Irma de Salazar lleva 20 años como bibliotecaria. Aseguró que actualmente hay sólo seis pequeños como socios. Contó sobre la lucha por fomentar la lectura, por mantener vivo el espacio y para que se tenga que dejar de regalar libros porque no tienen dónde exhibirlos
De los 30 años que Irma de Salazar lleva en Villa Nueva, 20 los pasó en la Biblioteca Luis Roberto Altamira.
Esta santafesina amante de los libros comenzó sus tareas como bibliotecaria desde el momento mismo en que se reinauguró el espacio el 7 de octubre de 1996.
Desde entonces, ha visto pasar a cientos de personas, pero nunca observó que sea tan ínfimo el interés de los niños en la lectura.
“Lamentablemente, los niños vienen muy poco. Salvo alguna consulta o que vengan a sacar fotocopias o boletos educativos. Trámites. Pero no a buscar libros”, contó sobre la actividad de los más pequeños en el espacio ubicado en la Casa de la Cultura.
“No vienen a retirar libros, de hecho, tenemos sólo seis socios que son niños”, remarcó, al tiempo que completó: “Además hay 57 socios adultos”.
Irma considera que “es un número muy bajo para lo que es Villa Nueva”, pero también “para el material que tenemos acá, que se va renovando continuamente”. Al terminar la frase, piensa, calcula y asegura que actualmente hay 7.800 títulos en las estanterías de la biblioteca.
“Estamos actualizando continuamente los libros porque vamos a las ferias en Buenos Aires y traemos lo último que hay. Hace poco fui a Córdoba e hice una buena compra. Es material muy bueno el que hay”, puntualizó.
-Y hace 20 años ¿venían niños?
-Sí, venían mucho más, se consultaba mucho más, había más movimiento.
Ahora con el Internet, los celulares… Escriben malísimamente con el celular, pero al menos leen y escriben algo, yo me conformo con eso (ríe).
La mujer, que se negó a ser fotografiada, remarcó que le gustaría que hubiese más niños asociados y con actividad en la biblioteca, pero “no se incentiva en la casa, y en la escuela, muy poco”.
De todas formas, Irma se las arregla para sembrar la semilla de la lectura entre los niños. “Acá damos apoyo escolar y ahí aprovechamos para darle un poquito de lectura. Nosotros tenemos dos chicas que lo dan tres o cuatro veces por semana y vienen muchos chicos”, recordó, y dijo, con una sonrisa: “Con suerte a todos les fue bien, acá se les enseña a hacer los deberes, a leer”.
-¿Teme que con el paso de los años se pierda por completo el interés en la biblioteca?
-No, porque al que le gusta leer lo va a hacer siempre. Hablando de las personas mayores. Los niños, si no se acostumbran de chiquitos, no lo agarran más.
Consultada sobre si considera que el bajo número de socios puede estar influenciado por la cercanía con la Medioteca de Villa María, que es muy grande en cuanto a tamaño, cantidad de libros y actividades, Irma sentenció: “No, porque acá tenemos mucho material, de hecho, tenemos mucho material de historia que creo que en Villa María no debe estar”.
No hay dónde guardar
Sobre unos estantes duermen varias cajas llenas de polvo. Son libros que no tienen lugar en los estantes de la biblioteca y que, sobre todo por su antigüedad, son archivados.
“Ahora estamos llevamos libros a General Cabrera porque allá están armando una biblioteca de libros viejos y acá no tengo dónde ponerlos”, sostuvo, y confió que tienen “libros de la Cámara de Diputados de 1910”.
“Nos hemos cansado de pedir otro lugar más grande, teníamos un sitio y nos habían dicho que podíamos irnos. Escrituramos en septiembre y en diciembre notificaron que Capyclo nos remataba el lugar”, detalló.
“Así que estamos en la pelea. Supuestamente no se había pagado no sé que cosa. Nosotros reconocíamos la deuda y pedíamos un plan de pago, pero no quisieron”, lamentó Irma sobre la posibilidad por la que luchan para poder trasladarse a un espacio más amplio.
