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“La poesía es elocuencia, palabra, testimonio, sentimiento y pensamiento”

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“La poesía es elocuencia, palabra,  testimonio, sentimiento y pensamiento”
Susana Giraudo (segunda de izquierda a derecha) junto a sus compañeros del Grupo Paco Urondo

La poeta y acuarelista Susana Giraudo cuenta: “La mística china dice que la oropéndola está enamorada del viento. Los huracanes la destrozan y lastiman contra los árboles hasta morir. Ella, mientras,  muere y ríe feliz cuando viene el viento porque cree que lo ama”. De la misma manera, mientras la tarde se despide con un cielo en el que se funden azules y grises, un viento distraído me toca la espalda y me avisa que, como el ave, es hora de ir al encuentro de la palabra. Palabra que, además, es una pincelada que canta en las noches solitarias donde el pensamiento deambula desnudo por las calles y en los silencios del papel.

“Soy feliz/ Quise escribir un verso/ y describí un pájaro/ ¿Por qué soy feliz?/ Porque voló, como todos los veros/ y como todos los pájaros”, escribe la artista en «Poema alado». Así, las palabras, dueñas de la libertad, despliegan sus alas y nos abrazan. Así, las palabras, como dice la escritora, sólo nos piden silencio y la mirada atenta. Así, Susana, como un pájaro nos regala versos y pinturas, dos caras de una artista íntegra que con su libro inédito «Da igual ser María que Magdalena», nos hospeda en su nido para que compartamos desde allí, los múltiples pliegues del arte. 

 

El día a día

 En lo cotidiano mi día es el día normal de cualquier mujer. No se puede, por ejemplo, comenzar a trabajar en una cosa tan abstracta como es el arte en medio de un caos. Entonces, ¿qué es lo primero que hago? Lo que hace cualquier mujer, ordeno mis cosas. Sigue luego un orden de lecturas porque si no leo lo que se está escribiendo en el país y en el mundo, mal puedo comenzar con una creación.

 Todos los días leo. Es esencial. No hay escapatoria. El que crea ser un demiurgo primigenio auténtico, estoy convencida de que tiene una idea descabellada.

 Con respecto a la pintura soy más discontinua. De pronto es una inquietud que siento por pintar y desplazo a la literatura. Hay veces que se cierran algunos capítulos o se termina con un trabajo literario y es ahí cuando aparece la pintura.

 

El arte, en la sangre

 Mi madre era profesora de artes plásticas, de modo que mi formación, en ese sentido, fue desde muy tierna edad. Pintaba al lado de mamá desde los seis o siete años. Aunque hacía monigotadas, las hacía bien. Nunca me voy a olvidar el sentido de la perspectiva que, en mí, es arquitectónica. ¿Por qué? Porque mi mamá me decía, poné un broche en un hilo y proyectá desde un punto. Así comprobé cómo se agranda una sombra o, por ejemplo, cómo se proyecta una figura en el horizonte desde un punto.

Mi abuelo materno fue también artífice de mi futuro como artista porque él, a su vez, pertenecía a una familia de artistas en Europa. En nuestra familia portuguesa, tranquilamente puedo contar unos diez o doce artistas notorios de larga trayectoria y de presencia histórica en museos y lugares públicos. Esto del arte vive en nuestra sangre. 

Tuve una niñez de formación esmerada, de educación, de compartir con gente de mi generación una niñez natural y normal. Sí hubo hechos políticos de este país muy importantes que se registran en mi memoria. Desde entonces, desde esa memoria es el porqué hoy me pregunto sobre la prensa, sus discusiones y la incidencia que tienen los medios audiovisuales y gráficos sobre la formación de un niño. Pareciera que nadie le da importancia, pero el niño lee el diario, mira televisión, escucha el noticiero y a muy temprana edad está viendo que hasta en los debates hay violencia. He vivido toda una vida escuchando y presenciando violencia. Desde el año /55, cuando sucede la Revolución Libertadora hasta hoy, pude registrar todo y recordar con nitidez los hechos violentos de nuestra historia.

