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Los malones en nuestra región

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Los malones en nuestra región
Indios Amigos del Cacique Linares, a quien se distingue sentado entre dos oficiales del Ejército Nacional

Escribe Luciano Pereyra

Indios Amigos del Cacique Linares, a quien se distingue sentado entre dos oficiales del Ejército Nacional

Recorriendo la ruta provincial 30 y la nacional 8 entre las localidades de Achiras y La Carlota pasando por Río Cuarto, y volviendo en el tiempo hacia el siglo XIX, estaríamos recorriendo el límite sur de nuestro país. Estos parajes (algunos más al sur, otros más al norte) formaron parte de la frontera. Achiras, Río Cuarto o La Carlota fueron centros militares defensivos contra el indio, también Santa Catalina, Sampacho, Las Tunas, Cruz Alta o Saladillo. La incipiente Villa Nueva del Rosario fue desde sus comienzos el límite norte de los avances indígenas que rara vez cruzaban el río “tercero” y fue el bastión defensivo entre las líneas de fortines.

Hacia finales del siglo XVIII (1780), luego de la “araucanización” de las pampas, dentro de los pueblos originarios, el paulatino agotamiento del ganado cimarrón dio comienzo a la transformación de la actividad cazadora en actividad depredadora, comenzó así la época de los “malones”. El pueblo ranquel fue uno de los más activos en ese sentido.

Era un ataque sorpresivo de un centenar de jinetes como mínimo, la carga de estos lanceros a caballo se basaba en el enfrentamiento a corta distancia, tratando de destruir todo lo que se oponía y su objetivo final era el arreo de todas las cabezas de ganado posibles y la toma de cautivos (principalmente mujeres y niños). Se debe aclarar que ambas sociedades poseyeron cautivos, esto puede observarse en los archivos de los censos provinciales, por ejemplo.

El Ranquel de Francisco Madero Marenco

El malón se preparaba cuidadosamente, se solicitaba el consentimiento del jefe, se realizaban ceremonias y rituales de acuerdos y los hombres de combate iban acompañados de auxiliares con caballos de repuesto. El ataque, por lo general, se desarrollaba por la mañana, luego de haber cabalgado por la noche, se aprovechaban de los primeros rayos del sol para el factor sorpresa. La superioridad estaba en el equino, incansable, sabio, resistente, apto para correr en cualquier terreno (incluso boleado) y recorrer distancias interminables.

El Estado trató de proteger el ganado cimarrón, que tanto indios como cristianos habían considerado inagotable, recurriendo a medidas militares, como el uso de tropas o el establecimiento de fortificaciones defensivas llamadas “fortines”. No se debe pensar en algo muy sofisticado, pues la carencia de madera requería recurrir a la construcción de un foso y un parapeto (montículo). Los fortines eran circulares de pequeñas reducciones que albergaban a un pequeño número de soldados. Los fuertes eran más grandes y de formas rectangulares.

Esta situación se desarrolló en la zona denominada “frontera”, esa zona de transición entre la sociedad india y cristiana, esa zona en donde las relaciones interétnicas eran mucho más complejas de lo que imaginamos y no solo estaban basadas en la violencia mutua.

La frontera fue moviéndose paulatinamente hacia el sur, desde el río Cuarto a principios del siglo XIX, hasta el río Negro en 1880. La función del sistema defensivo de fortificaciones servía para detectar el ingreso de indios y avisar a la comandancia para que una fuerza miliciana saliera al encuentro de los nativos. Los actores sociales del conflicto territorial fueron los pobladores o colonos (mestizos y europeos), los indígenas y los milicianos.

Lancero indio

En el caso de Villa Nueva, la donación de tierras en la década de 1820 para la construcción de un poblado aseguraba la posibilidad de establecer una comandancia donde el juez de alzada o comandante de las milicias se encargaba de la protección de los campos de la zona. La consecuencia era que cuando se activaban las defensas, ya se habían ocasionado los saqueos, los muertos e incendios. El robo de ganado siempre estuvo presente en todos los ataques, sin embargo, la causa no fue la única. La resistencia al avance de los europeos en la posesión de la tierra, la venganza por alguna acción de los “huincas” (blancos) que muchas veces saqueaban las “tolderías”, la obtención de rehenes para intercambiar o el apoyo interesado hacia alguno de los bandos de la guerra civil (“malones políticos”), fueron motivos de los enfrentamientos.

Luego de la caída de Rosas, en 1852 la frontera volvió a conmoverse, los “indios amigos” pasaron de la paz a la guerra y el “negocio pacífico” dio lugar a los malones cristianos.

