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Cacho Aiello: la guerra del amor desde Villa Nueva a Bogotá

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Cacho Aiello: la guerra del amor desde Villa Nueva a Bogotá
El músico compaginó en el estudio que tiene en su casa el tema elegido por Funuvida, que fue emblema de la campaña de paz (foto Andreína Aiello)

Manso y tranquilo, para usar palabras del propio Piero, Enrique Aiello esparce fotos de sus muchos viajes a Colombia como músico del Tano, y sus impresiones acerca del proceso de pacificación del país suramericano

Enrique “Cacho” Aiello, integrante de la banda que acompañó a Piero en el histórico concierto por la paz
Enrique “Cacho” Aiello, integrante de la banda que acompañó a Piero en el histórico concierto por la paz

“‘La guerra del amor’, así se llama un viejo tema que compusieron el Tano Piero y Alejandro Lerner hace mucho, en una época en que tocaban juntos, y desde la Fundación para Una Nueva Vida (Funuvida), una entidad colombiana que estuvo en la organización de toda esta movida para promover la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno de aquel país y las FARC, eligieron ese tema para que ocho músicos colombianos de distintos géneros, más Piero, León Gieco, Víctor Heredia y el propio Lerner tocaran en Bogotá, en la plaza de Bolívar. Yo tuve la responsabilidad de arreglarlo, hacer una versión más aggiornada. Y lo hice acá, en el estudio que tengo en mi casa en Villa Nueva. Ellos me fueron enviando las voces, Lerner me pasó el piano, grabado, y yo fui compaginando todo para que pudieran usarlo allá. Fue un laburazo. Y después lo tocamos en vivo, allá en Colombia”, cuenta Enrique “Cacho” Aiello, el guitarrista, cantante y compositor villamariense que, aparte de su carrera solista, hace casi 30 años que toca con el Tano.

Cacho, con Gieco, Lerner, Piero y otros integrantes de la banda que tocó en Bogotá
Cacho, con Gieco, Lerner, Piero y otros integrantes de la banda que tocó en Bogotá

Cacho revuelve el cortado mientras mira pasar los autos por el bulevar Italia a través de la vidriera del bar donde nos concede la entrevista. Y mientras agita la cucharita en el pocillo, en sentido contrario a las agujas del reloj, viaja hacia atrás en el tiempo y rememora:

“La primera vez que fui a Colombia con Piero fue en 1989. Fuimos a Bogotá y en aquel entonces ese país estaba en plena ebullición. Habían asesinado a Luis Carlos Galán, candidato a la Presidencia por el Partido Liberal Colombiano, ese mismo año. Sin embargo, yo no tenía plena conciencia de lo que estaba pasando. Aunque siempre me interesé en lo social, en los problemas sociales, porque ya escribía canciones, nunca politicé mi vida. Y por ahí en aquel entonces nos cruzábamos con gente que era importante y yo no tenía una idea muy fina de lo que ocurría. Hoy, en cambio, tengo otra perspectiva, claro. Han pasado los años y hemos visto muchas cosas, trabajando con el Tano. Desde aquel entonces fui muchas veces a Colombia, porque Piero trabajó mucho por la paz, a punto tal que fue nombrado embajador de la paz. Es un tipo muy, muy reconocido en aquel país y siempre mantuvo esa posición pacifista. Incluso, en un momento, durante una etapa, parecía una posición hasta medio ingenua si querés. Pero para un pueblo que ha vivido tantos años de conflicto armado, entre las FARC, el Gobierno, el ELN y los paramilitares, la paz es un bien que no sé si nosotros, acá, sentados en un café de Villa María, podemos llegar a dimensionar del todo; no sé si tenemos la suficiente perspectiva”, reflexiona Cacho.

“Pero vos hablás con la gente y en su gran mayoría está con el proceso de paz; aunque hay quienes están en contra. Uribe, por ejemplo, está por el NO, y yo creo que es porque no fue él quien lo consiguió. Sin embargo, la mayoría de los colombianos sabe que la única posibilidad que existe de comenzar a construir algo nuevo, aunque no vaya a ser nada fácil, es firmando el acuerdo. Aún, gente que ha perdido familia en el conflicto, piensa eso”, señala el músico.

Sobre los colombianos de a pie, sobre la gente común, Cacho, que ha compartido comidas y alojamiento muchas veces en casa de familia, dice: “son gente divina, pero tan diferentes a nosotros. Por empezar, hay un gran componente afro y otro gran componente indígena. Tienen una mirada especial, penetrante, difícil de descifrar. Y además son muy alegres, tienen como otro espíritu, diferente al nuestro, tan europeo. Me parece que nosotros no hemos creado una conciencia latinoamericana”.

