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Se fue un señor del micrófono

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Se fue un señor del micrófono
Antonio Carrizo, Stella Maris Cabrera, Miguel Borsatto y Sergio Dellamaggiore, en 1984, cuando el maestro de locutores llegó a Villa María para conducir el Festival Nacional de Peñas. Y no fue la única vez

El culto comunicador tuvo un público que lo seguía en cada una de sus participaciones radiales y televisivas, porque fidelizaba a través de la seriedad de su estilo. Fue conductor del Festival Nacional de Peñas de Villa María en el año 1984. En 2008 había sufrido un ACV. Su estado se agravó en los últimos días

Antonio Carrizo, Stella Maris Cabrera, Miguel Borsatto y Sergio Dellamaggiore, en 1984, cuando el maestro de locutores llegó a Villa María para conducir el Festival Nacional de Peñas. Y no fue la única vez
Antonio Carrizo, Stella Maris Cabrera, Miguel Borsatto y Sergio Dellamaggiore, en 1984, cuando el maestro de locutores llegó a Villa María para conducir el Festival Nacional de Peñas. Y no fue la única vez

Antonio Carrizo se encontraba convaleciente de un Accidente Cerebro Vascular en su departamento de Capital Federal, donde lo cuidaban sus hijos José y Blanca, ya que su esposa falleció en 2012. A comienzos de semana, el incansable y reconocido trabajador de los medios debió ser trasladado al Sanatorio de la Trinidad por una recaída en su estado de salud.

Nacido como Antonio Carozzi en General Villegas, provincia de Buenos Aires, el 15 de septiembre de 1926, una de sus pasiones fue la radio, medio en el que debutó en 1948, más precisamente en los estudios de El Mundo. Al poco tiempo «Tony», como lo llamaban sus amigos, se convirtió en jefe de Programación de esa emisora.

¨La radio me dio absolutamente todo. Me dio la vida y una forma de vida», afirmó alguna vez el conductor, que era un agradecido por haber estado durante décadas al frente de ciclos inolvidables como «La vida y el canto», programa capaz de combinar música y palabras en equilibradas dosis, en este caso por Radio Rivadavia.

Seis entrevistas al escritor Jorge Luis Borges en 1979 realizadas durante ese ciclo marcan una impronta en la forma de crear climas y aprovechar silencios en el aire; momentos enriquecidos por el gran conocimiento que tenía Carrizo de la obra de su entrevistado.

Los colores de su voz, la forma de «charlar» la noticia se extendieron luego a la televisión, para darle paso en «Polémica en el fútbol» o el programa ómnibus «Sábados continuados», realizado en el Estudio 1 del antiguo Canal 9 de Alejandro Romay, semillero de figuras populares como Palito Ortega, Violeta Rivas y Chico Novarro, entre otros artistas que él presentaba con sus modos inconfundibles.

La década del 70 lo tuvo en la pantalla chica al frente de «La primera de la noche» en Canal 7, donde en 1974 realizó también «Juntos», con la periodista Liliana López Foresi, programa creado y producido por Roberto Fontana.

Su veta de un histrionismo sutil pudo disfrutarse durante sus participaciones en el sketch «El contra» como partenaire del cómico Juan Carlos Calabró, aunque su capacidad de armonizar lo popular con lo exquisito ya había podido disfrutarse en su conducción del programa periodístico, generoso en toques de humor, «Semanario insólito» en 1982, junto a Raúl Portal y Virginia Hanglin.

Desde hacía años, su prestigio lo había transformado en uno de los conductores más requeridos desde los escenarios más remotos del país. Fue así que en 1984 los organizadores de nuestro Festival Nacional de Peñas consiguieron traerlo para animar la fiesta mayor de la ciudad. Y al año siguiente repetiría.

Galardonado con la distinción de «Maestro de Radio» por los premios Eter 2012, el estudio mayor de Radio Nacional lleva el nombre de este hincha devoto del Club Boca Juniors y, aunque es difícil no asociarlo con el mundo del éter, el cine también se hizo eco de su creatividad.

Participó del filme «El barro humano», dirigido por Luis César Amadori en 1955, donde encarnó a un locutor, mientras que en 1963 lo hizo en la coproducción hispano-argentina «El noveno mandamiento», dirigida por Enrique Carreras, y en 1966 en «Muchachos impacientes», de Julio Saraceni.

Otro maestro, Héctor Larrea, lo definió como «una figura demasiado grande; quizás el más grande locutor que hayamos tenido, el que marcó todos los rumbos, todos los tonos de emisión que se podían concebir”.

Alejandro Dolina, en tanto, afirmó que «en Carrizo reconozco a un amigo antes que nada, él fue mi benefactor, le debo muchísimo en todos los órdenes. Es una de las personas más extraordinarias que conocí. De manera que los homenajes a él siempre me resultan insuficientes».

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