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Córdoba: plantean llevar el Complejo Esperanza a la Ciudad Universitaria

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Córdoba: plantean llevar el Complejo Esperanza a la Ciudad Universitaria
La tesis presentada por los flamantes arquitectos recibió la máxima calificación (diez)
La tesis presentada por los flamantes arquitectos recibió la máxima calificación (diez)

Escriben: Arquitectos: Agustín Gagliano – Florencia Formento – Mauricio Bainotti        
(egresados de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Córdoba)

Nuestro tema/problema es la puesta en crisis de los Institutos Correccionales de Menores y los jóvenes en conflicto con la Ley Penal, haciendo foco en el Instituto Socio-Educativo, Complejo Esperanza en la Ciudad de Córdoba.

El perfil de los jóvenes que llega a este instituto tiene entre 9 y 18 años y proviene de entornos conflictivos. Es decir, los principales factores que tienen en común y los cuales, según nuestro análisis, los llevan a relacionarse con actos delictivos, son: pobreza extrema, desigualdad, inestabilidad y falta de contención en el seno familiar, falta de educación y deserción escolar, marginalidad, entre otros.

El lugar seleccionado por los estudiantes está situado entre las avenidas Cruz Roja Argentina y Vélez Sarsfield, con una superficie aproximada de 189 mil metros cuadrados

Cada año son más los jóvenes que entran en conflicto con la Ley Penal y el factor de reincidencia luego de cumplida la pena dentro del instituto es de más del 45%.

 

De delincuentes juveniles a víctimas del sistema

¿Por qué decimos que estos menores están desamparados por la Ley Penal? Porque los menores de 16 años pueden ser sancionados con la privación de su libertad sin mayor requerimiento que el criterio de los jueces y sin un proceso judicial en el que se haya permitido defenderse, lo cual ha sido considerado inconstitucional. En este proceso no se distingue entre el niño imputado por un delito y aquel abandonado o en peligro material o moral y no solo eso, sino que tampoco se establecen tiempos o plazos de aplicación de su condena, ni su relación con el tipo de delito cometido.

El proyecto establece un hall de circulación y distribución totalmente controlado y configurado con una galería perimetral

 

Una cárcel llamada Complejo Esperanza

El Complejo Esperanza, mal llamado Centro Socio-Educativo, está ubicado en la localidad de Bouwer, 14 kilómetros al sur de la ciudad de Córdoba. En este instituto, creado con el fin de albergar, proteger y brindar herramientas a los jóvenes para su posterior reinserción en la sociedad, no solo la escuela se ubica en un quincho, es decir, su estructura edilicia no se amolda a las necesidades de una escuela, sino que también se observó que la cantidad de jóvenes que están privados de su libertad no coincide con los que asisten a la misma, además de que las actividades recreativas y deportivas escasean. Los jóvenes duermen en celdas con rejas o en celdas de castigo o aislamiento, además de las deficiencias que posee la construcción en cuanto a servicios, higiene y seguridad.

El proyecto también prevé la conformación de un predio para la práctica deportiva de los niños y jóvenes

En este punto fue cuando decidimos cambiar el foco de la propuesta, de un eje puesto en lo carcelario como método de castigo a uno educativo como el medio necesario para dotar a estos jóvenes de herramientas, oficios, hábitos que les permitan luego reinsertarse en la sociedad.

En este punto nos cuestionamos si lo que existe realmente funciona para la reinserción de estos jóvenes y concluimos en que no. ¿Cómo un instituto que debería promover la inclusión, la reinserción y que debería ser de responsabilidad colectiva y social, puede ubicarse en las afueras de la ciudad siendo la marginalidad uno de los principales factores que lleva a estos jóvenes a relacionarse con los delitos?

Somos conscientes de que no podemos cambiar la Ley Penal Juvenil, pero creemos que desde nuestra disciplina podemos generar un cambio real en la vida de estos jóvenes en su paso por el instituto, que si bien va a continuar siendo de máxima seguridad, promete brindar un programa interdisciplinario que tiene el acento puesto en la escuela, pero que también ofrecerá talleres de oficios y especializaciones, talleres productivos que tengan como objetivo brindar servicios a la comunidad, áreas recreativas y deportivas, áreas de apoyaturas psicológicas y psicopedagógicas, huertas, residencias, entre otros que luego detallaremos.

