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Casas que ya no están

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Casas que ya no están
Una de las casas demolidas estaba en Santa Fe 611
Una de las casas demolidas estaba en Santa Fe 611
Una de las casas demolidas estaba en Santa Fe 611

Escribe: Iván Wielikosielek
ESPECIAL PARA EL DIARIO

Ayer, mientras ordenaba viejos archivos periodísticos para empezar el año, me topé de casualidad con una nota que escribí en junio de 2000, cuando aún trabajaba como redactor de “Aquí vivimos”.

Bajo el título “Misterio y olvido”, aquel artículo hablaba del “oscuro esplendor” de las casas abandonadas; verdaderas joyas de la ciudad que acusaban recibo no sólo del buen gusto arquitectónico del Siglo XIX y principios del XX, sino también del poder adquisitivo de una nobleza que priorizaba el arte en sus inversiones.

Me quedé asombrado al leer que de las seis casas que yo reseñaba en aquella revista de hace más de 15 años, tres ya no existen. La primera, un chalé con galería de chapa y una hermosa balaustrada en calle San Juan (entre Chile y Lisandro de la Torre), que fue la tapa de aquel número (alguien me supo decir que allí vivió un antiguo jefe de estación, por eso su estilo inglés).

La segunda es la ex-Escuela Agustín Alvarez (Santa Fe 611, frente a plaza San Martín), cuyo estilo italianizante con columnas guardaba estrecha relación con la Escuela Mariano Moreno (de 1890), a la cual también censé y es la tercera de las derribadas (no podría decir que la “cáscara” de su fachada sea un ejemplo de “conservación”).

De las otras tres, una fue tapiada (en Catamarca 236) y quizás demolida. La otra, con el techo defondado, está a punto de caerse (Reconquista 32). En cuanto a la sexta, se trata de la casa de Pedro Bucónic (Corrientes 766), con su célebre portón para carruajes, hace tiempo que se está cayendo.

A tal punto que el cerco de chapas con que rodearon a esta joya de 125 años nunca tuvo que ver con la restauración, sino con proteger a los peatones de los frecuentes desprendimientos de material. Al ver la foto de hace 15 años de la casa de Bucónic se aprecia no sólo un fabuloso ejemplo de patrimonio, sino una casa que aún era “salvable”.

Quince años después y en el actual estado de ruina, esa mansión rosada me recuerda a un paciente enfermo al que no se le suministraron remedios y se lo dejó agonizar en una cama hasta que se decide la eutanasia.

 

Carta para los villamarienses de 2031

Al cerrar aquella vieja revista, me pregunto qué casas ya no estarán dentro de 15 años, cuáles serán una ruina y cuales otras empujará la topadora de 2031. ¿Será, acaso, la mismísima estación de trenes la construcción más antigua de la ciudad? No lo digo por pesimista, sino porque, tras recorrer ayer su galería, vi los yuyos creciendo entre sus lajas, sus tejas rotas, su techumbre vencida, sus ventanas agrietadas a piedrazos y las paredes escritas con liquid paper o a rayas de trincheta. Y es entonces cuando uno piensa “en cualquier momento se cae la estación también”.

Le narré este panorama a un conocido mío, uno que sabe mucho de casas antiguas pero más aún de la fabulosa desidia patrimonial de la ciudad. Su respuesta: “No tengas dudas de que la están dejando caer para después voltearla. ¿No hicieron lo mismo con el Colegio Mariano Moreno? ¿No están haciendo lo mismo con la Plaza Ocampo?”.

Cuando nos despedimos, me corregí a mí mismo y me dije que acaso esa “desidia patrimonial” no sea solamente “local”, sino “nacional”. ¿No pasó lo mismo con los ferrocarriles, con la casa de Victoria Ocampo, con los montes vírgenes de algarrobo, con el yaguareté, con la estatua de Colón y las viejas pulperías? ¿No son todas ruinas, demoliciones y extinciones fríamente calculadas?  

Mientras escribo, me pregunto si alguien leerá esta nota en el año 2031; y si de hacerlo se preguntará cuáles casas ya no existen en la ciudad. Quiera Dios que para ese día (si es que aún estoy vivo) y encuentro esta nota acomodando mis cajas, la estación de trenes de Villa María aún siga en pie; con el eco de todas las locomotoras latiendo en su corazón inglés como el de aquel chalé de chapas de calle San Juan, ese que un día fue tapa y hoy ya no tiene pulso en el sístole-diástole de la cruda melancolía.

Analizan las políticas de seguridad en Córdoba durante la última década

Investigadores de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM) realizaron un abordaje de las políticas públicas abocadas a la gestión de diferentes conflictividades sociales, violencias y fenómenos delictivos. El proyecto tuvo como objetivo reconocer las modalidades de seguridad que asumió el Gobierno en la provincia de Córdoba en el período comprendido entre 2003 y 2013. Lo hicieron a partir de la descripción de las estructuras e iniciativas gubernamentales en torno a diferentes conflictividades: la violencia en la escuela, en el fútbol y en la familia.

Desde un enfoque cualitativo reconstruyeron las políticas de seguridad implementadas a nivel provincial en la última década y sistematizaron experiencias operadas en ámbitos específicos del Estado. Como parte de las observaciones precisaron que esas políticas están relacionadas a una “profunda policialización” que tiene que ver con “el abordaje punitivo” de la conflictividad social.

“Lo que intentamos es recalar en las particularidades de las intervenciones estatales reconociendo distintas lógicas en disputa, incluso hacia adentro del mismo ámbito estatal de la provincia”, aseguró la directora del proyecto, Mariana Carbajo. En tal sentido, el diagnóstico de los investigadores está relacionado con “el ascenso de jefes policiales a la estructura gubernamental del Gobierno” y por otro lado a “la respuesta represiva y punitiva”.

Según la investigadora, cuando se habla de políticas de seguridad se suele comprender al Estado como “una entidad monolítica” y se suele caracterizar sus políticas en función de lo que hace la Policía. “Lo que intentamos en el proyecto es abordar distintas conflictividades para ver los diversos actores estatales que se involucran en la gestión de las mismas tratando de identificar tensiones entre lógicas de policialización y ciudadanización de las políticas de seguridad”, explicó.

Con respecto a los ejes abordados pudieron reconocer distintos actores en relación a las problemáticas de conflicto. Así, en términos de violencia de género identificaron el programa de lucha contra la violencia familiar y dentro de éste el botón antipánico. “En esta política encontramos una lógica de policialización en donde la Policía tiene cada vez mas injerencia en las respuestas y una tendencia a la judicialización de la política”, dijo Carbajo.

En relación a la violencia en el fútbol tomaron la creación del Consejo de Seguridad Deportiva Provincial como entidad gubernamental que intentó la pluralización de actores para el abordaje de la violencia en el fútbol y, en el caso de la escuela, el paradigma de la convivencia hacia el interior de las mismas en contradicción con la puesta de cámaras y la incorporación de adicionales como respuestas por parte del Estado a las conflictividades, violentas o delictivas, que “se dan en y en torno a los establecimientos educativos”.

Carbajo, especialista en Criminología, señaló que el tema de seguridad se incorporó a la agenda gubernamental a inicios de los 2000. Después de la crisis del 3 y 4 de diciembre de 2013 se “produjo una fractura muy fuerte en las políticas de seguridad provincial”.

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