 Soy docente y mi formación de aquellos tiempos es tremendamente monolítica. El docente tenía que salir preparado para salir al campo a enseñar, tenía que saber cosas que lo sacaran de hechos imprevisibles que se producían en la escuela. Eso enriquece muchísimo. Salías al ruedo preparado para hacer por momentos de primeros auxilios porque en las escuelas de campo al primero que echan mano es al maestro.  Hoy creo que es peor. Registro los comentarios de colegas poetas que son y fueron docentes y viven en las escuelas todo tipo de experiencias.

  Luego inicié mi carrera de Literatura y no la pude seguir. Las circunstancias económicas de mi familia no lo permitían. Ir al profesorado de Literatura de noche con unos horarios intempestivos no era normal para una jovencita de diecisiete años. Estaba ese resquemor de mandarme sola y de noche. Terminé con las presiones familiares dejando la carrera y no lo lamento porque me dio, lo poco que hice, los elementos técnicos para manejar el lenguaje. Pero a la vez, el dejar esa carrera, tuve la libertad de ser una creadora sin previsiones, libre.

 

Elegir siempre Villa María

 Tuve propuestas para irme a otros lugares, sobre todo a Buenos Aires que es  donde se cocina todo. Hace muy poco tiempo el presidente de la Academia de la Lengua Española con sede en Washington tuvo una expresión parecida a la mía: que la Argentina es un país que se dice federalista pero que en realidad está totalmente centrado en Buenos Aires. El mismo dice que a pesar de que evolucionó en muchas cosas la Argentina sigue centralizada en la Capital. Por esa razón, grandes de la literatura tuvieron que movilizarse hacia Buenos Aires para ser quienes son o quienes fueron.

 Hubo escritores que no quisieron estar en los cenáculos porteños y se quedaron en sus provincias, tales como Juan L. Ortiz, Juan Filloy y tantos otros a los que ese canto de sirenas (como le llamo yo a la porteñidad) no los sedujo. Lo que querían era escribir y trascendieron lo mismo. Hicieron su obra. Otros como, por ejemplo, Manuel J. Castilla, un poeta monumental del folclore y la poesía argentina, padre de mi querido amigo Leopoldo Castilla, sólo esporádicamente acudían a la capital como lo hago yo también y no está mal. Pero tampoco mudarme nada más que para figurar en literatura cuando grandes poetas y escritores (Tizón mismo) no necesitaron la capital para hacer una obra monumental. Ni tampoco es para mí movilizarme para vivir como una solitaria, tal como viven algunos que moran en Buenos Aires desarraigados de sus provincias.

 La lucha es: ¿por qué no estás viviendo en Buenos Aires? Y para mí, en lo que hace a mi obra, no es tan significativo, ni es fácil dejar una familia, una estructura, una inserción social, toda una vida para poder ser ¿quién? Me lo pregunto sin encontrar respuesta.

Córdoba no es considerada por mí como un polo cultural atractivo. No es posibilidad ni aporta a esta altura de mi vida con ningún atractivo, como para movilizarme  a vivir allí. Córdoba es cerrada, hermética, selectiva y elitista. Lo digo y lo sostengo.

 

La ciudad y las brechas sociales

 Cada vez es más grande la brecha que hay entre los que podemos vivir de manera confortable y los que no pueden. Cada vez que busco que en pleno invierno mi casa esté tibia me siento culpable. Si escuchás que se quema una casucha porque tienen que encender carbón para calentarse o que se asfixian por el gas, te querés morir, te sentís responsable y culpable de eso. Pero no le encuentro la salida. El Gobierno tiene que ser el que recaude lo que aportamos y reparta equitativamente. No que el que tiene y se lo ganó con el sudor de su frente sienta que es culpable por no compartir. Acá se tergiversa el sentimiento de compartir y se asignan sumas siderales a » gastos de gestión», sin detenerse a pensar lo que cuesta ir y volver de Buenos Aires a Córdoba en la semana, esgrimiendo los viáticos suntuosos con que los funcionarios se manejan y que darían de comer a muchos que lo necesitan.

