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Río Ceballos, capitán de su valle

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Río Ceballos, capitán de su valle

Escribe: Pepo Garay (ESPECIAL PARA EL DIARIO)

1) De día y de noche, el centro: es bello caminar por la cabecera del valle de las Sierras Chicas en una cálida noche de verano y palpar el movimiento del centro, que no es enloquecido, pero sí vital y que muestra el crecimiento de la región en materia turística. Muchos restaurantes con mesas afuera, parrilladas, pizzerías, barcitos. Mucha gente y ambiente familiar. Muchas luces y sensación de temporada.

Pero más lindo, acaso, es pasear de día por ese centro que se extiende fundamentalmente por la viboreante avenida San Martín y apreciar el año entero la elegante arquitectura, propia de la zona. Un paño de casonas antiguas, de principios y mediados del siglo XX, de frentes rocosos, arcos y balcón en el segundo piso. La mayoría son anónimas y dan nostalgia. Algunas, sirven de hogar a hoteles y hosterías. Completan el cuadro las iglesias y el parque Humberto Francia con su anfiteatro (sede de múltiples eventos artísticos y culturales).

2) El dique de las Sierras Chicas: una vez recorrida la esencia del centro, el viajero que sabe lo que es bueno se dirige al dique La Quebrada. Ubicado en la Reserva Hídrica Natural Provincial Parque La Quebrada, a escasos cinco kilómetros de la ciudad, el espejo de agua es favorito de todos.

Allí, la primera opción es contemplar la postal que marca el espejo de agua (30 hectáreas) y las verdes colinas que lo cobijan. También se puede apreciar el paredón, practicar deportes acuáticos sin motor, caminar entre la vegetación, nadar e, incluso, bucear (partiendo justamente desde la Playa de los Buzos).

3) Múltiples cascadas y arroyos: continuando con el paseo por la naturaleza, imposible no llegarse al céntrico arroyo Río Ceballos y su entorno de frescura y arboledas. Después, hay que encarar por las cercanías del dique y entre cursos de agua (arroyos Los Pantanillos y Colanchanga, por caso) y vados,  descubrir las célebres cascadas locales.

Entre ellas sobresalen la de Los Hornillos (10 metros de altura, una hora de caminata), de Los Guindos (tres metros de altura, 20 minutos a pie desde el dique), de la quebrada de Tello (dos metros de altura, 45 minutos de caminata), de los Cóndores y de La Estancita.

4) Caminatas con panorámica: ya calientes las piernas, vale la pena llegarse hasta la Reserva Hídrica Municipal Los Manantiales e ingresar al área conocida como Las Pisaditas (cuatro kilómetros desde el centro). Se trata de una formación rocosa (geológica) emplazada a 800 metros de altura sobre el nivel del mar. Peculiar resulta el paisaje de huecos sobre el granito, en un suelo que ayer sirvió a los comechingones para realizar rituales religiosos. La visita se completa con la “Cueva de los Chanchos”, que también resguarda el aura de los nativos.

Más tarde, la actividad está marcada por la caminata hacia el Cristo Ñu Pura, que descansa en las alturas de la ladera, regalando bonitas panorámicas del municipio y el valle. Media horita de marcha pausada y cuesta arriba conectan con destino, pasando por las 14 estaciones del vía crucis (que se recorren de noche y con antorchas en Semana Santa).

5) Circuito religioso: el citado Ñu Pura (12 metros de altura, esculpido en el año 1936) representa en sí mismo un atractivo. Es el emblema más evidente de los fervores religiosos locales, aunque no el único.

Como ya se dijo más arriba, las iglesias repartidas por el centro atraen la mirada de los visitantes. En ese sentido, destacan la preciosa Capilla Histórica (construida en los alrededores del 1870), la italianizante, rosada y coqueta Capilla del Espíritu Santo (1927) y la barroca Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, tan atractiva con su campanario único lateral (original la estampa). También se pueden visitar las grutas de las vírgenes del Valle, Santa Teresita, de la Esperanza y de Schoenstatt.

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