¡Ojo el hormigón!

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¡Ojo el hormigón!

Nadie sabe con precisión por qué los perros son “amantes de las obras”. Y no precisamente las de arte.

Algunos dicen que un albañil con poderes fue generando un halo celestial que los atrajo tanto tanto que ahora siguen a cualquier laburante de fratacho en mano por las calles de la ciudad.

Otros dicen que no hay mejor lugar para los callejeros que una casa haciéndose, por donde no molestan a la noche, para dormir, y circulan los pedacitos de bizcochos por la mañana y alguna que otra caricia por la mañana.

El caso es que ellos andan siempre cerca de los ladrillos, la arena y la cal, olfateando material que nunca irá a deglutir.

Lo saben los albañiles. Y en algunos casos lo “sufren”.

Pasó en el barrio Florida, de Villa Nueva, donde el hormigón bien puesto para seguir el pavimento en las calles del barrio fue “inaugurado de antemano” por un grupo de perritos que dejaron su huella.

Solo los propios canes sabrán quién es el culpable del daño o, en todo caso, el autor de esta verdadera obra.

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