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Los lectores también escriben

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Los lectores también escriben
Los lecores, un recuerdo infeliz
Los lecores, un recuerdo infeliz
Los lecores, un recuerdo infeliz

No fue magia, fue mágico

Definitivamente, no fue magia, pero es mágico.

Hace un tiempo que decidí ya no quedarme callada ante ciertos comentarios con los que no acuerdo; en especial, porque quienes generalmente los expresan lo hacen en voz muy alta y desde un sentido que, más que sentido común, me parece que carece de fundamentos razonables y se ancla en el desprecio por el Otro. Obviamente, hablo de Política. Sí, así, con mayúscula, porque es en lo que creo; y porque nos atraviesa en todo momento y lugar, nos guste o no, lo asumamos o no. Y porque estoy convencida de que en cada decisión que manifestamos siempre hay parte de nuestra Historia, como Pueblo y como sujetos, que nos llevan a elegir una opción por encima de otra.

En mi caso, no puedo evitar al escuchar a los candidatos a presidente pensar en mi historia. Y me acuerdo de la Hiperinflación porque yo era chica, vivíamos en Buenos Aires y un amigo de mi viejo que trabajaba en el molino nos ayudaba con la bolsa de harina. Fue la época en la que mi mamá aprendió a hacer de todo con harina. Fue lo que nos empujó a venir a vivir a Villa María porque allá no había trabajo. Y también me acuerdo de que en el 95, cuando terminaba la primaria, teníamos clases los sábados, y media hora más de lunes a viernes porque se había instalado la Carpa Blanca y hubo muchos paros y fue la forma de no perder el año. Y se me aparecen recuerdos de que mi viejo hacía de todo para que en casa no falte nada, pero se ponía difícil para el pintor porque la construcción estaba parada.

Y después fui creciendo… y aparecieron las movilizaciones: por la educación pública; por la salud; se remataban campos; ardió la imagen de Cavallo en un 2001 que empezaba a complicarse y donde se hablaba del arancelamiento universitario; clases públicas, docentes que no llegaban a las aulas por los piquetes. Y en medio de eso, el club del trueque, donde mi mamá pudo poner nuevamente en práctica las cualidades culinarias para proveer a nuestra casa. Y ahí me tocó salir a trabajar para poder seguir estudiando. No había PROGRESAR. La opción fue el Primer Paso, por unos 140 LeCor (Letras Cordobesas, por si no te acordás, aunque cada provincia tenía la suya casi). Y todo el año cobrábamos lo mismo porque era el tiempo en el que los salarios estaban congelados, no había aumentos y no los hubo por muchos años. Tampoco había paritarias. Y los jubilados cobraban $300, aunque Norma Plá murió en 1996 pidiendo que de los $150 que cobraban les aumentaran a $450 (imaginate si supiera que hoy tienen dos aumentos al año)… Parejita la cosa, pero en dólares. ¡Ah, sí, sí! Era la época del 1 a 1, aunque la mayoría no sabía cómo era el billete del dólar. Y en medio de todo apareció un nuevo oficio: los coleros, esos que iban al banco a comprar dólares para gente que generalmente evadía y no podía comprar en blanco y recibían $20 por su trabajo.

Obviamente cada vez que voy al cuarto oscuro y que me planto en un negocio ante algún comentario desmemoriado o vacío de contenido, lo hago desde este lugar.

“Siempre las mismas caras”, dicen, y tienen mucha razón. Revisemos las listas de candidatos y podemos encontrar dos cosas. Algunos, que nos proponen cambiar, son los mismos que en los últimos años van pasando por diferentes lugares sosteniendo la idea neoliberal de ajuste y de achicar, los mismos que formaron parte de los equipos económicos que recortaban en educación, salud y seguridad social; que redujeron el 13% a los jubilados, que no implementaron un solo plan de viviendas efectivo y concreto; que mandaron a nuestros científicos a lavar los platos; a quienes no les importa qué pasa con los niños y niñas antes y después de nacer y nos vienen a hablar de pobreza cero. Y por otro lado, nos encontramos con que hay personas que abrazan la política con vocación y que se han preparado para ocupar cargos, que llevan sus ideas y propuestas de acción cada día a todos lados, que no se traicionan ni traicionan ni sus ideas, que están convencidos de que la forma de transformar la realidad es a través de la acción y el compromiso; que construyen desde la inclusión y la diversidad. De los dos tipos, y algunos más, vamos a encontrar en las listas; posiblemente al pensar en ello ya se nos aparezcan algunas caras conocidas. Lo importante, creo, es que además de las caras, esas que “son siempre las mismas”, podamos ver qué proyectos nos proponen.

