pienso que eso se desvirtuó con el cristinismo, con el kirchnerismo y que ahora soplan tiempos nuevos y me parece que el peronismo va a revivir en mejores concepciones, en mejores prácticas. Bárbaro dice con respecto al radicalismo algo gracioso, pero muy cierto, dice que el radicalismo se lo pasa en los discursos, pero planillas de cálculo, nada.

Es cierto, mucho discurso entre cuatro paredes, pero ir a la calle, estar con la gente, nada.

Por ejemplo, en la Función de Gala de la fiesta Patria era tradicional juntarse con la gente en el hall del Giuseppe Verdi, todos se saludaban y de los radichetas no había ninguno (se ríe).

Yo les sabía decir cómo vamos a recuperar la Intendencia si no nos juntamos con la gente.

Y para el Día de Villa María que se juntan veinte mil personas, los radichetas nada.

 

-¿Qué recuerdos tiene del momento en que le proponen ser candidato a intendente, justo en la recuperación tan ansiada de la democracia?

-Yo tenía mis antecedentes partidarios, si bien había muchos que tenían tradición creo que ninguno venía de la época de mi infancia. Yo siempre participé y tenía amistades en los barrios, siempre me gustó la calle. Mucho antes de la política, participaba de un comedorcito que ayudaba a la gente.

Una vez me llamaron de la Defensa Agrícola y me dicen que tenían unos cajones de fruta que habían decomisado, “mandá a buscarlos y lo repartís”, me dijeron. Resulta que habían decomisado mercadería que venía de Mendoza y era fruta de primera. Me tuve que conseguir un camión que me prestaron los Pierantonelli y se lo llevé a La Calera y llenamos una habitación.

Yo estaba muy relacionado y también con la gente del hipódromo. Hay una anécdota, yo nunca ganaba nada, una vez fui a una cena y salió mi número y el premio era un chivo vivo. Me lo dejaron ahí y no sabía qué hacer con el chivo y esa misma noche, fui con mi mujer hasta La Calera a ver a un amigo y le dije que tenía el chivo que no sabía qué hacer. Ahí nomás se lo dejé porque ese premio me tenía atormentado (Risas).

Y un buen día cuando se anunciaron las elecciones y uno de los que me conocía dijo que yo tenía que ser el intendente y de ahí empezó a multiplicarse y así nació mi candidatura.

 

-¿A Raúl Alfonsín lo conocía personalmente?

-A Alfonsín lo conocí en la década del 70 cuando disputó la candidatura a presidente con Balbín. Estuvo en Villa María en la casa partidaria que teníamos en calle La Rioja. Fue el momento de apertura política y se empezaron a designar los candidatos a intendente. El radicalismo en Villa María lo eligió a Emilio Zernotti y finalmente ganó el doctor Emilio Pizzorno. Yo tengo un gran respeto por Pizzorno porque yo tuve una falta con él y finalmente lo pudimos superar. Le pedí mi perdón y no sólo me dio disculpas sino que seguimos amigos.

Yo había tenido enfrentamientos con Pizzorno, era un hombre correctísimo, tengo mi mayor respeto por él.

 

-¿Qué le pasó al radicalismo en los últimos años, se rompió?

-El radicalismo se inició predicando y peleando por la pureza electoral y en aquel tiempo estaba bien, pero descuidó la parte social. Una vez lograda la pureza electoral no captó que venía una necesidad que era la cuestión social y lo descuidó.

Cuando llegó al Gobierno Yrigoyen lo ejerció de manera paternal, pero sin un plan. Y hoy al radicalismo lo veo muy caído, yo sigo prendido a los símbolos y a la historia, a lo que fueron sus hombres, honrados, y teníamos la escuela de civismo que fue FORJA.

Todo eso desapareció, fue copada, toda esa concepción, por la claudicación de los principios. Don Amadeo se basó en los principios.

Y hoy se viene cada vez a menos, en el caso local si no salen a la calle cómo vamos a recuperar la Intendencia digo yo.

No obstante yo sigo prendido a los símbolos, no tengo edad para cambiar.

 

-¿Cuál fue la satisfacción más grande que tuvo en su vida política?

-Fue algo muy subjetivo. Yo cometí muchos errores estando en la Intendencia, pero tengo la convicción, el sentimiento de que la gente de la ciudad ha sido tan generosa conmigo que me ha dirimido, me ha perdonado los errores y ahora tengo el afecto de la gente. Eso es lo más grande que tengo.

