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A 35 años de la noche más gloriosa de Ballas­

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A 35 años de la noche más gloriosa de Ballas­
El púgil villamariense junto a Paco Bermúdez, con quien transitó gran parte de su trayectoria

Un día como hoy de 1981, el villamariense Gustavo Ballas se consagraba campeón del Mundo de los Supermoscas, al derrotar en el Luna Park el coreano Suk Chul Bae. Recuerdos de una noche que se convirtió en una de las más importantes del deporte local

El púgil villamariense junto a Paco Bermúdez, con quien transitó gran parte de su trayectoria
El púgil villamariense junto a Paco Bermúdez, con quien transitó gran parte de su trayectoria

Escribe Gustavo Ferradans

El sábado 12 de septiembre de 1981 dejó una huella inolvidable en la historia del deporte local. Esa noche, el villamariense Gustavo Ballas se consagraba campeón Mundial de boxeo y se convertía en el primer deportista de la ciudad en lograr ese título.

El mítico Estadio Luna Park fue el escenario testigo donde por segunda vez en la historia un púgil argentino se alzaba con un cinturón ecuménico. El anterior había sido Víctor Emilio Galíndez, en 1974.

Un repleto Luna Park vio la consagración de Gustavo Ballas como el primer campeón del Mundo de la nueva categoría Supermosca, ante el coreano Suk Chul Bae.

El título estaba vacante y la categoría había sido creada meses antes. Se definió una eliminatoria previa en la que Ballas superó al japonés Ryoetsu Maruyama (el 9 de mayo de 1981 en el mismo estadio de Corrientes y Bouchard), mientras que Bae venció al panameño Rafael Pedroza.

 

La pelea

Ambos habían dado 51,300 kilos en el pesaje oficial y durante la pelea Ballas superó al coreano en todos los aspectos. El dominio del villamariense fue en muchos pasajes abrumador; al coreano round a round le iban quedando señales en su rostro de las diferencias que había en la pelea, con heridas en pómulos y cejas.

Pero algo pasó en la primera parte de la pelea, que nadie percibió: Ballas se fracturó la mano derecha. Cuando llega al rincón, le dice a don Paco Bermúdez, su entrenador: “Me duele una barbaridad la mano”.

Era de suponer que era consecuencia de un golpe, tal vez por cerrar mal la mano al pegar, lo que le provocó esa lesión, o por lo dura que era la cabeza del oriental.

El Luna Park estaba lleno, pendiente del villamariense. El viejo maestro escuchó a Ballas y le contestó que se quedara tranquilo, que no era nada. El dolor se hizo más intenso y en el descanso siguiente, entre el quinto y el sexto round, Ballas le dijo “no aguanto más, me duele muchísimo la mano”. Y Bermúdez insistió gritando “¡No hay dolor, no hay dolor!”. “Pero me duele, don Paco, es impresionante, no puedo cerrar la mano derecha”, exclamó Gustavo.

El experimentado entrenador le clavó la mirada y le dijo, como en una charla íntima en una mesa de café: “A ver, dígame, ¿qué dolor tiene el dolor? ¡No sea cagón, carajo! ¡Lo está viendo el país, lo está viendo Villa María!”.

En más de una ocasión Ballas contó esta anécdota y aseguró que “si en aquel momento me enteraba que la mano estaba quebrada, abandonaba y me iba”.

Había esperado mucho aquella gran oportunidad y había un cinturón del Mundo en juego. Sobraban los motivos para salir y buscar el triunfo.

El público no paraba de alentar al villamariense y acompañar con un sonoro “ooolééé”, cada esquive de Ballas. El púgil se iba agrandando, aunque usando muy poco la mano derecha. En esos rounds trabajó fundamentalmente de zurda, con varios ganchos al hígado que desgastaron al duro coreano. Eso le quitó algo de piernas, entonces, Ballas aprovechó para meter manos en el rostro del coreano.

El médico de la pelea la seguía con atención y fundamentalmente al coreano, que poco a poco se le iban cerrando los ojos.

En el octavo round el doctor dijo alto y detuvo el combate para observar al coreano, lo miró y lo llevó para el rincón. Ballas se fue a la esquina opuesta.

El médico lo revisó bien, lo miró al árbitro y le exclamó: “¡No va más! ¡No va más!”

En la esquina opuesta Ballas, algo nervioso, seguía la acción y al ver la seña del médico, gritó y miró al cielo. Ya era campeón del Mundo, el sueño de cuando era pibe se había cumplido. El sueño de aquel pibe que con 13 años se había deslumbrado con la consagración de Nicolino Locche y arrodillado frente a la televisión decidía que quería ser boxeador.

Aquella noche Ballas escribió quizás la página más importante e inolvidable del deporte de la ciudad. Se convertía en el primer campeón del Mundo villamariense.

Hasta el momento de la definición las tarjetas de los jurados eran las siguientes: Jesús Celis 70-63, Luis Sulbaran 70-64 y Luis J. Rodríguez 70-63, lo que marca la notable diferencia que mostraba la pelea.

Ballas hasta esa fecha tenía una trayectoria de 52 victorias y un empate.

