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La abuela Chicha Mariani sigue buscando a su nieta Clara Anahí

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La abuela Chicha Mariani sigue buscando a su nieta Clara Anahí

En estos días la abuela María Isabel Chorobik de Mariani quedó «muy triste y dolorida» luego de confirmarse que una mujer que decía ser su tan buscada nieta no era tal, según comprobó el Banco Nacional de Datos Genéticos

CHIRINO CHICHAContinúa la búsqueda de esa mujer que fue robada cuando bebé.   Las Abuelas de Plaza de Mayo, con la colaboración de la sociedad argentina, han logrado restituir la identidad a 119 personas. La decisión, el compromiso y el trabajo de ellas y de quienes las acompañan permiten mantener intactas las esperanzas de que continúen produciéndose encuentro de esos nietos y nietas con sus familiares.

 

Un encuentro clave

El futuro de una sociedad no está guardado en ningún lugar, es algo que aún no tiene residencia ni recorrido definido, es aquello que con el peso de la historia estamos construyendo en el presente. Convencernos de que las cosas sólo van a ser de una manera es algo que suele utilizarse para inmovilizarnos imponiéndonos imposibles, pero no todos aceptamos esos futuros ya decididos. Muchos se niegan a ser derrotados de antemano y apuestan a construcciones colectivas para realizar aquello señalado como  imposible. Ejemplo de esto son aquellas abuelas que en 1977 comenzaron a organizarse para encontrar sus nietos que habían sido robados por las huestes del terrorismo de Estado.  

Quizá todo comenzó con María Isabel «Chicha» Chorobik de Mariani dialogando con la doctora Lidia Pejenaute, asesora de menores del juzgado número dos de La Plata. Era abril de 1977 y alguien le había sugerido a la abuela «Chicha» que visitara un juzgado de menores. En el libro «Identidad, despojo y restitución», de Matilde Herrera y Ernesto Tenembaum, ella dice «yo era tan ignorante en esos temas que no se me había ocurrido». Cuando llegó a la repartición oficial entró por un pasillo equivocado y, por pura casualidad, se encontró con Pejenaute, una empleada del Poder Judicial que se tomaba en serio su trabajo. Tenía la valentía suficiente para tomar a cargo ese caso, como ya estaba haciéndolo con otras abuelas que tenían sus nietos desaparecidos. En el libro referenciado está el testimonio de la abogada que dice «cuando abrí la puerta tuve la impresión de estar frente a una persona muy enferma y muy sola. Casi diría terminada. Su voz se cortaba por el llanto y, permanentemente, tenía los ojos llenos de lágrimas. Lo único que entendí aquella vez era que su nietita había desaparecido y que salía de una cura de sueño o algo así. Le expliqué didácticamente mi función, le dije que no sería la primera vez que tendría que averiguar el paradero de un niño aunque las causas sí fueran inéditas. Me inspiró una profunda solidaridad. Empezó a visitarme todos los miércoles.  Creo que recién al mes pudo destrabarse y explicarme lo que pasaba».

 

Las fuerzas del miedo

La abuela Chicha buscaba a su nieta Clara Anahí que teniendo tan sólo 3 meses de edad había sido robada en un operativo de las fuerzas del miedo. El 24 de noviembre de 1976, en la ciudad de La Plata, se encontraba con su madre, Diana Teruggi en una casa a la que llegaron más de 100 efectivos del Ejército Argentino y la Policía Bonaerense quienes, sin cansancio, balearon la vivienda para terminar bombardeándola con una bazuca. El proyectil atravesó tres paredes. Para entonces ya habían acribillado el Citroën en el garaje y Diana, viendo que todo terminaba, envolvió a la pequeña con unas frazadas y para alejarla de ese horror trató de superar una tapia del patio, cerca de un limonero. Pero las ansias destructivas de los asesinos convirtieron la mayor parte de la casa en escombro.  Un vecino anónimo atestiguó que  «cuando el operativo terminó un suboficial se acercó al general Camps con un pequeño bulto entre sus brazos. Era Clara Anahí y estaba viva. Le preguntó qué hacer con ella. Camps le señaló el asiento de uno de los autos que ya se retiraban. Póngala ahí, le dijo». Diana estaba muerta en tanto que el padre de la niña al no estar en la casa se salvó, hasta el primero de agosto de 1977 que fue asesinado por el Estado terrorista.