“Se embarazan por un plan”, afirman muy sueltos (y sueltas) porque esa mirada machista y clasista se instaló de tal manera que acuerdan con eso o lo repiten por inercia. Pero, además, porque esa afirmación va casi de la mano con el pensar que quienes perciben la Asignación Universal por Hijo lo hacen para gastarla en cosas que no deben. El gran error está en no poder ver que estamos hablando de los derechos de los niños y que sí, son sus madres/padres quienes deciden el destino de ese dinero, pero ¿no es lo que suele pasar en nuestros hogares? ¿O es preferible que en lugar del dinero reciban la caja con los alimentos, la ropa y los útiles? ¿Quiénes son para juzgar de qué manera puede invertirse el dinero en un hogar? Peor aún ahora, se horrorizan muchos, que les dan un ajuar nuevo y lindo cuando sus bebés nacen. Un ajuar que les da el Estado, no una Organización No Gubernamental. Un ajuar nuevo, no hecho de sobras donadas. Un ajuar que recibe un bebé. He ahí un poquito de hipocresía más, y perdón por el tono irónico.

“Lo que tengo es por mi esfuerzo”, sostienen con orgullo. ¿Y antes qué? ¿No te esforzabas? ¿El que no tiene es porque no se esfuerza? Esta es una forma en que pueden pensarse los logros de un sujeto sin tener en cuenta lo que pasa en la comunidad. Como Pueblo debemos seguir trabajando para que seamos cada vez más los que podamos lograr nuestros sueños y eso se logra pensando en y con el otro. ¿De qué manera contribuyo a una mejor Argentina si me salvo sólo yo? Hemos alcanzado un gran avance en nuestra autoestima como argentinos y argentinas, pero debemos cuidar que eso no se transforme en egoísmo. Hoy sabemos que podemos lograr grandes transformaciones, pero para poder ir por más y que eso sea una realidad, definitivamente tenemos que pensar en un Nosotros que incluya; donde nadie sea un cero (menos aún los pobres). Y eso no sucede por obra y gracia divina. Definitivamente, no es y no fue magia; es decisión y acción.

Yo entiendo que haya gente que desee un cambio. Yo deseo el cambio. Pero un cambio que nos permita seguir avanzando, no que nos haga ir marcha atrás. Avanzar es necesario, tanto como que la política es la forma de transformar nuestras realidades.

Puede gustarnos el gobierno o no, pero es innegable que toda gestión marca un piso desde el cual seguir construyendo. Ahora nos toca elegir cómo continuar construyendo.

Cuando Néstor Kirchner hablaba de salir del infierno, nos decía que había que subir para llegar al purgatorio. El Gobierno de Cristina Fernández podrá no ser el cielo, pero definitivamente no es el infierno. Sólo debemos hacer un ejercicio de memoria y ver cómo estábamos en los 90 y cómo estamos hoy, no sólo como sujetos, sino como Pueblo. Si no podemos reconocer los cambios que ha habido en lo cotidiano, si no somos capaces de pararnos desde una mirada que vaya más allá de nuestro ombligo, si no podemos salir del individualismo y pensar en las transformaciones colectivas, es muy difícil. Por eso, debemos hacernos cargo de nuestro poder en esta situación. Y de nuestras historias, con nuestras experiencias, sueños, errores y propósitos. Después de todo, el 25 de octubre sólo elegimos un Proyecto de País.

Leticia Camusso

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