 

Gustavo junto a su primer maestro, Alcides Rivera
Gustavo junto a su primer maestro, Alcides Rivera

El después

Sólo tres meses después, el 5 de diciembre de 1981, en su primera defensa el panameño Rafael Pedroza le arrebató el título, al vencerlo por puntos tras 15 asaltos. Luego, el 29 de julio de 1982, hizo un intento en Japón para recuperar la corona pero perdió por nocaut técnico en el noveno asalto ante Jiro Watanabe.

Tras idas y vueltas, tuvo un cuarto combate por un cetro mundial. Ya había abandonado Mendoza y regresado con Alcides Rivera. El 24 de octubre de 1987, en Miami, enfrentó a Sugar Baby Rojas y perdió por nocaut técnico en el cuarto asalto por el título del Consejo Mundial de Boxeo.

Luego su vida se desordenó. Las noches del deportista se hicieron más largas de lo normal y se mezclaron entre amigos del campeón y el alcohol. En ese precipicio de la vida tocó fondo. Andando sin rumbo cometió un par de delitos que hicieron que terminara en la cárcel en dos oportunidades.

Los amigos de la ciudad le dieron otra oportunidad. Ballas aceptó la mano que le brindó el doctor Eduardo “Lalo” Rodríguez, recapacitó y se sometió a tratamientos en institutos especializados. Hoy ayuda a jóvenes que buscan salir del flagelo de las adicciones, quienes viven el mismo calvario que él conoció.

 

De Cocoliche a Mandrake

Ballas, nacido el 10 de febrero de 1958, sumó 120 peleas en su trayectoria profesional, con 105 victorias (26 nocauts), 9 derrotas y 6 empates.

De pibe en el barrio lo llamaban Cocoliche. Más tarde, cuando tuvo que abandonar tempranamente el colegio para colaborar llevando dinero a su hogar, lo conocían como el Turquito, que vendía lapiceras y peines en la calle.

Y a los 20 se ganó el apodo de Mandrake, en el Luna Park; fue la noche del sábado 21 de octubre de 1978, cuando Gustavo Ballas deslumbró con su magia sobre el ring venciendo a José Roque Ibiris en 10 asaltos que cautivaron al público porteño de paladar estilista. Días después, la revista Cuadrilátero titulaba: “De Mendoza llegó Mandrake con la marca de Don Paco en el orillo”.

Mandrake, era un conocido personaje de comics creado por Lee Falk y Phil Davis en 1934 para la editorial King Features Syndicate. Era un mago del mundo del espectáculo que luchaba contra criminales y malhechores y tenía poderes de hipnotismo e ilusionismo. Cuando gesticulaba, sus adversarios, hipnóticamente, veían sus armas transformadas en serpientes o barras ardientes.

Y Ballas era eso. Hipnotizaba a sus rivales con bloques, amarres, esquives y su variedad de golpes.

Volvía a repetirse la historia. Un pibe que venía de sobrellevar una dura infancia llegaba a la gloria.

Lamentablemente, el capítulo siguiente de su historia fue el mismo que el de otros tantos campeones, con la complicidad de las noches largas y de billetera fácil con los amigos del campeón.

 

Su infancia

Gustavo fue el menor de cinco hermanos que fueron criados por el padre, ya que la madre abandonó la familia cuando éstos eran pequeños.

La situación económica era apremiante y a los 10 años Gustavo tuvo que dejar el colegio y salir a vender en la calle. Años después comenzó a trabajar como lavacopas en la Pizzería Eden Bar.

 

Su trayectoria

Comenzó a boxear en 1975. Hizo dos peleas con el “Chancha” Covelli en el rincón y posteriormente se fue al gimnasio de Alcides Rivera.

Como amateur realizó 27 combates, con 23 victorias, 3 empates y 1 derrota.

Su técnico, Alcides Rivera, le enseñó y lo preparó, y un día le dijo: “Más no te puedo enseñar. Ahora andá a verlo a Paco Bermúdez”.

En 1976 se radicó en Mendoza y empezó a entrenar a las órdenes de Francisco Bermúdez, debutando como profesional en diciembre de 1976, ganando por abandono en el quinto asalto a Raúl Anchagno, en Mendoza.

A su trayectoria le sumó varios títulos: fue campeón Mendocino (Mosca) el 12 de mayo de 1978 ante Héctor Barreto; también fue campeón Argentino Supermosca (1983). Además, fue campeón Sudamericano Supermosca (1986) y campeón Latinoamericano Supermosca (1987). Su última pelea fue el 14 de septiembre de 1990, en Chascomús, cuando le ganó por nocaut en el sexto asalto al correntino José Luis Barrios.

Durante toda su trayectoria realizó 120 combates, obteniendo 105 victorias (31 KO), 6 empates y 9 derrotas.

 

Homenaje al campeón

Entre hoy y mañana Gustavo Ballas recibirá de parte del Ente Villa María Deportes y Turismo y de la Municipalidad un reconocimiento por cumplirse 35 años de la noche más gloriosa que vivió como deportista.

 las 11.30 será descubierta una placa en la casa donde nació, hace 58 años, en 9 de Julio 1010, barrio Rivadavia.

En tanto, a las 20, en el Auditorio Antonio Sobral se revivirá el momento de su consagración. Ambas actividades han sido denominadas “Homenaje a un campeón del mundo y de la vida: a 35 años del título Mundial Supermosca de Gustavo Ballas”.

 

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