 

Inicio de la búsqueda

Enterada la abuela «Chicha» Mariani comenzó la búsqueda en hospitales, casas cunas, unidades del Ejército, etcétera.  Hasta que llegó al juzgado y la doctora Pejenaute le contó que conocía a otras dos abuelas con nietos desaparecidos y le insistía con una frase «usted está demasiada sola». La abuela recuerda «desde el primer día insistió en que yo estaba sola, eso era precisamente lo que yo sentía porque mi marido estaba en Italia y casi no tenía familiares. Pasaban los meses y estaba cada vez peor. Cuando me enteré de que habían asesinado a mi hijo, no se lo pude contar a nadie. Era una llaga de desesperación».

Por su parte la asesora de menores logró que se abriera una primera causa por averiguación de paradero, dijo «intenté desdramatizar la situación y presentarla como un caso más en el que había que hacer cumplir la ley». Le explicó al juez de Menores, Sambucetti, que en un lugar había existido un tiroteo en el cual desapareció una beba, que existían testigo de que estaba viva. Pidió que declarara la abuela y que se libraran oficios a bomberos, Policía y hospitales. Como ninguna institución pudo dar prueba de su muerte  se concluyó que la niña estaba viva.

 

Organizarse

Un lunes de octubre de 1977, María Isabel Chorobik de Mariani, llegó a la oficina de la doctora Pejenaute y, no sin temor, le solicitó la dirección de otras abuelas con nietos desaparecidos que también habían concurrido a su despacho. La abogada le entregó la de Alicia de la Cuadra, donde a las 11 de la mañana tocó timbre la abuela «Chicha». Estuvieron cinco horas hablando, había tanto dolor, pero también esperanza de encontrar a sus nietos. Alicia le comentó lo que desde abril sucedía en Plaza de Mayo de Capital Federal y otras cosas que estaban haciendo para pedir por los desaparecidos. Chicha recordó «el día que conocí a Alicia ella estaba con un salto de cama rosa ordenando la casa seguramente para salir a la tarde. Empezamos a charlar y perdimos la noción del tiempo. Ese día empecé a descubrir lo que realmente estaba pasando y a entender que la búsqueda debía hacerse de otra manera, que no había un solo niño desaparecido, sino por lo menos tres. Y si había tres, ¿cuántos más podrían ser? Por primera vez tuve la horrorosa sensación de que no encontrábamos a los niños porque no nos los querían entregar». La abuela estaba en lo cierto, eran cientos los niños desaparecidos y existía un plan sistemático para la apropiación de menores (cuestión que fue probada por la Justicia).

A pocos días Alicia y María Isabel se juntaron, bajo un árbol de la plaza Retiro, con otras abuelas con nietos desaparecidos y decidieron confeccionar un listado con aquellas que estaban en similar situación. Armaron una lista para citar esas abuelas. Fueron 12 que desde la plaza Retiro fueron hasta la plaza San Martín al encuentro del entonces secretario de Estado norteamericano, Cyrus Vance, que visitaba Argentina. Las madres de desaparecidos se habían propuesto entregarle en mano, cada una, una carta explicando su caso. Allí la abuela Chicha debutaba como militante y, cuando todas las mujeres atravesaron el montón de guardias, se quedó paralizada y cuando el funcionario norteamericano se  alejaba una madre le preguntó

-¿Qué hacés? ¿Todavía no entregaste tu papel? Damelo.

Le sacó el papel de la mano y arremetió sin que los soldados la pudieran parar, ni tampoco los guardaespaldas y entregó al norteamericano la historia del hijo de María Isabel Mariani y su nieta Clara Anahí. Aquella corajuda madre era Azucena Villaflor, fundadora Madres de Plaza de Mayo, quien dos meses después sería desaparecida. La abuela «Chicha» supo decir que «ese día Azucena me demostró que éramos capaces de hacer cosas que jamás nos hubiéramos imaginado. Todas nosotras sabíamos que era jugarse la vida. Pero no había otro remedio». Ya había nacido a la vida militante esta mujer, fundadora y por años presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo,  organización que demostró que no debemos detenernos ante lo que se plantea como imposible. Aquel lunes de 1977 que la abuela «Chicha» Mariani visitó por primera vez a la asesora de menores, una antigua empleada del juzgado que la veía retirarse se acercó a la doctora Pejenaute y le dijo «es difícil que encuentre a su criatura porque pueden haberla tomado como rehén. Pero es una mujer  con un caudal extraordinario. Si no encuentra la de ella, va a encontrar las de las otras». Y cuánto de cierto en esa frase, se han encontrado más 100  y continúa la búsqueda de Clara Anahí con todas las esperanza de encontrarla pronto.

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