Más allá de que la mayoría de los colombianos se manifieste de acuerdo con este proceso de pasificación, si nada cambia se terminará de rubricar el próximo 2 de octubre ¿qué piensa la gente, qué espera, cómo lo vive? Y vos mismo ¿qué sensación tenés?

Aiello piensa la respuesta, como quien sopesa cuidadosamente cada una de las palabras que va a decir:

“Todo es muy intenso y hay varias dudas. Va a ser muy complejo, porque el entramado en sí es muy complejo: el narcotráfico, las armas, la reinserción a la sociedad de un ejército de 8.000 personas que están habituadas a vivir en la selva, en conflicto armado permanente; algunos, desde que tenían 12 años que viven así, y hoy tienen 40. ¿Cómo los incluís en la vida civil? ¿Cómo desarmás esa fuerza?”.

El guitarrista deja caer sus dudas y en ellas las de muchos colombianos, como cae un arpegio tocado cuidadosamente.

Haber estado tantas veces a lo largo de los años en un territorio en conflicto armado permanente, viajando por carreteras vigiladas, yendo a comunidades controladas por las FARC acompañando a Piero, hace casi obligatoria la pregunta:

-¿Alguna vez tuviste miedo?

La respuesta es breve y contundente:

-Sí.

Después, ilustra con una anécdota:

“Una vez fuimos con Piero a un campamento de las FARC, en una pequeña población, donde había una mesa de diálogo, siempre intentando avanzar en la construcción de la paz. Estaban todos los guerrilleros armados, con las ametralladoras colgadas en el hombro. Llegamos con el bajista y entramos a un salón donde había una larga mesa. Ahí se iban a sentar a dialogar todos los asistentes al encuentro. Había varios guerrilleros, las armas descansando sobre la mesa. Yo, lo más cerca que había estado de un arma era de un rifle de aire comprimido y nunca había disparado. Veo un arma y tiemblo. ¿Te imaginás? Todas esas ametralladoras. Pero éramos músicos de Piero, y el Tano es muy reconocido y querido por todos, de todos lados, allá. El se había demorado charlando con alguien en la puerta, nosotros entramos y nos pusimos a conversar con los guerrilleros, en un tino muy amable y distendido, hablábamos de cualquier cosa. En eso entra Piero y toma la palabra y empieza diciéndoles a los guerrilleros que, bueno, muchachos, hay que terminarla con la violencia y las armas, eso quedó atrás, es de los 70, ahora hay que construir la paz, hay que hacer cultivos orgánicos, granjas, hay que dejar las armas… y la cara de los guerrilleros cambiaron y empezó una discusión, en serio. El bajista y yo nos mirábamos y mirábamos las armar y pensábamos ‘no Tano, no…’. Bueno, terminó la discusión y salimos afuera, había prensa de todos lados… Y un guerrillero me dice: ‘Mirá vos el Piero éste, en los 70 nos metió a todos en la guerrilla con ‘Para el pueblo lo que es del pueblo’ y ahora nos viene con la ecología y los cultivos orgánicos”, recuerda Cacho y se ríe.

“Uno se siente muy vulnerable”.

En este largo transitar de Piero por los caminos colombianos tratando de aportar su granito de arena para sellar la paz, Cacho, siempre acompañando al Tano, recuerda una vivencia que lo marcó mucho, porque un asunto muy delicado en Colombia son los niños que a los 12 años dejaban de ser niños para ser soldados.

“Ahora creo que ya no pasa, que los han liberado, pero ver a un ejército de niños es algo escalofriante, es un flagelo. Hace dos años, realizado por el Archivo Histórico, se hizo un monumento sonoro que consistía en recolectar textos escritos por chicos acerca de la paz y luego cantarlos. Eso me conmovió mucho”, recuerda el villamariense.

La charla va y viene por paisajes colombianos, campos sembrados de marihuana y coca, rutas con retenes militares, sabores, olores, personalidades, indígenas armados con bastones de madera enfrentando milicias con ametralladoras, reclamando por sus niños captados por la guerrilla, y canciones, y anécdotas de “una vida rica en vivencias”, define sin dudar la suya el músico villamariense que tuvo “el honor de participar de este momento histórico”.

“Haber vivido todas estas experiencias supera lo que soñé en mis sueños más locos, es más de lo que imaginé. A los 17 uno es inevitablemente un soñador, después la realidad te va poniendo en otro lugar. Pero realmente, haber estado ahí, tocando por la paz, en un lugar donde, como ya dije, para la gente que vive ahí es algo tan significativo, fue muy intenso. Porque para uno, la paz puede ser una idea, como cuando éramos adolescentes, pero para los colombianos, la paz es, concretamente, la diferencia entre la vida y la muerte”.

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