Convocada por el Instituto de Ciencias Humanas, la licenciada Andrea Villagra disertó en el Centro Cultural Leonardo Favio sobre el rol del terapista ocupacional en el ámbito educativo y analizó las prácticas de los diferentes actores escolares
Para lograr una óptima inclusión de personas con diversidad funcional o discapacidad en el sistema educativo, muchas veces, es necesaria la intervención de equipos profesionales para abordar, evaluar y establecer apoyos. Este trabajo debe hacerse en conjunto con los equipos docentes de cada establecimiento. La Terapia Ocupacional, desde su campo de acción, es una de las disciplinas que participan (o deberían participar) en estos procesos.
Convocada por la Universidad Nacional de Villa María (UNVM), la licenciada en Terapia Ocupacional (TO) Andrea Villagra, llevó a cabo una capacitación con estudiantes y graduados de la carrera acerca de la injerencia y el marco normativo que regula la actividad de los terapistas en el ámbito escolar. Además, brindó una entrevista a la Secretaría de Comunicación Institucional, donde se explayó sobre la temática. Una de las primeras referencias de la especialista fue destacar “la amplitud teórica de la TO”, lo cual permite “analizar y orientar la actividad del sujeto dentro del espacio educativo”.
Teniendo en cuenta que el trabajo es con personas con discapacidad, la profesional evaluó los alcances de la perspectiva biomédica “que tantas veces atraviesa el espacio educativo generando abordajes parcializados”. En este sentido consideró: “Es fundamental mirar al sujeto en su integridad, al que aprende, de una u otra manera, pero que aprende”. Insistió en la práctica docente, donde “la mirada tiene que ser netamente amplia. Muchas veces no se tiene en cuenta la riqueza cultural que trae el alumno y se tiende a la homogeneización”. “Dejamos de lado lo que el otro puede enseñarnos y perdemos de aprender de la diversidad del otro. Creo que es un ida y vuelta”, destacó.
¿Cómo lograr aprehender y llevar a la práctica estas consignas? Para Villagra el puntapié inicial es una reflexión crítica sobre el trabajo. “El preguntarse hace que uno empiece a mover y a querer encontrar respuestas, a querer ensayar y empezar a buscar soluciones con respecto a la práctica cotidiana”, expresó.
Sobre la realidad educativa y la inclusión opinó: “Estamos en una etapa de quiebre, de cambio, de resistencia, de crisis. Pero me parece sumamente importante que se generen espacios de reflexión crítica acerca de las prácticas educativas, porque de esa manera uno puede empezar a ver dónde pueden hacerse modificaciones para ir mejorando. El objetivo es acompañar, sostener e incluir a los sujetos, no expulsarlos. Porque la educación para cualquier cultura es sumamente estructurante. Muchas veces los niños pasan 8, 9 ó 10 horas en la escuela; entonces los actores escolares tienen que estar a la altura de las nuevas generaciones. Los niños nos interpelan, nos piden explicaciones y el profesional de la educación tiene que estar preparado para poder responder”.