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“El básquet ha sido un maestro y un compañero de vida”

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“El básquet ha sido un maestro y un compañero de vida”
Franco Moral hizo un balance de tres décadas ligado al básquetbol

Desde que comenzó a jugar al básquetbol hasta su retiro, hace unas semanas atrás, pasaron 29 años, en los que Franco Moral cosechó amigos y el respeto de compañeros y rivales. EL DIARIO lo entrevistó para hacer un balance de su carrera

Entrevista Gustavo Ferradans

Franco Moral hizo un balance de tres décadas ligado al básquetbol
Franco Moral hizo un balance de tres décadas ligado al básquetbol

Se ganó el respeto de todos recorriendo con la misma motivación y ganas las canchas de distintas asociaciones durante casi tres décadas. A fines del año pasado, jugando en Unión Central decidió que ya era el final de su ciclo como basquetbolista y se fue aplaudido, llevándose el cariño, respeto y admiración ganados dentro y fuera de un terreno de juego.

Franco Moral vistió la camiseta de varios clubes, fue integrante del seleccionado de Villa María durante muchos años y es del estilo de jugadores que dirigentes y entrenadores quieren tener en sus equipos porque suman como deportistas, como conductores de planteles y, en igual escala, como personas.

Por ese prestigio ganado con esas cualidades y por una larga trayectoria, EL DIARIO entrevistó al ahora exjugador, quien hizo un balance de una vida dedicada al básquetbol.

 

-¿En dónde empezaste a jugar?

-Tenía 8 años. Vivía en el barrio Rivadavia, y por un compañero de la escuela empecé a jugar en Unión Central. Me quedaba lejos para ir y justo se abre una escuelita de básquetbol en Club Argentino, que estaba en barrio Santa Ana y me quedaba más cerca. El entrenador era Diego López y al tiempo él se va al Club Rivadavia, del barrio del mismo nombre. Todo esto sucedía mientras era Mosquito. Luego mis viejos compraron una casa en barrio Ameghino, donde viven ahora, y me quedaba a cinco cuadras el Club Ameghino. Ahí arranqué como Premini, con Julio Liendo, y estuve hasta Juveniles. Pasé por todas las categorías de inferiores.

-Estabas en Ameghino justo cuando jugaron en 1995 la Liga B…

-Yo tenía unos 16 años. Era una zona de siete equipos y quedamos últimos, sólo clasificaban los seis primeros. Hubo algunos problemas de dinero y empezaron a cortar jugadores, entre los que estaban Darío Arrigoni, Juampi Granado, Finello, Dany Delgado. Terminamos jugando los Juveniles, de ahí los resultados. Luego de esa Liga llega Gallardo, que remplazó a Menard, y me llevan en 1996 a Ben Hur de Rafaela, donde estuve tres años.

-Hace algo más de un mes jugaste tu último partido. ¿Cómo ves a tu trayectoria?

-Es difícil dar un corte a la vida del básquetbol, porque de los 37 años que tengo, 29 se los dediqué a este deporte. Es un compañero y un maestro de vida. El deporte, si lo vivís como tal, te enseña a vivir. Te enseña a tratar a la gente, respetar a los compañeros, a los adversarios, a ganarte ese respeto. A todo. Cuesta tomar una decisión, pero creo que es importante y clave darse cuenta de que esa trayectoria siempre sea ascendente o tenga regularidad. Que no te agarre el retiro en una trayectoria descendente y deshonrosa. Cuando uno se pone más viejo, las piernas no responden de la misma forma, entonces querés contrarrestar con mañas o gritos, te ponés descontento con cosas y uno debe darse cuenta de que es preferible irse con un buen recuerdo y que te recuerden bien y no tirar por la borda 30 años de trayectoria en dos años de cansancio y de viejo. Yo me voy conforme con lo que pude lograr, tuve suerte en lo que me tocó vivir, pude integrar muchos planteles, conocer mucha gente y me quedaron un montón de amigos en todos los clubes y diferentes asociaciones; eso no tiene precio.

-Hace muchos años, en una entrevista en EL DIARIO, comentaste que tu sueño era “ser recordado en el ambiente del básquetbol como una buena persona”. ¿Lo lograste?

-Creo que sí. No es fácil. Es muy grato llegar a un club con mis hijos, acompañándolos para verlos jugar, ver a los dirigentes de esos clubes y saber que te fuiste con un buen recuerdo, una buena imagen. A lo mejor no con una buena campaña porque no todo depende de lo deportivo, pero poder seguir saludándolos y eso. Ojalá que haya dejado cosas buenas.

-Si tuvieras que elegir a un basquetbolista, ya sea rival o compañero, ¿a quién nombrarías?

