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Estrellas fugaces

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Estrellas fugaces

Argentina cayó 1-0 con Paraguay en un colmado Kempes que despidió con silbidos al seleccionado de Bauza. Villar, la figura, le atajó un penal a Agüero en el inicio del complemento

Agüero erró un penal al comienzo del segundo tiempo

Escribe Juan Manuel Gorno
De nuestra Redacción
Enviado especial de EL DIARIO

Por primera vez en la historia de las Eliminatorias Sudamericanas, el seleccionado argentino perdió anoche ante Paraguay (1-0), complicó su posición en la tabla y defraudó al público en el Estadio Mario Kempes, que lució tan colmado como sorprendido.

Si bien tuvo chances claras para empatar, como un penal que Justo Villar le atajó a Sergio Agüero, el equipo dirigido por Edgardo Bauza volvió a equivocar los caminos y siguió restando su imagen ya deteriorada por la presencia de jugadores que hace tiempo “piden” ser remplazados.

“Sin Messi esta selección no clasifica al Mundial”, supo decir César Luis Menotti, que algo sabe de esto. Y la mayoría de los que entran a la cancha no parecen querer ocultar semejante premonición del Flaco.

En un partido donde tuvo casi siempre la pelota, el equipo argentino sólo la movió sin definir y no mejoró casi nunca, salvo un lapso de diez minutos en el inicio del segundo tiempo.

Lo que propuso Francisco Arce, DT de Paraguay, salió perfecto en el primer tiempo. Su equipo armó el dispositivo defensivo en la zona de gestación de Argentina, unos metros por delante del área propia. Y desde allí cortó rápidamente para salir más rápido y verticalmente rumbo al arco del frente.

El equipo de Bauza trató de ocupar el terreno contrario y de tocar corto en esa zona superpoblada de paraguayos, pero salvo algún arrebato de Angel Di María, nada preocupaba a la última línea guaraní.

A falta de Messi, no sirvió poner a Javier Mascherano como lanzador por delante de Ever Banega ni tampoco pesó la presencia de Nicolás Gaitán por afuera. Masche era importante para cortar arriba, pero se complicaba cuando debía asistir a sus compañeros. Entonces los delanteros estaban huérfanos de situaciones de gol y esperaron algo que nunca llegó.

Es cierto que Pipita quedó lejos por su permanente retroceso y que el Kun -como desde hace años- no fue el del City ni por asomo.

El gol de Paraguay, por mal cierre de Mascherano y buena combinación de Angel Romero y Derlis González (que definió fuerte y al primer palo), profundizó los problemas argentinos.

Si bien el equipo del Chiqui Arce había resuelto defenderse primero para salir de contra después, sedujo la ventaja en el marcador la posibilidad de defender y defender cada vez más, ante un equipo albiceleste que ni siquiera aprovechó las pocas que tuvo hasta el final de la primera etapa.

La más clara fue un tiro cruzado de Fideo Di María que reventó la pelota en el palo, aunque Higuaín tuvo un par de chances en el área y las dilapidó con remates a cualquier parte.

Mientras, los paraguayos ocasionaron un par de réplicas veloces, una de las cuales terminó con un tiro de Oscar Romero que exigió al arquero argentino.

A esa altura, desde las tribunas ya sonaba un hit monótono y pegadizo: “Dybala/Dybala/ Dybala”, pedía el público, en honor al hijo pródigo que deseaban ver en la cancha.

El arranque del segundo tiempo, esperanzador por los pasajes de ataque agresivo de Argentina, terminó por sentenciar ese pedido por el chico de la Juventus porque Agüero así lo quiso.

En el mejor momento del equipo de Bauza, el Kun tuvo la posibilidad de aparecer en su dimensión de goleador cuando le dieron la responsabilidad de patear un penal y, sin embargo, el duelo fue ganado por el arquero Justo Villar, ante el remate pronunciado del delantero.

Para reivindicarse, Agüero generó una ocasión en menos de un minuto del penal marrado y otra vez perdió ante el experimentado portero.

Ante la “desgracia” de los errores emergió un toque de humor cordobés: “Le doy mi mujer a Icardi, pero que venga”, tiró un simpatizante.

En ese ámbito, Bauza le dio con el gusto a casi toda la gente y echó a mano a Dybala, ubicándolo no como delantero, sino como lanzador por encima de Mascherano. Pero fue Masche quien quería ocuparse de esa función, a veces acertando y casi siempre siendo predecible.

Paraguay aprovechó la parsimonia argentina para hacer un culto del “arte de defender”, ese que no gusta en el fútbol, pero que suele servir para defender la primera victoria en la historia de su seleccionado en tierras argentinas por esta competencia.

Es así que, a excepción de un tiro de Dybala y un par de guapeadas del ingresado Lucas Pratto, el seleccionado argentino cayó en el embudo del equipo guaraní y dejó pasar el tiempo entre la angustia de no poder y la mediocridad de no saber, que fue más grave.

Jugadores de primer nivel, todos en la elite del fútbol mundial, no fueron capaces de enviar un centro con cierto riesgo, algo para abastecer al batallón de delanteros que puso Bauza, casi en una bolsa de gatos.

Hubo méritos paraguayos, pero sobre todo hubo indecisión de Argentina, que pide a gritos el regreso de su “Messías”, todo para tapar una floja tarea colectiva que necesita cambiar en todo sentido, sobre todo en aquellos que ya dejaron pasar muchas chances con la camiseta celeste y blanca.

Así lo entendió el público cordobés que, por primera vez en la historia, despidió a la selección con silbidos después de haber visto pasar un cúmulo de estrellas fugaces.

 

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