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“Corregir poesía es un métier de amor”

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“Corregir poesía es un métier de amor”
“La poesía que más me interesa es la que se produce después de los 30 años”, dice García

Desde hace un año la escritora porteña Griselda García dirige la colección lírica en Ediciones del Dock de Buenos Aires. Tras participar del último Festival Internacional de Poesía de Córdoba habló de lo que significa olvidarse de sus propios versos para ejercer un oficio que combina el rigor crítico con la percepción estética

“La poesía que más me interesa es la que se produce después de los 30 años”, dice García
“La poesía que más me interesa es la que se produce después de los 30 años”, dice García

Escribe: Iván Wielikosielek
ESPECIAL PARA EL DIARIO

La trayectoria literaria de Griselda García podría describirse como un fabuloso péndulo que ha ido, en menos de quince años, de la poesía descarnada al sosiego. Pero en medio de esos extremos la autora de “Alucinaciones en la alfalfa” pasó por estaciones intermedias coordinando un taller literario, trabajando en la redacción de la revista “La Guacha” y (en el último año) editando la colección de poesía “La verdad se mueve” en las Ediciones del Dock. Sobre ese métier que le hizo leer 50 poemarios en menos de un año, gira esta entrevista.

-¿Tenés alguna predilección a la hora de leer originales?

-Me he dado cuenta que la poesía que más me interesa es la que se produce después de los 30 años. Creo que ahí viene el momento más rico de un autor, donde se tiene más conciencia de las herramientas con las que se cuenta. La contra es que, debido a esas mismas herramientas, el poema puede volverse rígido y hay que cuidarse mucho de la hipercorrección.

-¿Hay libros que deberían salir más frescos?

-Sí. Y eso se debe a que hay cierta desprolijidad que es parte indisoluble de una obra. A veces veo libros tan podados que no han dejado una sola rama. ¡Pobre árbol, qué le hiciste!, te dan ganas de preguntarle al autor.

-¿A los autores les molestan las correcciones?

-La mayoría de las veces, sí. Por eso el trabajo de editar suele ser agotador. Porque hay un ida y vuelta donde proponés cambios que el autor no siempre acepta. Y entonces tenés que ser muy diplomático para hacer valer tu mirada.

-¿Corregir es dar un punto de vista?

-Puede ser, pero siempre sin imponer un juicio de valor. El otro día vino un chico al taller y me dijo: “No me decís si te gusta o no mi poema”. Y para mí, un texto es como una pieza con la que tengo que trabajar. Yo no trabajo con “me gusta o no me gusta”. A veces me dicen “no te gustó porque le tachaste todo”. ¡Justamente porque se sostiene sin todo eso es porque lo taché! Si algo es incorregible, ni lo toco.

-¿Los poetas jóvenes pecan de “innovadores”?

-El pecado es que muchos se lo creen habiendo leído muy poco. ¡Y no se puede escribir desconociendo una tradición, porque hubo gente que lo hizo antes que vos! En una época era muy habitual toparse con “los Oliverios y las Pizarnas”, como me decía un amigo. Eran chicos que escribían poemas de molde. ¡Y eso es tremendo! Un signo de que leíste a cinco autores. Pero si leíste 500 la influencia se atomiza mucho.

 

Juego de seducción

-¿Cuándo sentís que estás ante un poemario de peso?

-Cuando el autor tiene una voz clara y definida que además se distingue por una apuesta audaz en la elección y el tratamiento del tema. También cuando el libro fue pensado como una totalidad, no como un rejunte. Como lectora me gusta que me lleven y me hagan sentir. Eso es la seducción. ¡Y escribir es seducir!

-¿Qué te pasa cuando te sentís “seducida” por un libro?

-¡Me pasa que quiero buscar al autor para darle un abrazo! Y soy muy afortunada porque abracé a muchos: Juana Bignozzi, Javier Adúriz, Mario Trejo, Jorge Aulicino, Santiago Espel, Diego Muzzio, Enrique Solinas, Marina Serrano, María Teresa Andruetto, Roberto Malatesta, Irene Gruss, Santiago Sylvester, Rafael Felipe Oteriño…

-¿Cómo definirías el espíritu de tu métier?

-Corregir poesía es un métier de amor. Todavía nadie logró convencerme de que ser exigente sea algo negativo. La atención a cada detalle formal es lo que a mí me hace feliz.

-¿La corrección puede refundar un texto?

-¡Totalmente! Y el mejor ejemplo es el de Ezra Pound corrigiendo a Eliot. El original de “La tierra baldía” tenía el doble de páginas. Hasta que vino Pound y lo podó todo. El otro día vi una edición con el manuscrito original y los tachones. Y ahí podés ver el criterio que usó Pound. Había una introducción larguísima y después de dos o tres páginas leés por fin: “Abril es el mes más cruel…”. ¡El poema empezaba ahí! Haber descubierto eso fue maravilloso. ¡Pero ojo que un mal editor también puede podar la rama viva de un árbol y hacer un desastre!

-Participaste del último festival internacional de poesía en Córdoba y de varias ferias en Río Cuarto ¿Qué me podés decir de la lírica mediterránea?

-Que en Córdoba hay una gran concentración de poetas por metro cuadrado. No sé si será el agua, pero muchos son buenísimos: María Teresa Andruetto, Alejandro Schmidt, Susana Cabuchi o Alejandro Nicotra son nombres que han marcado. De mi generación te puedo nombrar a Carina Sedevich, Marcelo Dughetti, Gustavo Borga, Pablo Dema, José Di Marco, Elena Anníbali y Laura García Del Castaño. Seguro se me escapan un montón, pero muchos de los que te nombré son de Villa María ¿no?

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