-Diego “Nino” Cerutti. Me tocó jugar en contra, me tocó jugar juntos, fuimos campeones. Es de los que te encontrás en una entrada en calor, te das un abrazo y después si tenía que pegarme un “chirlo”, me lo pegaba. Es así. Me quedo con él porque entiende el básquetbol igual que yo, como algo que te genera amigos, que no está antes que la persona. Yo puedo jugar en contra tuyo, haré lo que pueda para ganarte, pero no por eso te voy a odiar. El ve al deporte como yo. Aparte es una buena persona. Seguramente se me van a enojar otros por no nombrarlos.

-¿Un árbitro?

-Acá no puedo ser objetivo porque tengo a mi hermano Maximiliano dirigiendo en un nivel muy alto. Indudablemente que hoy es el referente en Villa María. Tengo una sana discusión con él, con los nuevos criterios que están tratando de aplicar. A veces buscan la forma de que los partidos fluyan y no se frenen, de conducirlos, pero creo que por eso se pueden cometer injusticias. Yo considero que si el reglamento dice que si hay contacto, hay falta, se debe cobrar, por más que falten tres segundos, estés jugando en contra del local y pierdas por uno. Si hay falta, hay que cobrarla, por más que se venga toda la tribuna encima. Es mi opinión. Hay cosas en las que disentimos, pero no me voy a pelear con los árbitros o mi hermano por eso.

-¿Algún entrenador te marcó más que otros?

-Si lo tengo que elegir, no sólo fue entrenador, sino también amigo. Lo que más me gustó es la confianza que me brindó, que es clave para los jugadores y en mí dio muchos resultados. Un tipo que me exigía que tirara al aro. Eso marcó e hizo un click en mi carrera y en mi personalidad, en cómo yo afrontaba los partidos después de él. Yo sabía que si tenía el metro, estaba obligado a tirar. Eso te hace jugar de una manera muy diferente, si dudaste en un nivel superior un segundo, ya no tenés más tiempo. El técnico es el señor Walter Albert. Lo tuve en Ameghino. Hubo un apoyo que no se les puede dar a todos los jugadores, tuve la confianza con él. El me obligó a tomar más protagonismo y me encantó, por supuesto; gran parte de eso se lo debo a él”.

-¿Un dirigente?

-Hay muchos. Son varios, no tengo nada para objetar de los dirigentes con los que me ha tocado estar. Pero Carlos Ateca fue un muy buen dirigente en Ameghino; mientas estuvo se desvivía por el club. Cuando se quiso ir, la gente le pedía que siguiera. El otro es Jorge Roland, en Argentino de Pozo del Molle, que jamás nos dejó faltar nada. Me saco el sombrero. Nunca nos hizo faltar nada, siempre estuvo atento a todos los detalles y eso trae sus frutos. Sin malcriar a los jugadores, pero estar en el detalle. Me quedo con esos dos. Un buen líder es bien secundado por buena gente. No es fácil armar un equipo de trabajo siendo un mal líder.

-Has vivido distintas épocas. ¿Cómo ves al básquetbol?

-Es un deporte que va evolucionando constantemente. Lo que ha cambiado mucho, desde que empecé a jugar en Primera hasta hoy, es el remplazo de la técnica y el talento por lo físico. Hoy lo físico ha ganado un terreno muy grande y ha suplantado al talento. Si sos rápido y talentoso, no te para nadie, pero hay veces que con velocidad y con estado físico podés suplir varias falencias y ganar partidos a equipos talentosos. A eso lo he sufrido. Nunca fui talentoso, pero sacaba ventaja en los últimos cuartos porque estaba entero físicamente y podía sacar ahí alguna ventaja. Con el correr de los años mi aguante fue disminuyendo, los más jóvenes, los más entrenados, los suplementos de gimnasios, los entrenamientos, te cuesta cada vez más estar a la par. En cuanto al nivel, el nivel te lo da la competencia. Los equipos que compiten a otros niveles, que juegan ligas provinciales, indudablemente están por encima de los niveles locales. Jugar contra ellos te levanta el nivel. Es siempre beneficioso que haya equipos en niveles superiores porque tenés contra quién medirte y un objetivo a alcanzar.

-Fuiste en un momento entrenador de formativas. ¿Hoy pasa por tu deseo ser entrenador?

