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«La sobreprotección nos lleva para atrás en el camino del desarrollo»

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«La sobreprotección nos lleva para atrás en el camino del desarrollo»
La profesional brindó una charla en la ciudad en el marco de la campaña “Un trato por el buen trato”

Es uruguaya y visitó Villa María para profundizar sobre los modelos de crianza actuales. Se refirió al maltrato, los límites y las formas de establecer las normas entre padres e hijos

La profesional brindó una charla en la ciudad en el marco de la campaña “Un trato por el buen trato”

“Cuando la crianza no se hace con buen trato, el desarrollo se interrumpe y los niños y niñas no consiguen llegar a ser la mejor versión posible de ellos mismos”.

La uruguaya Alicia Casas es clara a la hora de definir la forma en que afecta el maltrato a los niños, niñas y adolescentes.

Es doctora en Medicina, especialista en Psiquiatría y Educación Sexual, dirige el Programa Claves, en Uruguay, sobre el buen trato y la dignidad de las personas y viene de presentarse en los Estados Unidos en una conferencia sobre el mismo tema.

Llegó a la ciudad en el marco de la capacitación organizada desde la campaña “Un trato por el buen trato” (ver «Diez años ‘vacunando’ a adultos contra el maltrato a los niños»).

“El maltrato afecta nuestro cuerpo, nuestro cerebro y por ende los niños crecen menos, aprenden menos, tienen más enfermedades y son más infelices”, sentenció Alicia.

¿Cómo se llega a la buena crianza?
-Cuando hablamos de buen trato para la crianza hablamos de las capacidades que tienen que tener los padres y madres para criar adecuadamente.

De este modo se pueden establecer vínculos de apego, que es un afecto profundo donde el bebé manifiesta sus necesidades a los padres y éstos las satisfacen.

¿Cuáles son esas capacidades?
-El apego es una de ellas. Una familia que trata bien tiene un vínculo de apego con los niños, tiene capacidad de empatía, de darse cuenta lo que le pasa a los niños y de accionar en consecuencia. También tener un estilo de crianza bientratante (sic), sin violencia.

También son personas que pueden participar de redes comunitarias, barriales, intercambiando, solicitando ayuda.

Son padres que pueden responsabilizarse cuando hacen algo que está equivocado y que les causa daño o sufrimiento a los hijos.

Y son padres o madres que pueden pedir ayuda en la comunidad y asociarse con otros para lo complejos que son la crianza y el cuidado de los niños.

¿Hay un límite entre el apego y la sobreprotección?
-Son cosas distintas. El apego es un vínculo necesario que es iniciado por el bebé en realidad, que lo establece con aquel adulto que considera lo puede defender mejor de los peligros del mundo. Es un vínculo de ida y vuelta.

La sobreprotección es otra cosa, tiene que ver con no reconocer las etapas del desarrollo o no poder verlas y no permitir que el niño, la niña y más tarde el adolescente pueda ir desarrollando su autonomía.

La educación tiene que ser para una autonomía progresiva. La meta tiene que ser siempre la autonomía. Y hay papás y mamás a los que les cuesta eso porque tienen un deseo muy grande de controlarlo todo, pero en realidad es una forma más sutil de cierto maltrato, no permitir que el niño se desarrolle plenamente.

La sobreprotección nos lleva para atrás en el camino del desarrollo.

¿De qué forma pueden colaborar los hijos?
-Los niños necesitan que alguien los quiera incondicionalmente en el sentido de que hagan lo que hagan sepan que no va a perder el amor de esa persona, pero también precisan límites, alguien que los corrija, que se les enseñe lo correcto y lo incorrecto, normas básicas para la vida como la honestidad, la verdad, el respeto.

También necesitan límites que son reglas transitorias acordes a cada etapa de la vida.

La tarea del adolescente, por ejemplo, es separarse de los padres de una manera progresiva. A veces hay muchos disturbios en esta separación, que es afectiva.

Es ir definiendo la filosofía de vida, la moral, sus normas de conducta, y a veces a los padres le cuesta mucho ese camino.

¿Hay fallas en las formas de establecer esas normas?
-Creo que tenemos grandes dificultades en las maneras en las que ponemos los límites.

Las normas como el respeto, la verdad y la honestidad -que son más permanentes- se enseñan básicamente con el ejemplo.

Vos no podés enseñar la honestidad si sos deshonesto ni la verdad si estás mintiendo.

Los límites, en cambio, son reglas transitorias que buscan cuidar a los niños del peligro propio del contexto.

Creo que tenemos en América Latina una gran dificultad en poder establecer las reglas de forma más o menos consensuadas y que queden claras para todos.

Tenemos también una dificultad que es que a veces sólo sabemos establecerlas con violencia. Ahí el mensaje que damos es totalmente equivocado.

No hay ninguna razón para utilizar la violencia en la crianza de los niños.

Si alguna vez tuvimos una respuesta violenta, simplemente corresponde pedir disculpas y que empecemos de nuevo.

Los niños aprenden mucho mas de lo que ven que hacemos, que de lo que decimos. Es decir, los hechos gritan mucho más fuerte que las palabras.

 

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