Umbral del norte

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Umbral del norte

Escribe Pepo Garay ESPECIAL PARA EL DIARIO

Puerta de entrada a la región del norte cordobés, esta bella ciudad acoge atractivos como sus bodegas, la Estancia Jesuítica Caroya, una avenida de ensueño y la deliciosa gastronomía traída por inmigrantes friulianos

 

P16 - Colonia CaroyaUmbral de la región conocida como “norte cordobés”, Colonia Caroya se presenta con una serie de virtudes que bien definen el talante de la zona. La principal es su rico legado histórico, corporizado fundamentalmente por su célebre Estancia Jesuítica, el vecino Camino Real de Alto Perú y los paisajes rurales de musas y gauchaje que dominan los alrededores. A eso, esta bonita ciudad le añade la gastronomía y la cultura general herencia de los friulianos (fundadores de la colonia) y un atractivo muy especial: el importante conjunto de bodegas, ideal para degustar vinos de fuste y aprender los secretos del irresistible brebaje.    

Buena parte del repertorio se distribuye a lo largo de la avenida San Martín, una interminable galería repleta de arboledas que al villamariense le recuerda a calle Mendoza, pero a doble carril y extendida por varios kilómetros. La preciosa estampa exhibe la sabia local, con gente paseando en sombras primaverales con gusto a otoño, hasta desembocar en la plaza principal y el monumento al inmigrante.

Allí la visita descubre una faceta vital de Colonia Caroya. Es la que le marcan los fundadores italianos venidos desde Friuli, al noreste de la península, que en tierras mediterráneas dejaron huella indeleble.

Aquello se palpa en el la antigua Casa Copetti (hoy Museo de la Friulanidad) y, sobre todo, en la gastronomía, con el famoso salame de bandera (se cansa uno de ver carteles con las ofertas del popular chacinado).

Con todo, el listado se extiende también en otros platos típicos. Sirvan de muestra el lujanie con polenta (o chorizos con polenta), el frico (tortilla de papa, cebolla y distintos quesos), el famoso rognose (un revuelto a base de salame, huevo y cebolla), el brevade (entrada preparada con nabos en vinagre) o la variedad de pastas artesanales.

A la hora de la bebida, el que viene en forma de vida es naturalmente el vino. En ese sentido, indispensable resulta la visita a las bodegas locales, entre las que destacan firmas como La Caroyense, Nanini o Don Coco. En ellas se pueden realizar visitas guiadas para conocer los procesos de producción (a gran escala y artesanales) y degustar un merlot, un malbec, un cabernet sauvignon o un chardonnay, entre otras variedades.

 

El pasado, presente

Ubicada 205 kilómetros al norte de Villa María, Colonia Caroya descansa a la vera de la ruta 9 y del Antiguo Camino Real.

Esa legendaria vía de postas e iglesias cuyo recorrido “oficial” actual arranca en la vecina Jesús María (las dos ciudades comparten un mismo núcleo urbano), pero que ayer también abarcaba a este municipio de 17 mil habitantes.

Prueba de ello es la Estancia Caroya. Una bellísima construcción de principios del Siglo XVII que fuera nombrada, junto a la Manzana Jesuítica de Córdoba Capital y las otras cuatro estancias en su tipo repartidas en el territorio provincial (la de Jesús María es una de ellas), Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Se trata de una obra de gran valor histórico y estético. Levantada por miembros de la Compañía de Jesús con ayuda de los indígenas de la zona, sirvió como núcleo de producción, residencia y centro religioso y más tarde se convirtió en fábrica de armamento para el Ejército del Norte en la época de las guerras independentistas.  

Hoy quien las visite sabrá interpretar la mística del lugar, disfrutando de su patio central y galerías, capilla, perchel, restos de molino, tejados vitales y esencia sobrecogedora

 

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