El “negocio Pacífico”, era una política utilizada en tiempos de Rosas, el Gobierno entregaba raciones de ganado y bienes de consumo (yerba, azúcar, vestimenta, harina, aguardiente). Por su parte los indios debían cumplir tareas de chasques, acarreo de bienes, provisión de información, entrega de cautivas. El Gobierno buscaba que estos grupos, establecidos inclusive en las cercanías de los fuertes, sirvieran de freno a posibles invasiones, se combinaba esta acción con el escarmiento armado y se sostenía reconociendo la jerarquía entre los ranqueles, así los insumos llegaban a:

CACIQUES

CAPITANEJOS

INDIOS LANZAS

CHINAS

CAUTIVOS REFUGIADOS

CHUSMA.

A esto podemos agregar que en los últimos años del enfrentamiento, los grupos ranqueles tuvieron activa participación política a través de los “indios montoneros” que se sumaron a los estallidos simultáneos, como reacción al modelo liberal porteño o a la guerra con el Paraguay. En nuestra región los ataques repentinos se profundizaron especialmente en la década de 1860, estimulados especialmente por los conflictos anteriormente mencionados.

En Villa Nueva, el Regimiento que encabezaba José Victorio López fue famoso en su defensa de los campos de la región, los lanceros villanovenses, el escuadrón de Blandengues, junto a milicianos, como el capitán Pío Ceballos (tío abuelo de quien fuera el primer maestro profesional de Villa Nueva), Salustiano Carranza o Fernando Freytes, Victorino Ordóñez en La Carlota, Rapela u Oyarzábal en Río Cuarto y otros tantos anónimos fueron quienes dejaron su sangre junto a caciques y capitanejos como Calbán, Cañumil, Mariano Rosas, Epumer o como Manuel Baigorria quien actúo para ambos bandos, primero como malonero durante su destierro y finalmente traicionando incluso a sus familiares dentro de las tolderías cuando fue nombrado comandante en el Imperio del Sur.

El gobernador Félix de la Peña escribía al ministro de Marina y Guerra en 1868:

“…en los últimos 15 días han tenido lugar cinco (invasiones) en Villa Nueva y en el corto término de un mes Río Cuarto ha visto por cuatro veces, la propiedad y la vida de sus habitantes a merced de los salvajes…”.

En 1874 y 1875, el cacique Cañumil asoló la zona de Villa Nueva y Villa María, parece increíble que fueran contemporáneos (pero lo fueron), el ferrocarril y los malones, es difícil imaginar ese choque cultural, el final era inevitable. El gobernador Mariano Fragueiro había propuesto la incorporación gradual del territorio indio, asegurando un trato pacífico, derecho y estímulo al trabajo. “…el exterminio del indio no es justo ni es útil…”.

El malón se transformó en cuentos y leyendas durante las noches de invierno donde algún abuelo contaba vivencias a sus nietos, pero hoy ni siquiera forma parte de la memoria colectiva, los currículums escolares ni se acercan por estos temas, generando en nuestra juventud un profundo desconocimiento por este tramo de nuestra historia que se desarrolló en el deforestado monte del espinal o el pajonal pampeano donde hoy la soja cotiza en dólares y la inundación borra todo vestigio de aquel pasado conflictivo.

Glosario:

Baqueano: conocedor práctico de la campaña, de sus atajos, montes, ríos y aguadas.

Chasque: jinete portador de un mensaje u orden.

Chusma: la gente que no pelea, mujeres, niños y viejos entre los indios. Sinónimo de pueblo. En la actualidad se utiliza despectivamente.

Huinca: hombre blanco, extranjero, cristiano.

Malón o maloca: ataque repentino de jinetes (entre 300 y 2.000), con el objetivo de acarrear cabezas de ganado vacuno o equino, destruir asentamientos poblacionales o rurales.

Maturrango: mal jinete.

Remington: fusil de origen norteamericano introducido por Sarmiento en 1871. Significó el fin del problema del indio y de las montoneras de Peñaloza y Varela.

Telégrafo: después del ferrocarril, fue lo que permitió superar el “kolan” o señales de humo de los indios.

Bibliografía:

“Pigatto”, Ricardo Edilio. (2007) El Malón en el Sur de Córdoba. Ediciones del Corredor Austral. Córdoba.

“Rojas Lagarde”, Jorge Luis. Malones y Comercio de ganado con Chile siglo XIX. 1ª edición. Buenos Aires: El Elefante Blanco, 2004.

“Yunque”, Alvaro. Hombres en las Guerras de las Pampas (1536-1886). Buenos Aires: Editorial Cartago, 1969.

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