Desde que salí de la Intendencia, seguí caminando, y me iba a los boliches, al barrio Nicolás Avellaneda adonde participaba de dos comedorcitos y a la noche cuando me quería volver, la gente me acompañaba hasta la esquina de los bulevares.

 

-¿Y lo más triste, el recuerdo más duro?

-La pobreza que pasábamos en la Municipalidad. A duras penas pagábamos los sueldos y ya teníamos encima el otro mes. Eso me atormentaba. No obstante las huelgas, tuve buenas relaciones con la gente.

Siempre faltaba plata, era como un hogar que no se llegaba, algunos se mostraron diferentes o los dominó el partidismo contrario, pero tuve buenas relaciones y tengo muy buenos recuerdos, por ejemplo, de los recolectores de basura. Cuando dejé la Intendencia nos juntamos todos y nos comimos unas cabezas de vaca en el Club Rivadavia.

 

-¿En algún momento se sintió marginado por su propio partido?

-No sé si decir marginado porque yo traté de separar partido y Gobierno porque es brava la presión partidaria, no te imaginás. Todos se creían intendentes, recuerdo que apareció un proyecto de mis propios correligionarios que querían cambiar el nombre del Parque Pereira y Domínguez y me puse firme. Les dije que no iba a cometer semejante defraudación y desagradecimiento a gente que había trabajado por Villa María. Y les dije que si sacaban el proyecto se los iba a vetar.

Lo mismo ocurrió con el bulevar Cárcano, le querían poner Presidente Perón y yo conversé con los mismos dirigentes y les dije que reconocía a Perón y que podíamos buscar la mejor calle para darle su nombre.

Era muy amigo de mi contrincante, el doctor Demarchi y conversé con él y luego pasó. Transcurrido el tiempo, se me presenta la oportunidad de conversar con Vialidad y que hicieran el bulevar (de ruta 9) que se llama Presidente Perón. Yo los llamé a los que despotricaban y les dije tengo un lugar para ponerle Perón y así lo hicimos.

 

-¿Y qué análisis hace del país de hoy, con hechos de corrupción, con problemas en los principales partidos?

-Esto es todo tan incierto, no veo la solución para reconstruir el radicalismo. No sé qué fenómeno podría darse para que el radicalismo vuelva a las banderas porque la mentalidad de la gente cambió, cambiaron las épocas y al peronismo le pasa lo mismo, hay una parte que es sincera, pero hay otra que lo usa especulativamente.

Creo que si pudiera renacer el radicalismo con sus banderas y el peronismo se pudiera revalidar con sus principios la Argentina saldría adelante con toda felicidad.

 

-O sea que son necesarios nuevamente los dos partidos fuertes.

-Sí, y esto no quiere decir que los partidos minoritarios no sean necesarios. Yo tuve la suerte de conocer y admirar a muchos de todos los partidos, siempre digo que si no hubiera sido radical hubiera sido socialista. También tuvo grandes dirigentes el Partido Demócrata en Córdoba.

La política antes se ejercía en forma idealista y se daba el caso que había renunciamientos para no contrariar los principios, que hacían al decoro de la persona.

Esos valores ya no están, quién renuncia ahora.

 

-¿Imaginó en algún momento que podían darse hechos de corrupción como los que se están investigando?

-No, esto fue nunca visto. En 1941 hubo un negociado en el Gobierno nacional que hizo escándalo que se llamó el de las tierras de El Palomar. Alguna vez voy a escribir eso porque la gente se olvida. Había tierras muy bien ubicadas en la provincia de Buenos Aires que habían pertenecido a la familia tradicional Pereyra y Gaola que cayó en desgracia y luego se pusieron en venta esos terrenos sumamente valiosos y resulta que no faltó una trenza que ideó que los terrenos se podían comprar por poco y luego se revendían al Ejército por el precio real. Armado el circo encontraron el testaferro, un tipo que no tenía dónde caerse muerto, y lo pusieron como comprador de la tierra y simultáneamente aparecieron vendiéndose al Ejército por el precio del mercado con una ganancia escandalosa.

La cosa toma vuelo y se debate en el Congreso y se pagaba a los partícipes del negociado con títulos públicos. Y el escándalo comprometía al ministro de Guerra, al Ejército y el presidente de la República, que era Ortiz, mandó su renuncia al Congreso diciendo que no admitía sospechas a su honor.

