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Querencias norteñas

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Querencias norteñas

Recostada muy cerca de Cerro Colorado, la aldea enamora a base de bucólicas y lejanas estampas. Las pinturas de las Sierras de Ambargasta, y el gaucho paisanajep16-Turismo

Escribe: Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO

Decía el cantor. Lo dice todavía, en mil voces, y en muchas más. Hablaba de eso, de que no había pago como su pago. Nombraba a Santa Elena, a El Churqui, a Rayo Cortado, y al Cerro Colorado. Pero antes que a ninguno, nombraba a Caminiaga. Un pueblo que es fantasma entre las sutiles y tiernas sierras del norte cordobés, y que si se lo conoce, es por aquella canción de un tal Atahualpa Yupanqui, que lo caminó de lo lindo. Ahora, lo hace el viajero, y cuenta.  

Aquerenciada a 17 kilómetros de Cerro Colorado, y a un suspiro de por donde ayer pasó el Camino Real, Caminiaga recoge el polvo de las montañas bajas y de los verdores muchos, y con sangre más gaucha que ninguna convida mate y acertijos. Lo hace, también, 180 kilómetros al norte de Córdoba capital y a 330 de Villa María. Pareciera más lejana. Lo asume uno al husmear la idiosincrasia del paisano, por los ojos.

Allí, remolino de sentimientos. Un puñado de manzanas desplegadas en relieve calmo. Una plaza, unas aceras arboladas, una iglesia tímida, unas casonas añosas, una vieja abrigada, un piberío ardoroso pero manso. Y un caballo, que “se habrá escapau”, según la consideración de un señor en boina y alpargatas. No le sabemos el nombre, pero sí que es el prototipo de habitante de este pueblo que muy pocos tocan, perdiéndose el deleite de disfrutar realidades de otro mundo, y en esta provincia.  

Van calmadísimas las mañanas, y las tardes, y las noches. Lo dicen los bostezos del uniformado, recostado en el puesto de policía, a quien si alguien le pone una estrella en el pecho pasaría por sheriff. Mejor que esté así la cosa, para poder conocer la llamada “Casa Histórica” (factor de inspiración del célebre pintor Fernando Fader), al Arroyo Los Tártagos, y la Gruta de las Vírgenes (hacia donde, en días de procesión, marchan fieles y antorchas).  

Después, es cuestión de andar los montes, hincarle suspiros a la ruta de tierra, otear los alrededores. Entonces, se descubre la sal de la región. Un follaje abundante mezcla algarrobos, molles, piquillines, pero fundamentalmente palmeras. Cientos de palmeras Caranday, emblema de la zona y hechizo para quien las contempla, tan extrañas y bellas.

En los fondos, al trasluz de la mirada, dicen maneras lindas las Sierras de Ambargasta y la planicie de Sobremonte, y en ese juego de siluetas suaves y contornos redondeados, se le hincha el pecho a uno. Se siente explorador el viajero. Hoy ha descubierto un paisaje nuevo.

 

La Reserva y el Camino Real

Ya se dijo: con rumbo este, 17 son los kilómetros que separan a Caminiaga de Cerro Colorado, y hacia allá van las ganas. El camino es de tierra y de pequeñas subidas y bajadas, y cada tanto de ranchos a los costados y vacas que se cruzan, un amor los terneros, y los campesinos salidos del monte, yuyo en boca y agachada la cabeza.

Tras alguna quebrada que potencia las postales, el fin de las curvas se comprueba al arribar a Cerro Colorado. La aldea, que en rigor es una Reserva Natural y Cultural, mantiene las formas de la zona y le adhiere montañas rojizas (que le dan título a estas latitudes), conmovedoras pinturas rupestres (herencia comechingonas de entre 500 y 1.500 años de antigüedad, habitan más de 120 aleros locales, aunque el visitante sólo puede ver cuatro o cinco y acompañado de un guía), el paso del arroyo Los Tártagos (y las “praderas” lindantes de Las Galerías) y la Casa Museo Atahualpa Yupanqui (el lugar en el mundo del poeta).  

En cambio, hacia el oeste de Caminiaga (12 kilómetros) aparece San pedro Norte con su colosal iglesia y la Posta San Pedro Viejo, de capilla (1720) y tajamar. La parada, ahora, la gana el histórico Camino Real, ayer transitado por hombres y mujeres de todos los oficios en búsqueda del Alto Perú o del puerto de Buenos Aires. A éste y otros encantos, habrá que aprovecharle el jugo en capítulos por venir.

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