 

Sus años en el periodismo

 No puedo decir que hice  periodismo  si sentir que falto el respeto a los profesionales, sólo soy idónea, como lo fueron muchos pioneros de la profesión. No tengo una carrera hecha y tampoco me hubiera gustado hacerla. Las circunstancias se prestaron para eso. Fui la primera mujer que integró el Centro Comercial Industrial de aquel tiempo. ¿Qué me asignaron? La dirección de la revista Centro Argentino. Confiaron en que podía hacerlo.

 Era una revista que se hacía con mucho esfuerzo. Pero, ¿qué quería hacer yo? Un paneo sobre las distintas áreas de las industrias, que en aquel momento florecían en la ciudad. Aquello era un diez por ciento de lo que contamos hoy. Entonces apunté a la entrevista de empresarios que trabajaban con el acero, con la leche, con el acopio de cereales o con los automóviles. Tomé como entrevistados a  grandes empresarios de las distintas áreas de producción de Villa María y la zona y les fui haciendo reportajes personales. Es muy bueno eso porque nosotros mismos, nuestra familia, era de industriales y productores en aquel momento. Conocía profundamente el medio y por eso me resultaba fácil. Tenía las herramientas para desarrollar los temas y la entrevista.

 

El vínculo con las redes sociales

 Las redes sociales son instrumentos que, si uno las sabe manejar, se utilizan para informarse y se puede reducir la red a un grupo en donde vos te nutrís y aprendés muchísimo.

Publicar en Facebook es una tentativa porque, en realidad, el poeta tiene pocas ocasiones de publicar. Es una buena posibilidad y la considero muy legítima. A la vez nosotros mismos accedemos a escritos muy nutricios e instructivos, gracias a las etiquetas en las que nos incluyen. Lo que no tolero es la agresividad y el uso de la literatura para hacer una poesía que en estos últimos años fue muy violenta e impregnada de política e ideologías que llevan a los poetas a discusiones estériles y los hacen olvidar de la literatura por sí misma.

 

 La dictadura

 A la época de los milicos la viví con trauma. Te invadían la casa. Tuve experiencias muy duras. En el año 1976, tenía veintisiete o veintiocho años. Me levantaban a las tres de la mañana, con las armas en la mano, para investigar qué estaba leyendo y a qué nos dedicábamos. Desparramaban todos los libros y la ropa en la vereda, sacaban los cajones de los roperos y los llevaban en la calle. Hacía un frío que te calaba los huesos y venía Lacabanne-nunca me voy a olvidar del nombre de este prepotente y asqueroso miserable- descendía en la avenida con el helicóptero del Ejército y se dispersaban por todas partes. Invadían las casas, te golpeaban la puerta a culatazo limpio y tenías que abrirles o te la volteaban. Era de madrugada generalmente. A los pobres que se llevaban de acá se los han llevado de noche casi siempre.

 

Su amistad con Juan Filloy

 ¿Por qué él forjó nuestra amistad? Encontró, por casualidad, en el /88 una plaqueta mía de catorce poemas, allá en Río Cuarto su ciudad natal. Le gustaron y me mandó una cartita manuscrita que decía: «Sus poemas son experiencias increíbles. Tienen cuerpo de luz y alma de brizna». Y en 1991 salió mi libro «Cuerpo de luz» en honor a él, que me dio prácticamente, el título.

 

Las búsquedas y las temáticas en el arte

 Mis búsquedas en este momento son abarcativas. Influyen en mi obra todo tipo de temas actuales y siento que aún puedo decir, testimoniar, hablar por los que no hablan.

Las alas, los vuelos, los pájaros y las jaulas que amenazan la libertad son temas que están presente en mi psiquis. Al pertenecer a una generación que ha mutado de movimientos, sigo sosteniendo que la primera cárcel está establecida por las costumbres, por determinadas reglas que no se sabe quién las impuso y que las venimos arrastrando. Como dice el poeta, son las cárceles del alma. ¿Por qué? Porque nos han sembrado determinados dogmas, pruritos y cosas que nos quitan la espontaneidad y la libertad para ser lo que somos.

