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“El cruce de los Andes es algo para toda la vida…”

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“El cruce de los Andes es algo para toda la vida…”
La nieve parece merengue. La inmensidad de la Cordillera, el camino de San Martín, un sueño... y la historia, que siempre volverán a contar

Escribe Beto Arce DE NUESTRA REDACCION

Le dijeron que su papá estaba grande, pero ella nunca renunció en la lucha por cumplirle el sueño que tenía desde siempre. En enero tuvieron una experiencia inolvidable que podrán contarle a los que vengan… Padre e hija en la Cordillera, por el camino de San Martín… unidos por el alma y un sueño común

La nieve parece merengue. La inmensidad de la Cordillera, el camino de San Martín, un sueño... y la historia, que siempre volverán a contar
La nieve parece merengue. La inmensidad de la Cordillera, el camino de San Martín, un sueño… y la historia, que siempre volverán a contar

María Gabriela Vera es productora audiovisual, vive en Villa María desde que tiene 18 años. Conocida como “la Flaca” Vera y por el amor a viajar, es naturalizada de estas tierras y tiene una gran historia para contar. Ayudó a su padre a cumplir el sueño de cruzar los Andes a caballo, el mismo camino que hizo don José de San Martín. La vida puede ser lo que cada uno crea o construya, pero siempre hablamos de los sueños… y esta historia tiene que ver con un sueño cumplido.

En diálogo con EL DIARIO contó su historia, la de ambos, y la que podrán contar siempre…

«Mi viejo siempre tuvo el sueño de cruzar los Andes y eso lo escuchaba desde que era chica. Quizás yo no me daba cuenta de que era realmente un sueño, pero con el correr del tiempo me fui dando cuenta de que era cierto eso de querer cruzar a caballo. Nosotros venimos del campo y yo llegué a la ciudad a los 18 años: vivimos en Bell Ville, en Las Varillas, pero siempre en el campo (nació en Corral de Bustos y su padre en Santa Fe)”.

“Siempre preguntaba cómo podía hacerse el cruce de los Andes a caballo, pero nadie sabía… nadie lo había hecho. Entonces un día no pregunté más porque parecía un sueño imposible. Preguntamos en las ‘asociaciones sanmartinianas’ (que hay muchas) y tampoco pudimos. El año pasado conocimos una gente de Córdoba (Agrupación Gaucha) que había tenido la experiencia, por lo que dije ¡puede ser!… pero también nos habían dicho que mi papá (Ricardo, acaba de cumplir 63) ya estaba grande y solamente se podía hasta los 50… (mientras, Gabriela recuerda que ella cumplió los años durante el cruce y celebraron con su padre el cumpleaños de ambos)”.

Juntos, padre e hija. Ricardo y Gabriela en el Paso de Portillo, el primer tramo del cruce de los Andes
Juntos, padre e hija. Ricardo y Gabriela en el Paso de Portillo, el primer tramo del cruce de los Andes

“Aunque dijeran que estaba grande, no importó, así que entre muchas preguntas que les hice pude obtener el contacto de Walter, una persona de 40 años que nació en el Manzano histórico de Tunuyán en Mendoza y hace 20 años que lleva gente a hacer el cruce. El nació y vivió ahí, incluso allí siguen sus padres. Conoce la Cordillera como nadie… después de mucho tiempo se terminó dando la posibilidad de cumplir ese sueño…”.

“El viaje tenía dos etapas: el Paso de Portillo (la parte de Argentina) y el Paso de Piuquenes (Chile), siendo este último el punto de llegada al Valle del Yeso, a dos horas de Santiago. Lo particular que tuvo el viaje es que ese es el único paso viable y es el que hizo San Martín en 1817. Hubo seis rutas sanmartinianas, de las cuales cinco fueron un intento para los ejércitos porque no pudieron cruzarla, y la sexta es la ruta que Walter hace siempre con grupos muy pequeños”.

“Mi viejo no lo podía creer hasta el día que salimos, porque para él era algo que ya estaba perdido… salimos el domingo 17 de enero, con cuatro personas más que también eran parte del grupo, más dos guías y dos cocineros. El viaje se inició: 13 caballos y 22 mulas llevando cosas… si bien parece mucha cantidad de animales, tienen mucho cuidado por ellos y jamás los hacen esforzar demasiado”.

“La primera noche (cerca de las 23) paramos en un refugio de piedra y dormimos ahí. No hay nada, sólo montaña, inmensidad, y la soledad que nos unía en ese grupo… todo demasiado grande para ser real”.