La decisión más importante y clave de nuestro proyecto fue la de trasladar al instituto dentro del tejido de la ciudad, ya que estamos convencidos que no hay reinserción sin conciencia y no hay integración sin roce social. Conocemos el impacto que puede generar la inserción del mismo en cualquier área de la ciudad, por lo que iniciamos la búsqueda determinando una serie de condiciones que debía tener el sitio.

Principalmente, este sitio debía estar localizado en un área con carácter educativo, tener una dinámica constante y una fácil accesibilidad, por lo cual lo más coherente luego del mapeo que realizamos en la ciudad fue localizarlo en Ciudad Universitaria. Esta área se ubica en la zona sur y se caracteriza por ser un punto neurálgico dentro de la misma.

Hicimos un estudio de los espacios vacantes, lo que nos llevó a poner el foco en un lote en particular, el cual está delimitado por dos de las vías más importantes de la ciudad que son la avenida Cruz Roja Argentina y la avenida Vélez Sarsfield, y tiene una superficie aproximada de 189 mil metros cuadrados. En el mismo también funciona actualmente un complejo de canchas polideportivas privadas y espacios verdes públicos. Identificamos algunas de las instituciones más importantes de su entorno como el Hospital Privado de Córdoba, el Hospital Misericordia, la Universidad Tecnológica Nacional, el Pabellón Argentina y la Comisaría 10 de la Unidad Judicial 5, entre otros.

Este sitio además de cumplir con todos los requerimientos, tenía un plus que pasó a ser clave en nuestra propuesta. En ese sitio se localiza el ex-Hogar Escuela Pablo Pizzurno, en el cual actualmente funciona el Ministerio de Desarrollo Social y de Salud. Esta edificación fue creada en la época del peronismo durante los años 50, con el objetivo principal de «crear un puerto seguro para los niños víctimas de las tempestades de la vida», cargando hoy a este edificio de significado, historia e identidad.

Llegamos a la conclusión que la carga social que tiene esta preexistencia no solo se relaciona directamente con nuestra problemática, sino que trabajando en diálogo con la misma, el instituto obtendría una visibilidad que difícilmente lograría de otra manera. Además, existen planes para remover y restablecer a estos ministerios hacia el área administrativa de la ciudad, por lo cual este edificio en un futuro quedaría en desuso.

El gran desafío ahora era: ¿Cómo construir con un instituto de estas características en una trama abierta como la de Ciudad Universitaria? Este interrogante disparó una serie de intenciones de diseño entre las cuales la más importante fue la de definir a la arquitectura como límite permitiendo que el espacio público circundante se fundiera en el mismo y evitando tener que amurallar todo el perímetro del lote. Nuestra segunda intención fue consolidar el borde de avenida Vélez Sarsfield, ya que el mismo es el de mayor dinamismo y el que da mayores posibilidades de visibilidad al instituto.

Por otro lado, creemos que para que este instituto construya ciudad, tiene que ofrecerle a la misma algo más que espacios verdes públicos. Tiene que generar espacios de encuentro, recreación, interacción y permanencia, por lo cual propusimos dos actividades diferentes, una en cada extremo de la intervención, que generan tracción y promueven la relación de la sociedad con el instituto. Una es de carácter deportivo-recreativo y otra más productiva y de servicio a la comunidad.

Aún así debemos aclarar que no podemos olvidar que, si bien algunos de los internos son menores de edad, algunos han cometido actos delictivos agravados, por lo cual el contacto con la comunidad no puede ser directo en todos los casos, estableciendo tres grados de adaptación. En el primero están los internos nuevos y los que han cometido delitos más graves. Ellos hacen uso de la residencia, de la escuela y del área deportiva. El segundo período es para aquellos jóvenes con delitos menores y que han pasado la adaptación, pero que todavía tienen algunos problemas de conducta. Ellos tendrán acceso a lo antes mencionado y, además, a los talleres de oficios/especializaciones y a las huertas/viveros donde podrán generar productos que luego se pondrán a la venta. El tercer período de adaptación es para aquellos jóvenes con delitos menores y que tienen buena conducta. Ellos tendrán la posibilidad de trabajar en los talleres productivos y en las huertas y recibirán una retribución por el servicio que le brinden a la comunidad.