 La Argentina es un país que está inserto en una región: Latinoamérica. Latinoamérica está copada. Por eso la reacción política latinoamericana de “yo soy yo”, que en realidad creo que está entroncada con los orígenes más puros de las razas que habitaron estas tierras latinoamericanas. Si pensamos en los aztecas o los incas, tenían todo el derecho del mundo a poseer sus territorios, por derecho ancestral. Vino el imperialismo español, el italiano, el portugués y avanzaron sobre civilizaciones enteras. Leí «La historia de los quilmes» y me conmovió. ¿Cómo no te va a conmover? Un pueblo con una admirable perfección de estructura. Estuve en la ciudad de sus orígenes y en el centro donde nace la civilización quilmes y me conmovió. Su migración hacia la capital costó más de la mitad del sacrificio  de la vida del pueblo. Llegaron muy pocos de los que vinieron del norte. Esto es sólo una referencia, pero es lo que sucedió con todos los pueblos originarios.

Borraron parte de la educación de una civilización refinada. Miremos la maravilla de la estructura inca y azteca. ¿Qué pasó? Tuvieron incidencia los movimientos geopolíticos que fueron motorizados por los que venían por el mar y estaban en condiciones de hacerlo: ingleses, españoles, portugueses. Se lanzaron a las Américas a hacer la América. ¿Quién les pidió que vinieran a hacer la América si estaba hecha? No soy americanista a ultranza. Simplemente es un razonamiento lógico. Nadie les pidió que vinieran a avanzar sobre las mujeres, sobre las producciones, sobre la minería, sobre el oro, la plata, los granos.

 

El idioma inglés

 Lo rechazo. No me gusta por los que lo hablan. El primer rechazo que siento es por los ingleses. Esta generación y nuestra historia han sufrido muchísimo por ellos. Si bien sufrimos por los españoles, los ingleses fueron muy crueles. Ni qué hablar de los pocos alemanes que vinieron. El ferrocarril inglés avanzó a sangre y fuego. El tendido de las redes ferroviarias en la Mesopotamia argentina costó vidas humanas. Morían los obreros o se quedaban mutilados con el avance del tren. Eso está documentado por María Esther de Miguel, una gran amiga mía que ya murió, escritora y ganadora del premio Planeta. El inglés no tuvo ningún problema con tal de ser imperio, de confiscar, de avanzar y matar. Lo demostró en los países árabes, en Africa. Es un imperialismo cruel. El norteamericano es un fanfarrón cruel con una avaricia desmedida y un afán de pisar cabezas en el mundo que es inconmesurable. Pero el inglés es frío. Por eso el idioma me molesta. Está internalizado en mí.

 

 La poesía

 No escribo poema-cripta. No me interesa que los otros poetas descifren un mensaje. Quiero que la gente siga leyendo mi poesía y que sea clara y conmocionante. Que sea una poesía egocéntrica, que el ego del poeta esté presente pero que a la vez tenga una posibilidad y una puerta abierta a lo excéntrico que puede resultar un espejo. O sea que el poeta pueda ser el espejo del que lo lee. Que diga cosas comunes a todo ser humano, que alguien pueda verse y decir esto me pasa a mí también. Ese es mi objetivo.

La poesía es un titán que lucha por un espacio porque el poeta es innecesario. La poesía es innecesaria por la evolución y la demanda del lector. El lector que va a leer un libro, elige una novela o un libro de cuentos. Cada historia breve (como el cuento) le va a permitir una noche leer una cosa distinta de un autor diferente. Va a leer con ese criterio. Nunca nadie va a comprar un libro de poesía, a no ser que el poeta se haya muerto hace treinta años y se necesite hacer un estudio o un trabajo sobre su obra. Los libros de poesía se regalan.

Hay una afluencia de poetas monumental. Y hay quienes creen tener la autoridad para decir esto no sirve y esto sí. ¿Quién es autoridad para decir qué sirve y qué no? Siempre hay una voz poética que dice algo. Puede decir una sola línea y pasar a la historia como poeta. Pero nadie lo comprende así y en la Villa pasa esto más o menos. Tienen tan corta la visión algunos poetas que miran desde sí mismos y nada más. No se descubren, no se respetan unos a otros, no se detienen a leer objetivamente a otro poeta, ni se sacan el sombrero ante un poeta de su Villa que de pronto escribe magníficamente bien.

