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Argentina exporta productos baratos e importa bienes caros

Cartas – Opiniones – Debates

Inflación y la miopía monetarista

Todos conocemos la vulgata ortodoxa-monetarista de la inflación. La hemos escuchado una y otra vez: la inflación es un aumento generalizado de los precios originado por el incremento de los salarios, el gasto público y la emisión monetaria. Cuando el gasto público supera a los ingresos públicos no financieros tenemos un déficit fiscal que es financiado con emisión. Al emitir más moneda hay mayor oferta monetaria, a mayor oferta de algo, ese algo pierde valor, en este caso, la moneda pierde valor de compra. Además, los aumentos salariales incrementan los costos para las empresas, los cuales se trasladan a precio final. Hasta aquí explicada la teoría ortodoxa-monetarista de la inflación. Pero esta teoría, dominante y hegemónica en su difusión, posee incoherencias e inexactitudes en relación a la realidad histórica y económica de nuestro país y el mundo: muchos países tienen un elevado déficit fiscal a la vez que tienen una inflación casi inexistente, o al menos, mucho menor que la de nuestro país (Argentina posee la octava inflación más alta a nivel mundial según el FMI). Japón tiene un déficit fiscal de 3,66% de su PBI y una inflación casi cercana a 0% anual (2016). Bolivia tiene uno de los déficits fiscales más grandes de Latinoamérica; 8,3% de su PBI y una inflación anual del 2,71% anual en 2017. Ese mismo año nuestro país tuvo un déficit fiscal del 3,9% del PBI y una inflación de casi el 25% anual. Argentina ha tenido períodos con escasa inflación y con alto déficit fiscal (2001: Inflación del 1,1%, déficit de 5,6%) y períodos inflacionarios con superávit fiscal (2007: superávit del 3,2%, inflación del 10,2%).

La administración de Mauricio Macri no logra reducir la inflación producto de que posee una visión económica distorsionada de los causantes de la misma. Si el diagnóstico es errado, es imposible resolver el problema. Esa visión distorsionada, colmada de imprecisiones y fallas conceptuales, deviene de la incomprensión de las singularidades de la economía de nuestro país:

1) Argentina es un país fundamentalmente exportador de alimentos, es decir, exporta al mercado externo lo mismo que cuyos habitantes consumen para subsistir en el mercado interno, por lo que los precios en este último quedan asociados al primero.

2) Argentina exporta materias primas baratas (sin valor agregado) cuyos precios en el mercado internacional fluctúan a menudo en forma volátil, mientras que importamos bienes caros de alto valor agregado (ya sea para consumo o para uso industrial). Esto conduce a un estrangulamiento de la balanza de pagos, es decir, ingresan menos divisas por exportación de las que egresan por importación (déficit comercial), lo cual hace que nuestra moneda se devalúe en relación a escases del dólar en nuestro país. La devaluación genera un aumento de precios en los productos importados, pero también en los alimentos exportados (cuyos precios internacionales están asociados a los nacionales).

3) En Argentina no todos pierden con la inflación: un sector compuesto por 1.294 propietarios dueños de 32% de las tierras más ricas del país se ven beneficiados por el aumento en el precio de los alimentos producidos en sus tierras las cuales mayoritariamente alquilan a productores agropecuarios y pooles de siembra. Esta minoría aristocrática Ni Ni (ni trabaja, ni produce), y cuyas fortunas adineradas crecen gracias al cobro del alquiler de sus tierras, pueden ir aumentando el precio de dichos alquileres en la medida de que el precio de lo producido en sus tierras (alimentos) también se incremente.

La inflación estructural en nuestro país es una constante histórica ya que todos los gobiernos han sido incapaces de resolver estas cuestiones: algunos porque no pudieron, y otros, como el actual, porque directamente no quisieron. El Estado no tiene control sobre los alimentos que nos permiten subsistir y sobre las divisas que nos permiten producir. La inflación no es originada por un elevado gasto público, sino a viceversa, la inflación en los alimentos hace que la ciudadanía achique el consumo en otros bienes prescindibles desactivando la actividad en esos rubros, la economía cae en picada, crece el desempleo y el Estado se ve obligado a gastar más para reanimarla, espiralizando el déficit fiscal y cuasi fiscal (toma de deuda e incremento de los egresos del BCRA por pago de intereses). Ya lo vivimos, no terminó bien, y no va a terminar bien.

Ernesto Bertoglio – 36.793.900

 

Acerca de los sofistas contemporáneos y un nuevo 1 de Mayo

Leyendo sobre filosofía de la antigua Grecia nos encontramos con un término, una palabra que, a pesar de que no se la utiliza demasiado en nuestro vocabulario, tiene una marcada presencia en nuestro devenir diario. Dicha palabra es “sofistas”.

Según la definición clásica, pero dicho de manera simple y entendible, sofista es aquella persona que haciendo alarde de sus virtudes orales es capaz de transmitir ideas o discursos con un gran poder de convicción, aún sabiendo que su arenga está compuesta de manera total o parcial por falsedades.

Los sabios griegos que pregonaban los sofismas (de ahí viene sofistas) eran quienes más dinero recibían a cambio de sus peroratas cargadas de retórica y mentiras, cuyo único fin era dar cuenta de sus conocimientos y saberes para confundir a la población.

Si ponemos un poco de atención a la historia de nuestro país, podremos observar que los dirigentes políticos anteriores y los actuales practican, con frecuencia, el uso de sofismas cuyo único objetivo es transmitirnos discursos esperanzadores para que aceptemos, sin discusión alguna, todas y cada una de las medidas económicas y políticas que ellos deciden y que impactan, de manera negativa, en nuestra calidad de vida.

Un ejemplo reciente es el de los tremendos aumentos en las tarifas de los servicios públicos, los cuales son justificados con un sinfín de argumentos falaces y retorcidos, pero de una firme convicción para quien los emite, razón por la cual los receptores (o sea nosotros, los trabajadores) los toman por justos y acertados, aunque se les haga muy difícil pagar esos importes.

Y ni que hablar cuando el tema en discusión es la deuda externa, la educación, el empleo, la inflación, las cuentas offshore, u otras tantas cuestiones; es ahí cuando al unísono todos los dirigentes que componen el oficialismo de turno salen a hacer uso y abuso de sus cualidades como sofistas; y si a esto le sumamos la ya indisimulable complicidad mediática obtenemos el resultado que vemos a nuestro alrededor: la mayor parte de la sociedad adormecida y permisiva con todas las medidas que se toman en su contra.

Pero no todo es negativo, porque como vemos que algo se está gestando al interior de la clase trabajadora con todas las enormes y diversas marchas y movilizaciones sociales (Santiago Maldonado, despidos, aumentos de salarios, legalización del aborto, gatillo fácil, tarifazos, etcétera) entendemos que esa germinación debe buscar los espacios capaces de contener y dar forma a todos estos reclamos, con el objetivo de ir conformando un movimiento político que posibilite la llegada de los trabajadores a los espacios de poder.

Creemos que una buena manera de comenzar a participar en política sería conmemorar este 1 de Mayo en actividades que nos ayuden a reflexionar, pensar y discutir sobre lo que necesitamos y sobre lo que somos capaces los trabajadores cuando nos unimos, para que de una buena vez no gobiernen más los sofistas contemporáneos y seamos nosotros mismos los que tomemos las riendas de un gobierno, incluso local, porque aquí también hay sofistas gobernando.

Ese espacio de discusión política es el que proponemos a todos los trabajadores y trabajadoras de la ciudad.

Izquierda Socialista Frente de Izquierda

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