La primera actividad de tracción configura el borde antes mencionado, acentúa el eje longitudinal de la preexistencia y ofrece, mediante un sistema de esclusas, una serie de canchas polideportivas que se dispondrán para los chicos en caso de necesidad y, si no, se abrirán al resto del espacio público donde se ubican las canchas del deportivo privado Pizzurno, las cuales conservamos. En el otro extremo, el que coincide con la intersección de las avenidas más importantes, generamos una Plaza Productiva que se funde como espacio público en uno de los claustros abiertos del edificio preexistente y en la cual la gente de la comunidad podrá gozar de servicios brindados por los internos.  

Luego de definir los ejes más importantes del proyecto en cuanto a emplazamiento y relación de la intervención con la ciudad, fue necesario definir nuestra postura frente a la preexistencia, cuáles eran nuestras intenciones y cómo pensábamos que era la mejor forma de dialogar con la misma.

Para definir nuestras intenciones de diseño fue necesario analizar los elementos constitutivos más identitarios del Pizzurno en términos formales y de funcionamiento. Este edificio tiene un marcado acento longitudinal, dos frentes más jerárquicos de cara a la avenida Vélez Sarsfield y Maestro Marcelo López de doble altura y su composición es en torno a claustros, dos de los tres abiertos en sus extremos. Es un edificio característico del peronismo de los años 50, con un zócalo de piedra, revoque blanco y cubiertas a dos y cuatro aguas con tejas coloniales.

Para nosotros la preexistencia tenía que ser la protagonista de la intervención y la mejor forma de acentuarla y ponerla en valor fue generar un diálogo por contraste, en el cual la misma, a nivel cero, constituyera el elemento pesado, protagonista y la nueva intervención liviana, sobria, suspendida en un estrato superior.

En primer lugar decidimos que para que esta preexistencia tuviera el protagonismo necesario, debía concentrar la totalidad del programa educativo en planta baja, en coincidencia con el resto de las instituciones de carácter educativo e institucional localizadas en su entorno y en el estrato suspendido de carácter privado de máxima seguridad localizamos la pastilla residencial, acentuando la tensión longitudinal del edificio.

En un edificio de estas características, en el cual el usuario no quiere permanecer, sino que se ve obligado a hacerlo, debíamos lograr espacios amplios, iluminados, cálidos, circulaciones claras, pero que generaran una secuencia de sensaciones en su recorrido, de elementos para observar y con programa para interactuar, pero a la vez introvertido y seguro.

Hicimos una lectura de uno de los elementos más importantes del edificio: los claustros y, además de dotar a cada uno de características diferentes, llegamos a la conclusión de que la mejor manera de generar este nuevo estrato era partiendo de los vacíos. Nuestra intención era lograr una barra síntesis, por lo cual decidimos utilizar el claustro central cerrado y más seguro como el soporte de los núcleos de circulación que comunican lo nuevo con lo viejo y que a su vez funcionan como apoyo estructural de esta nueva intervención. Estos núcleos son los apoyos troncales de la barra y posibilitan que la tira flote en sus extremos además de generar una circulación de lectura simple y longitudinal que deriva a las residencias.

Por cuestiones de seguridad la manera de evitar motines era manejar un número controlable de chicos en cada uno de los espacios a proponer, ya sean aulas, talleres o núcleos de dormitorios, por lo cual decidimos que esta barra debía estar atomizada sin perder su sentido totalizador. En este sentido planteamos un sistema de cajas residenciales que además de tener dormitorios dobles, sanitarios y guardias, posee un espacio intermedio de recreación y permanencia al estilo de living que pretende generar un sentido de hogar y pertenencia para los chicos.

El programa se organiza en dos grandes paquetes, el educativo-correccional en la preexistencia en planta baja y el residencial en un primer y segundo nivel en la barra. En primer lugar configuramos ambos frentes con diferente carácter en relación con la vía a la que corresponden. El frente correccional de carácter más privado y con mayor grado de seguridad se encuentra sobre la calle Maestro Marcelo López y por allí ingresan los internos, visitas, servicio de limpieza, guardias, administrativos y los profesionales que brindan asistencia psicológica, psicopedagógica y personal de enfermería. En esta pastilla se encuentra el núcleo de requisas que cumple la función más importante de esta área que es la de registrar a los internos nuevos y llevar a cabo todos los análisis médicos, psicológicos y penales necesarios, y también donde se requisa a cada persona que ingresa al instituto. Además, dos núcleos de enfermerías que abastecen al mismo, dos salas de visitas y en el nivel superior todas las oficinas administrativas del edificio, tanto gabinetes de contaduría, jurídicas, de monitoreo, entre otras.