Los que hablan sobre una poesía de moda son los temerosos de que su obra no sea lo suficientemente sólida como para enfrentar la afluencia poética de esta ciudad. Son los temerosos de perder un estrellato, cuando en realidad la poesía no es estrellato. La poesía es elocuencia, es palabra, es testimonio, es sentimiento, es pensamiento. Los que dicen que hay demasiada afluencia de poesía en la ciudad son los inseguros, los que se reconocen mínimos y tienen miedo de que salga un máximo de ellos desde adentro del cuerpo poético de Villa María.

 La poesía local tiene muy buenos poetas. Nombrar no me gusta. Pero, por ejemplo, Marcelo Dughetti es un extraordinario poeta (no estoy hablando de las personas, sino de su poesía). Mis compañeros de Paco Urondo son excelentes: Fabiana León, Susana Zazzetti, Eduardo Cichy y Fernando de Zárate (que ahora no está más en el grupo).

Los jóvenes nos sueltan, nos dan frescura. Por ejemplo, muchas veces, Mauro Guzmán me aportó mucha frescura y es un muchacho que cuando le hablo me presta atención con cariño y con humildad que es la base del crecimiento.

 

El “ombliguismo poético”

 Se persigue una notoriedad cuando, en realidad, ¿quién considera notorio a un poeta? Nadie. No toman conciencia.

Hay un amago y surge de la Universidad, como pasa en la Facultad de Lenguas en Córdoba. Acá cualquiera que va a la Universidad se cree poeta por dos años que hizo y, generalmente, abandonó. Y luego dice quién es buen y quién es mal poeta. Se dan el lujo de armar sub-grupúsculos en Villa María que yo no considero para nada.

Hay poetas que se perfilan como poetas y tienen un cierto resentimiento o  muestran una cara muy ambigua, mezcla de una humildad aparente que traen metida dentro de sí la soberbia de “yo soy el más” que desconcierta.

 

Lo que se viene

 En primer lugar, publiqué dos libros el año pasado: “Contra marea” y “Arida Lengua”. Además tengo dos libros para publicar el año que viene. Tengo mi próximo libro listo, titulado “Da igual ser María que Magdalena” y tengo otro libro más que todavía no tiene título que es de trabajos pasados. 

Me llegó ahora una propuesta que me sorprende: el presidente de la Academia de la Lengua Española en Washington, Luis Ambroggio, tiene sus padres en Río Tercero y vino a visitarlos. Se encontró con muchos escritores y escritoras y andaba mi libro «Ärida lengua» dando vueltas entre el tremendo volumen de libros que él se llevó para la biblioteca de Washington de esta entidad. El encargado de la edición de la revista bianual, pescó mi libro, lo leyó, me escribió luego de pesquisar mi correo electrónico para conectarse conmigo. Cuando encontró mi dirección, a la que llegó como a tientas, me escribió “Necesito que me mande sus acuarelas que he visto en Internet que son maravillosas y me haga llegar una selección de cuatro o cinco poemas suyos que sean inéditos”. Le dije que sí. Así que estoy en el proyecto del próximo libro de la Academia de la Lengua Española que va a salir en Washington.

 

Verse con claridad

 Veo a una mujer madura. Estoy segura de que elegí bien mi camino y estoy contenta a pesar de que hay veces en las que me contraigo mucho en la creación y me siento frustrada como cualquiera se puede sentir frustrado cuando no consigue la meta que se fijó en el día, por ejemplo. O cuando tengo que romper una acuarela o tirar un óleo porque no me gusta cómo me salió, un acrílico o lo que sea en pintura. O cuando pasa lo mismo con un poema y lo tengo que tirar tengo que tirar sin miramientos.

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“Soy una ladrona/ Robo/ una chispa de tus ojos/ un roce apenas/ o algún gesto de tu duende// Huyo después/ El botín ruboriza/ mis manos”, escribe la poeta en “El botín”. Es tarde, me despido de Susana y siento a la noche posarse sobre mis hombros. Miro hacia mis costados, no quiero que se den cuenta de que también soy un ladrón. No voy a confesar qué me llevé. Sólo voy a decir que a veces, robar, vale la pena.

Fran Gerarduzzi

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