“Al otro día llegamos al límite, pasamos por Aduana e iniciamos el camino por el Paso Portillo, que está a 4.380 metros sobre el nivel del mar… muy alto, por lo que todo el paso se hace lento. Había mucha nieve: hicimos casi 15 horas a caballo (se ríe). Llegamos a un refugio de base militar que está desde la época de Perón y pudimos descansar allí (Refugio Real de La Cruz). La dificultad que presenta la travesía hace que sólo pueda realizarse entre diciembre y marzo, ya que durante el resto del año todo está tapado por nieve”.

“El tercer día era como de descanso, ya que sólo hicimos seis horas de cabalgata por la Cordillera para no perder el ritmo. Era el día de mi cumpleaños, por lo que fue muy especial estar en ese momento y en ese lugar. Dormimos y bien temprano iniciamos el cruce a Chile. Sin dudas el tramo más difícil y complicado, pero al ser puramente natural era espectacular… el paisaje lo fue todo… todo el tiempo”.

“Hicimos el camino de ida y vuelta, porque eso nos permitió al poder parar en refugios conocer además de la ruta sanmartiniana, distintos lugares de la Cordillera, que es inmensa (le brillan los ojos, al tiempo que lo cuenta)”.

“Es un viaje que demoró ocho días en completarse y, aunque pude hacer viajes increíbles, honestamente no lo puedo comparar con nada…”.

– ¿Qué dijo tu papá cuando le confirmaste la noticia de que el viaje se hacía?

-Se largó a llorar, no lo podía creer. Al principio no creía en la posibilidad, pero se fue dando cuenta de que era posible a medida que le iba contando los detalles de cómo iba a ser el viaje. Tenía muchísima ansiedad desde que se dio cuenta realmente, hasta que salimos. El día anterior creo que ninguno de los dos pudo dormir.

-¿Cómo vivieron esos días?

-Muy bien, con mucha emoción. Fue una experiencia única y poder hacerla con mi papá, sabiendo que era un sueño personal que recuerdo desde que era chica, no tiene comparación con nada. Siempre estuvimos muy acompañados, desde el primer momento, porque la emoción no era solamente nuestra, ya que el grupo, al darse cuenta del sueño padre-hija, también sintió ese espíritu.

-Pasaron muchas cosas en el camino…

– Sí (muchas). Después de dos días me cuentan que en un tramo muy empinado y dificultoso mi viejo no quería bajar (por temor). Yo no lo vi porque bajamos primeros y después de esperar mucho tiempo finalmente se incorporó a la ruta. Recuerdo esto porque es importante que te empujen en los momentos más difíciles. A modo de reto y motivación (después me contaron) le decían: “Tu hija vino por vos, así que tenés que continuar”. Fue la anécdota del todo el viaje hasta llegar y por eso cuando terminamos el recorrido el festejo fue de todos. Y cuando pasan esas cosas, hace que todo sea especial.

-Trabajás con la fotografía… Un lugar así para capturar momentos parece único, ¿pudiste obtener tomas?

-Sí. Si bien saqué muchas fotos, era todo tan grande, tan inmenso, que por ahí no podés tomar dimensión de lo real. Además el viaje es complicado y siempre estás arriba del caballo, por eso la mayoría de las fotos son mientras viajábamos. Creo que fui la fotógrafa de mi papá durante el viaje (se ríe). Parábamos poco (en vertientes para buscar agua, generalmente). A mí me gusta sacar siempre todo, pero quizá estar en ese lugar tan imponente hizo que disfrutáramos más el momento que decidir capturarlo. Es inexplicable describir todo eso… no hay palabras.

-¿Qué deja la experiencia de este viaje?

-Haberlo vivido y poder contarlo. Es increíble que a la vuelta todo tu círculo familiar y de amigos esté esperando con ansias que puedas contarle la experiencia de este viaje. El hecho de cumplir un sueño y hacerlo con tu viejo, te llena el alma. Ahora cada vez que hablamos buscamos otra cosa: ¿qué hacemos ahora? (se ríe). Fue tanto para los dos, que nos queda contarlo… y ojalá todos pudieran tener esta experiencia única. También nos preguntamos cómo hizo San Martín para hacer este camino en otro tipo de condiciones y otros tiempos… Este viaje nos deja además la gente. Es siempre la gente la que caracteriza a los lugares y fueron ellos, los que son del lugar, los que nos mostraron el camino y nos llevaron a cumplir el sueño. El cruce de los Andes es algo para toda la vida…

 

“Es un viaje que demoró ocho días en completarse…

no lo puedo comparar con nada”.

“El hecho de cumplir un sueño y hacerlo con tu viejo… te llena el alma”.

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