En el otro frente sobre avenida Vélez Sarsfield se encuentra todo el programa que tiene relación con la escuela, desde la administración hasta la biblioteca y el comedor, pero también dos núcleos de dos niveles con servicios a la comunidad, tales como: una sede para recibimiento de donaciones, salas y consultorios para chequeos médicos generales/control de enfermedades/banco de sangre, servicio de asistencia para tratamiento de adicciones y asistencia y prevención de violencia de género o violencia doméstica, al cual solo puede ingresarse desde afuera y no tiene conexión con el instituto. Por este frente ingresan directivos, profesores, administrativos de la escuela, personal de la biblioteca, personal para la cocina y comedor, así como también el ingreso de los insumos para el abastecimiento de los mismos.

La totalidad del programa está configurado mediante una circulación clara y central en cada una de las pastillas, pero todas articuladas mediante cuatro núcleos de seguridad ubicados en cada una de las intersecciones, las cuales restringen y controlan las salidas y entradas de los claustros a las diferentes alas del instituto. El ingreso a estos núcleos, y por ende a las actividades dentro de las pastillas, es por medio del claustro central, que funciona como un gran hall de circulación y distribución del programa y el cual está totalmente controlado y configurado con una galería perimetral.

Esta circulación está regulada por un sistema de puerta en función de esclusas que funcionan tanto de manera centralizada como también operadas por los guardias desde las células de seguridad.

Luego tenemos las dos “C” que configuran los claustros abiertos de los extremos, que si bien son ambas de carácter educativo, tienen funciones diferentes.

En la primera al norte, se localiza todo el programa académico con la currícula tradicional gestionado en tres turnos y organizado en aulas a ambos lados de la circulación con capacidad para 15 chicos cada una. En el centro de cada una de estas tiras paralelas e identificando un volumen transversal en la preexistencia localizamos los halls de distribución, seguridad y sanitarios que conectan a las aulas con el claustro abierto o patio de carácter recreativo y escolar.

En los extremos de las tiras áulicas ubicamos dos núcleos de vestidores, sanitarios y duchadores para el área deportiva a la cual se puede acceder desde el patio escolar pasando por los núcleos de seguridad principales. La misma ofrece mediante un sistema de esclusas canchas polideportivas para los chicos o para la comunidad. Se ubica un nivel más abajo accediendo por una escalinata también diseñada con espacio de permanencia ya que se adapta a la topografía del sitio. Se trata de tres canchas alineadas longitudinalmente, separadas por intervalos de circulación transversal que generan una permeabilidad hacia el espacio verde y deportivo que se ubica detrás.

La primera cancha conectada con el patio de la escuela es exclusivamente para los chicos del instituto, pero las otras dos pueden abrirse o cerrarse a la comunidad dependiendo la necesidad de los internos, y de situaciones eventuales como campeonatos, eventos sociales, usos públicos, entre otros. El cerramiento que envuelve a estas canchas al aire libre es de dos niveles, el primero es opaco para evitar el contacto directo del interno con los usuarios del espacio deportivo exterior y el superior es traslúcido, verde y contiene una pasarela de seguridad por la cual circularán los guardias que estén a cargo de la vigilancia del deportivo.

Por otro lado, en la “C” ubicada al sur y con el mismo esquema de circulación interna que la escuela, localizamos los talleres de oficios o especializaciones y los talleres productivos, que si bien se configuran en torno a un claustro como el anterior, éste es de carácter público y lo llamamos Plaza Productiva. En este caso nos dimos cuenta que esta área del edificio no solo era la que quedaba más oculta dentro del lote, sino que en la misma escaseaba el espacio verde público también, por lo que decidimos generar una actividad que traccionara o atrajera a la gente de la comunidad y qué mejor que brindando un servicio.

Creamos talleres para los jóvenes de segunda y tercera adaptación, tales como: herrería, carpintería, plomería, diseño, electricidad, construcción en seco, computación y también talleres de música, pintura, baile, muralismo, etcétera; y, también, talleres productivos para los internos en el período de tercera adaptación tales como: reparación de bicicletas y motos, electrodomésticos, muebles, celulares y computadoras, además de reciclado de prendas textiles, venta de frutas, verduras, plantas y flores, artesanías y panificación, con los cuales serán capaces de brindar un servicio a la comunidad y recibir una retribución.

Por otro lado creamos una huerta y dos viveros en los cuales los chicos podrán obtener la materia prima que luego venderán, además de aprender los conceptos básicos sobre cómo trabajar la tierra.