-Tengo el curso de nivel 3 rendido, podría ser entrenador hasta de mayores. Pero el de entrenador es un trabajo muy ingrato. Por lo general, tu trabajo se mide por resultados. En formativas, el laburo no depende ciento por ciento del entrenador. Depende mucho de circunstancias que uno no maneja. Uno tiene a los chicos una hora o dos, tres veces por semana y no se puede cambiar una forma de vida o de pensar. Podés llegar a algunos. Más allá de eso, hoy no tengo ni fuerzas ni ganas ni la intención. Si dirigiera algo, sería Mayores, pero también es un laburo complicado, hace falta un buen equipo de trabajo, dirigentes que compren el proyecto y lo respeten, que tengan en claro qué quieren: si es formar jugadores, en Primera ya no hay mucho lugar para hacerlo. Si quieren jugar con los jugadores del club, van a saber que es probable que no se obtengan los resultados contra equipos que traen jugadores de afuera para reforzarse. Tiene que estar muy en claro la política. Y cuando los resultados son adversos, no se respeta o se olvida o parece que no funcionan. Prefiero quedarme con lo que coseché hasta ahora, que estamos bien”.

-¿Tus hijos juegan al básquetbol?

-Sí. En Unión Central. Cuando Walter Albert llegó el año pasado y me invitó a sumarme al equipo, fue un motivo para aceptar. Tuve la suerte de que mis hijos me vieran jugar. Espero haber dejado en ellos esto del esfuerzo, el dejar el ciento por ciento, el no guardarse nada en los partidos, el cómo encarar un juego y respetar a un rival, si se cayó el rival, no pisarle la cabeza, sino darle la mano para ayudarlo a levantarse. Y por esa razón no quería caer en las mañas para protestarle a los árbitros y pelearme con todos. Las falencias físicas te pueden hacer caer en eso. Yo no quería darles esa enseñanza. Con lo que vieron hasta ahora, creo haber dejado una buena imagen.

-¿El básquet te quitó algo?

-Nada, es todo positivo. Al contrario, luego del partido comía el asado y si había que salir con los amigos, lo hacía. Parece mentira, pero lo hice con gusto, no es que me privaba de algo.

Franco Moral es de los que entienden el deporte como escuela de vida y camina la calle o corre en una cancha de la misma forma, ganando respeto y amigos, con los mismos códigos que lo convirtieron en uno de esos jugadores que todos querían tener en su equipo: un verdadero caballero del deporte.

 

Con Martín y Maximiliano, sus hermanos, compartiendo la pasión por el básquetbol dentro de la cancha
Con Martín y Maximiliano, sus hermanos, compartiendo la pasión por el básquetbol dentro de la cancha

Dos momentos emotivos

-Hubo un momento en tu carrera deportiva en el que se dio un episodio particular. Fue en 2010 y se repitió semanas después: jugar en contra de tu hermano Martín y que tu otro hermano, Maximiliano, sea el árbitro. Fue en dos partidos de Argentino de Pozo del Molle vs. Ameghino.

-Son todas situaciones lindas que van dejando recuerdos. Ese fue un lindo momento. Martín jugó muy bien los dos partidos y no me respetó para nada. Fue un insolente total. Yo había hablado de que no lo iba a defender, pero luego por posiciones de juego y cosas del partido me tocó jugar contra él. En 2015 se volvió a dar y volví a jugar contra Martín. Se repitió lo mismo, ese muchacho no me respeta, no respeta a su hermano mayor.

Otro momento, el más emotivo porque ya me agarra medio viejo choto, fue mi último partido, ante General Deheza, Acción Juvenil se prestó para que uno de mis hijos y mi sobrino entraran a jugar unos minutos el partido. Ese fue el momento más emotivo que me tocó vivir en esta carrera. Fue un lindo cierre. Una linda idea, que no sé de quién fue, pero se la agradezco”.

 

Un recuerdo imborrable

Los festejos de aquel día inolvidable para el básquetbol local
Los festejos de aquel día inolvidable para el básquetbol local2

El 16 de junio de 2008, el seleccionado de Mayores vencía por 78 a 63 a Córdoba en la final del Provincial disputada en Justiniano Posse y era campeón por primera vez.

-¿Es uno de los mejores recuerdos aquel título del Provincial?

-En un deporte colectivo depende de uno o dos jugadores, pero no siempre que se sale campeón vos sos protagonista. Yo tuve la suerte de integrar un equipo, pero no como figura estelar, era complemento de chicos que venían muy bien. Confluyó todo, experiencia, talento. Gastón Torre estaba en un gran momento, Alexis Elsener venía pechando, era nuevo pero le sobraba para defender, atacar, para todo. Estaba el “Runcho” Vispo, que se estaba yendo pero también dejó lo suyo. Estaba el “Nino” Cerutti y Román Medina, que pasaban un gran momento. Se dio todo. Se complementó todo. Era un lindo grupo y nos llevábamos todos bien. Alvaro Galera entraba, metía tres triples y salía. Estaba todo muy bien instrumentado. Cada uno cumplía su función y sabía qué es lo que tenía que hacer. Esa fue la clave.

 

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