No la aceptaron, y un diputado se suicidó porque había sido mencionado como partícipe del negocio. Y los que recibieron los títulos se descubrieron porque los habían cobrado y otros no se presentaron a cobrar.

Lo que quería señalar era cómo se manejaban los principios y hoy nadie renuncia.

Hoy si no damos ejemplo, los jóvenes se van volviendo insensibles y lo ven como una cosa natural.

Tengo muy grabado el sentido republicano, democrático, muchos hablan de la democracia pero hay que hablar del régimen republicano porque te señala los caminos más puros, por ejemplo, la alternancia de los poderes, el apartamiento de todos los honores improcedentes.

 

-La última ¿qué mensaje le dejaría a la juventud?

-¿Seré yo quien tenga que dar un mensaje? (sonríe). Primero soy un admirador de la juventud y un esperanzado de que el futuro promisorio está en manos de la juventud, de su voluntad, de su inteligencia, de su aplicación y en ellos confiamos para la recuperación de los valores y la superación de tantos errores nocivos que ha cometido nuestra generación.

Los únicos que pueden revertir las cosas malas del mundo son los jóvenes con sus sentimientos.

 

Me gusta

Siempre ando con los papeles, terminé de escribir un libro con motivo del centenario de la declaración de ciudad. Me gusta mucho leer, la poesía y ahora estoy incursionando de lleno en la cultura del tango.

Me divierte

No tengo mucha diversión, tengo más bien distracción en esta prisión domiciliaria (se ríe). No obstante me visitan, hace quince días vinieron a mi casa parte de un grupo del que yo participaba que se llama El Desagüe.

Me entristece

Los crímenes, esta ola de inseguridad. Es difícil resignarse a la impotencia que vivimos por la inseguridad.

Me enoja

Creo que para el enojo soy insensible, soy más sensible para las cosas de amor. A veces la sonrisa de un chico es un gran premio para mi vida. Antes me agarraba rabietas, pero las superaba enseguida.

Me sorprende

Me asombran con satisfacción los adelantos que van logrando los jóvenes en todos los terrenos, la ciencia, las artes, admiro las cosas que van descubriendo los jóvenes.

 

Opiniones

 

Mauricio Macri

No lo voté a Macri, cuando el radicalismo entró en eso yo me aparté inmediatamente. Macri políticamente no puede ingresar a mis sentimientos, no obstante había creado una expectativa de que las cosas podían cambiar, pero en parte me he desilusionado.

Veo que con el tarifazo se apartó el sentimiento del popular y estoy de acuerdo con la reparación de los jubilados, pero hay cosas que ensombrecen mi percepción, como el caso de los Panamá Paper, me parece que las personas de bien no pueden ser sospechadas por nada indecoroso.

 

 Juan Schiaretti

Tengo un buen concepto, Villa María tiene que estar agradecida, hizo el Hospital y otras cosas y en el aspecto político se manejó a su manera, pero lo respeto.

 

Martín Gill

Tengo admiración por distintas razones, empezando por lo más simple que es la juventud. Pienso que su proceso de participación en la actividad pública ha sido correctísimo, ha tenido talento y no ha perdido esas condiciones de sinceridad y simpleza.

 

“No veo la solución para reconstruir el radicalismo. No sé qué  fenómeno podría darse para que el radicalismo vuelva a las banderas porque la mentalidad de la gente cambió, cambiaron las épocas y al peronismo le pasa lo mismo, hay una parte que es sincera pero hay otra que lo usa especulativamente”.

 

“Yo cometí muchos errores estando en la Intendencia pero tengo la convicción, el sentimiento de que la gente de la ciudad ha sido tan generosa conmigo que me ha dirimido, me ha perdonado los errores y ahora tengo el afecto de la gente”.

 

“Yo era muy callejero, desde que empecé a caminar fui callejero. Por supuesto, en aquella época la madre ejercía un liderazgo en el hogar pero los varones éramos la piel del diablo, así que le decíamos, ‘sí, querida mamá, mamita’, y le hacíamos travesuras. Yo vivía en la calle”.

 

“Creo que si pudiera renacer el radicalismo con sus banderas y el peronismo se pudiera revalidar con sus principios la Argentina saldría adelante con toda felicidad”.

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