La última parte del programa es residencial, se localiza en la nueva barra de dos niveles y tiene una capacidad para 580 chicos con una proyección anual del 10% a 2025. La misma se conecta a la preexistencia de planta baja mediante cuatro núcleos de circulación verticales apoyados en el claustro central, todos aptos para emergencias y conectados a la circulación longitudinal de la barra. Dos de ellos son de uso cotidiano de los internos y constan de ascensores y escaleras de emergencia y una rampa cada uno. Los dos restantes son de doble ingreso y pertenecen al frente institucional, ya que por los mismos ingresan los nuevos internos, administrativos, personal de limpieza y consta de un montacargas para traslado de mobiliarios. Las habitaciones se distribuyen en nueve cajas de dos niveles, y cada una posee 32 dormitorios de dos personas con un living intermedio por nivel. Cada uno de los habitáculos posee cucheta, escritorio, espacio de guardado y un inodoro-bacha con un cerramiento traslúcido que permite el control por parte de los guardias, además de la guardia misma y del núcleo de duchadores correspondiente por nivel.

En cuanto al sistema estructural, el mismo debía ser el encargado de llevar el concepto de síntesis de la barra a su máxima expresión, de lograr el efecto de suspensión sobre los vacíos de la preexistencia y lograr una sensación de liviandad por lo cual se optó por un sistema metálico en su totalidad. Se adopta el mismo criterio estético para la alimentación y el abastecimiento de agua del edificio, colocando tanques de acero inoxidable a la vista sobre la circulación general.

De esta manera el sistema estructural se configura a partir de dos vigas reticuladas longitudinales con 35 módulos de 7 metros de ancho por 7 metros de alto y 20 vigas reticuladas transversales de 6 módulos de 6 metros de ancho por 7 metros de alto, que son las encargadas de delimitar las cajas residenciales. Estas vigas están soportadas por un sistema de 8 apoyos centrales que permiten que los extremos de la barra se encuentren en voladizo, acentuando el efecto de suspensión. Estos apoyos son planos triangulados.

Para corroborar la eficiencia de este sistema de grandes voladizos realizamos una serie de ensayos a partir del análisis de cargas correspondiente y arrojaron los siguientes resultados.

Realizamos el primer ensayo con una viga vieerendel sin triangulaciones y ocho apoyos en el que se observa una deformación considerable tanto en los extremos con en el tramo intermedio, lo que nos llevó al segundo ensayo.

En este agregamos una serie de triangulaciones de sentido contrario en cada extremo obteniendo una disminución del valor de deformación en los voladizos. A partir de este último resultado realizamos un tercer y último ensayo, reforzando las triangulaciones con cruces en los extremos obteniendo un valor de deformación mínimo y verificable según los cálculos de tolerancia a las deformaciones.

Cabe aclarar que para el análisis de toda la estructura hemos considerado secciones que se acercan a los valores de inercia semejantes.

En cuanto a los entrepisos y cubiertas optamos por el sistema constructivo Steeldeck, el cual consta de una chapa nervada seguida por un contrapiso de hormigón armado con una malla electrosoldada y una terminación de solado interior de microcemento alisado. La tabiquería interior se compone por bastidores dobles reforzados por aislación térmica y acústica en su interior y revestidos con placas cementicias.

En cuanto al acondicionamiento climático, abordamos el asoleamiento y la ventilación a través de los mismos recursos, los cuales se resumen en la atomización de las cajas antes mencionadas y la orientación de la apertura de las mismas hacia el noroeste. Además utilizamos cortinas vegetales para el filtro de la luz y la ventilación en los patios intermedios y envolventes microperforadas en los frentes longitudinales para contribuir a la ventilación.

Nos gustaría finalizar reflexionando acerca del impacto positivo que tendría esta intervención en la ciudad tanto para los jóvenes como para la sociedad. La rehabilitación implica esencialmente a estos menores, pero también a la comunidad, por lo cual proponemos un instituto donde estos jóvenes tienen un lugar dentro de la misma y a la cual continúan contribuyendo mientras cumplen sus penas.

Con esta intervención nosotros pretendemos que el correccional pase a formar parte de la ciudad y bajar gradualmente la tensión entre ambas partes, menores y comunidad. El hecho de que esta última vea que el tiempo que pasan los jóvenes dentro del instituto es productivo y formativo creemos que puede generar una recuperación del prejuicio de que estos chicos no pueden reinsertarse en la sociedad.

 

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